I.
Al rumor de los viajeros,
el silencio pueblerino
ha despertado confuso
de su letargo de siglos.
En la Belén olvidada,
la pobre, pequeña aldea,
no hay ninguno que sospeche
el milagro que ya llega.
Por callejas pedregosas,
por caminos polvorientos,
José y María se acercan
en religiosos silencio.
Vienen trayendo en secreto
el tesoro más preciado
que cielos o tierra vieron:
el Verbo Eterno humanado.
Ya va cayendo la noche;
buscan prestado un cobijo,
porque la Madre presiente
que está por nacer el Hijo.
Un misterioso decreto
aúna las voluntades
del gran Augusto romano
y estos míseros rurales.
II.
Llega pobre entre los pobres
el que esperan las naciones
y anunciaron los profetas:
el más grande entre los hombres.
Es Dios mismo despojado
de su poder infinito,
para estar en nuestras manos
como indefenso niñito.
Su pasión ha comenzado
cuando las puertas se cierran
por los duros corazones
sin compasión ni clemencia.
La sórdida cueva establo
que a mansas bestias guarece,
al Rey de reyes entrega
por primer trono un pesebre.
¡Viene a saldar nuestra deuda,
a pagar por mis pecados,
con el deseo inaudito
de acabar crucificado!
Bendito Niño adorado,
beso tus pies y manos,
tu puro Cuerpo entregado,
¡pues por mí te han traspasado!
MGdeJ
¡Feliz Navidad!