jueves, 29 de septiembre de 2016

Leído para Ud: "EL PRECIO A PAGAR"

Es la conmovedora y electrizante historia de un converso que ha de huir de su propia familia para salvar su vida.

A raíz de su visita a Buenos Aires, La Nación publica este artículo:
Por Fernando J. de Aróstegui
 Miembro de una rica familia chiita y descendiente de Mahoma, el destino de Mohammed al-Sayyid al-Moussaoui parecía definido: sucedería a su padre como patriarca de un clan con autoridad sobre unas 60.000 personas en Irak e influencia en varios países de Medio Oriente.
Pero Mohammed eligió darle a su vida un giro impensado y temerario: rechazó el Corán y se convirtió al cristianismo. Sus padres solicitaron que fuera encarcelado y torturado. Tras un año y medio de cautiverio recobró la libertad. Junto con su mujer -también conversa- y sus hijos cruzó clandestinamente a Jordania.
Desde entonces, y luego del dictado oficial de una fatwa (que lo condenó a muerte), sus hermanos y primos lo buscan para ajusticiarlo por "converso". Karim, su tío, le disparó a quemarropa, pero falló.
Desde 2001 vive, junto con su mujer y sus cuatro hijos, exiliado en Francia, donde cambia de domicilio con frecuencia. "Más tarde o más temprano, seguramente me van a matar. Sé que cada día puede ser el último", dijo a LA NACION con una sonrisa triste Joseph Fadelle, como pasó a llamarse tras ser bautizado. De 52 años, llegó a Buenos Aires auspiciado por la editorial Logos y la desarrolladora inmobiliaria Eidico para dictar una serie de conferencias que dan cuenta de su experiencia.
"No tengo miedo, aunque tomo precauciones de seguridad", explicó con impasibilidad. Y añadió que ya aprendió a vivir "preparado para enfrentar la muerte".
La vida en fuga permanente
De origen chiita, Fadelle, cuyo verdadero nombre es Mohammed al-Sayyid al-Moussaoui, vive exiliado en Francia tras ser condenado a muerte por su familia. "Más tarde o más temprano, seguramente me van a matar. Sé que cada día puede ser el último", dijo.


Fuente: Extractado de La Nación. 22/9/2016.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Más actual que nunca!

Visto para Ud: DE DIOSES Y DE HOMBRES




El film narra la gestación del martirio de la comunidad del Monasterio Trapense del Monte Atlas, sucedido en Argelia, en 1996.




Muestra cómo viven los monjes: sus tareas cotidianas, su compromiso con la vida del pueblo, el servicio fraterno que prestan a la vecina comunidad musulmana y finalmente, cómo se preparan para afrontar el martirio: sus dudas y temores, toda su fragilidad humana al desnudo.








Se destaca la conducción paternal del Superior...su firmeza, su fortaleza anclada en la fe, su paciencia y comprensión humana, que configuran un ejemplo de singular hermosura para todo educador.


He aquí la carta-testamento del prior, Dom Christian-Marie Chergé:

“Si un día me aconteciera -y podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que actualmente parece querer alcanzar a todos los extranjeros que viven en Argelia, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recordaran que mi vida ha sido donada a Dios y a este país. Que aceptaran que el único Señor de todas las vidas no podría permanecer ajeno a esta muerte brutal. Que rezaran por mí: ¿cómo ser digno de semejante ofrenda? Que supieran asociar esta muerte a muchas otras, igualmente violentas, abandonadas a la indiferencia y el anonimato. Mi vida no vale más que otra. Tampoco vale menos.
De todos modos, no tengo la inocencia de la infancia. He vivido lo suficiente como para saber que soy cómplice del mal que ¡desgraciadamente! parece prevalecer en el mundo y también del que podría golpearme a ciegas. 
Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad, perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado. 
No podría desear una muerte semejante. Me parece importante declararlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme del hecho de que este pueblo que amo fuera acusado indiscriminadamente de mi asesinato. Sería un precio demasiado alto para la que, quizá, sería llamada la gracia del martirio, que se debiera a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si dice que actúa por fidelidad a lo que supone que es el Islam. 
Sé de cuánto desprecio han podido ser tachados los argelinos en su conjunto y conozco también qué caricaturas del Islam promueve cierto islamismo. Es demasiado fácil poner en paz la conciencia identificando esta vía religiosa con los integrismos de sus extremismos. 
Argelia y el Islam, para mí, son otra cosa, son un cuerpo y un alma. Me parece haberlo proclamado bastante sobre la base de lo que he visto y aprendido por experiencia, volviendo a encontrar tan a menudo ese hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primera Iglesia inicial, justamente en Argelia, y ya entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Evidentemente, mi muerte parecerá darles razón a quienes me han tratado sin reflexionar como ingenuo o idealista. Pero estas personas deben saber que, por fin, quedará satisfecha la curiosidad que más me atormenta. 
Si Dios quiere podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del Islam, así como Él los ve, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias. 
De esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios porque parece haberla querido por entero para esta alegría, por encima de todo y a pesar de todo. En este “gracias”, en el que ya está dicho todo de mi vida, los incluyo a ustedes, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a ustedes, amigos de aquí, junto con mi madre y mi padre, mis hermanas y mis hermanos y a ellos, ¡céntuplo regalado como había sido prometido! 
Y a ti también, amigo del último instante, que no sabrás lo que estés haciendo, sí, porque también por ti quiero decir este gracias y este a-Dios en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo, en el paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos. Amén. Inchalá”.