sábado, 15 de julio de 2017

Nuestra Señora del Carmen

16 de Julio: un día como éste, pero de 1251, la Virgen del Carmen, rodeada de ángeles, se le apareció al carmelita y general de la Orden, san Simón Stock; le hizo entrega de su escapulario, diciéndole: «Este será el privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará»

Algunos testimonios de la devoción en estas imágenes:



viernes, 14 de julio de 2017

LOVE, by George Herbert

LOVE

Resultado de imagen para paisajes encantadosImmortal Love, author of this great frame, 
Sprung from that beauty which can never fade, 
How hath man parcel'd out Thy glorious name, 
And thrown it on that dust which Thou hast made, 
While mortal love doth all the title gain! 
Which siding with Invention, they together 
Bear all the sway, possessing heart and brain, 
(Thy workmanship) and give Thee share in neither. 
Wit fancies beauty, beauty raiseth wit; 
The world is theirs, they two play out the game, 
Thou standing by: and though Thy glorious name 
Wrought our deliverance from th' infernal pit, 
Who sings Thy praise? Only a scarf or glove 
Doth warm our hands, and make them write of love. 
    AMOR
    Amor Inmortal, autor de esta gran figura,
    nacido de una belleza que nunca se apagará;
    ¡cómo pudo el hombre parcelar Tu glorioso nombre,
    y arrojarlo a ese polvo que Tú mismo has hecho,
    mientras el amor mortal gana todo el honor!
    ellos se mueven con maestría, luego al unirse
    llevan todo el poder, poseyendo mente y corazón,
    (tu artesanía) y no te dejan parte en ninguno.
    La razón gusta de la belleza, y ésta la hace crecer;
    el mundo es suyo, ellas dos juegan en él,
    y Tú te quedas a un lado; y aunque Tu nombre
    trabajó en nuestra liberación de la fosa infernal,
    ¿quién canta Tu alabanza? sólo una bufanda o un guante
    abrigan nuestras manos, y las hacen escribir del amor.

jueves, 13 de julio de 2017

La atención, condición necesaria

Por Isabella Adinolfi

Para Simone Weil, rezar no significa otra cosa que orientar a Dios toda la atención de la que el alma es capaz.
Resultado de imagen de simone weil librosEstamos en 1940, Francia está parcialmente ocupada por los nazis y la intelectual judía francesa Simone Weil, tras muchas dudas deja París y, con sus padres, se traslada primero a Vichy, luego a Toulouse y finalmente en septiembre a Marsella, donde espera que sea más fácil embarcarse para unirse a los hombres de Francia Libre, el movimiento de la resistencia organizado por Charles de Gaulle en Inglaterra. Su plan se demostró muy pronto de difícil ejecución y, obligada a permanecer más tiempo en la ciudad mediterránea, entabló nuevas relaciones culturales y de amistad, recuperó viejas amistades y buscó trabajo como empleada agrícola. Esa estancia forzada, aunque le impida realizar de inmediato su plan político, sin embargo no es infructuosa. En Marsella, entre 1940 y 1941, la joven filósofa vivirá uno de los periodos espiritualmente más fecundos de su vida.
De hecho, a este periodo se remonta, además de la elaboración de los Cuadernos de Marsella y de los escritos sobre la tradición griega que confluirán en La fuente griega  e Intuiciones precristianas, la composición de algunos ensayos sobre el amor de Dios que representan auténticas joyas de meditación cristiana. Dos, entre estos, reflejan precisamente el significado de la oración: A propósito del Padrenuestro  Reflexiones sobre el buen uso de los textos escolásticos como medio de cultivar el amor de Dios.
Antes de su llegada a Marsella, Simone Weil nunca había rezado. Es cierto que ya había tenido en 1937 la experiencia de Asís, donde por primera vez en su vida algo más fuerte que ella la había obligado a arrodillarse mientras estaba en Santa María de los Ángeles, en la capilla de la Porciúncula, y luego durante la Pascua de 1938, la de Solesmes, el inesperado encuentro con Cristo, de tú a Tú, mientras recitaba la poesía de George Herbert, Love (1633). Pero nunca antes de entonces −confiesa a Joseph-Marie Perrin, el joven fraile dominico a quien conoció en Marsella y con quien mantuvo un abundante intercambio epistolar− se le había ocurrido rezar, en el sentido literal del término. Jamás había dirigido palabras a Dios, nunca había rezado una oración litúrgica. Entonces, ¿qué había pasado? ¿Qué la empujó a rezar?
Mientras trabajaba en la granja agrícola de Gustave Thibon, el filósofo-campesino que la había admitido por indicación de Perrin para enseñarle un poco de griego, Simone pensó utilizar el texto del Padrenuestro. Y fue entonces cuando la dulzura infinita de aquel texto griego la conquistó de tal modo que durante algunos días no pudo dejar de rezarlo ininterrumpidamente y, cuando más tarde comenzó a vendimiar, cada día, antes de iniciar el trabajo, rezaba el Padrenuestro en griego, y a menudo lo repetía en el viñedo. Desde ese momento en adelante se propuso rezarlo cada mañana con atención absoluta. «Si mientras lo rezo −confió al padre dominico, del que acabó siendo buena amiga− mi atención divaga o se adormece, aunque solo sea en medida infinitesimal, recomienzo de nuevo hasta que no haya tenido por completo una atención absolutamente pura».
Es fácil intuir de esta cita, lo importante que es el concepto de «atención» para comprender la concepción weiliana de la oración. Porque rezar para la francesa pensadora judía no significa otra cosa que orientar a Dios toda la atención de la que el alma es capaz, como se lee en el bonito ensayo escrito para los estudiantes católicos de Montpellier, Reflexión sobre el buen uso de los estudios escolásticos como medio de cultivar el amor de Dios. En ese sentido, la atención aplicada a los estudios escolásticos es una preparación y una educación para esa atención más elevada e intensa que la práctica de la oración requiere.
Y si para Weil la oración está hecha de atención, si esa es la sustancia, entonces rezar maquinalmente, sin prestar atención a las palabras pronunciadas mentalmente o en voz alta, significa no rezar, o al menos no rezar de verdad. Así pues, ¿qué es la atención y cómo se desarrolla? ¿Cómo nos volvemos atentos? ¿Cómo se educa en la atención y en la concentración?
Para Simone Weil la atención no es un acto de la voluntad ni un esfuerzo muscular. En su experiencia como profesora se había dado cuenta de que cuando pedía a los alumnos que prestasen atención, los veía arrugar la frente, contener la respiración, contraer los músculos, pero si unos instantes después les preguntaba a qué habían prestado atención, no eran capaces de responder. En realidad, no habían prestado atención, simplemente habían contraído los músculos.
Sin embargo, la atención para Weil tampoco es una cualidad innata o algo que suceda sin nuestro consentimiento: presupone un trabajo, comporta un esfuerzo, quizá más grande que cualquier otro, pero se trata de un esfuerzo negativo. Para mirar con atención un buen cuadro, escuchar un fragmento musical y, con mayor razón, para rezar a Dios, es necesario liberar la mente de preocupaciones, pensamientos, deseos personales, hacer el vacío en uno mismo. La atención es espera y, como la espera, presupone que se haya dejado aparte cualquier otra ocupación y cualquier otra meta, y se esté todo dirigido a lo que pasa. Para prestar atención hacen falta, pues, el trabajo y el esfuerzo con que la voluntad y el yo se quitan a sí mismos para hacerse disponibles a acoger y dejarse colmar por otro. Como la espera, la atención es una acción no agente, una actividad pasiva. Es el acto con que el yo se desprende de sí y vuelve a sí mismo: «La atención −leemos en el ensayo antes citado− es desprenderse de sí y volver a sí mismo, como se inspira y se expira».
Pero si para conocer la verdad hace falta prestar atención, para estar atentos hace falta desear la verdad. Solo un deseo bien orientado nos hace capaces de atención en los estudios, solo un auténtico amor por la verdad y por Dios nos hace capaces de recibirlos en la reflexión y en la oración. Simone Weil, alumna del filósofo kantiano Émile-Auguste Chartier (llamado Alain), está persuadida de que el deseo bien orientado es aquel que desea la verdad únicamente por la verdad, el bien solo por el bien. Cualquier otra motivación que intervenga en la atención con que nos disponemos a la verdad y a Dios la degrada, la contamina y la debilita.
Un alumno que se aplique con empeño a los estudios con el fin de sacar buenas notas en los exámenes, quizá hasta logre sacarlas, pero nunca conocerá la pura verdad. Su deseo no es bastante íntegro porque no está guiado por un pensamiento desinteresado, por esa «probidad intelectual» que sola, purificándolo, lo habría dirigido a la verdad. Del mismo modo, no se debe rezar a Dios, al Padrenuestro que está en los cielos, para pedirle algo, aunque sea lo más noble y elevado que nuestra voluntad mire como fin. Como dice la oración que Jesús nos enseñó, comentada línea a línea por la filósofa en A propósito del Padrenuestro, hay que rezar a Dios para que se haga su voluntad, cualquiera que sea.
La oración implica, pues, para Simone Weil, una disposición interior preventiva, una preparación al contacto con Dios. La actitud desinteresada, que Simone Weil prefiere definir «impersonal», es la que dispone a la atención y abre al conocimiento de la verdad. Mejor, que nos vuelve prontos para recibirla.
Siempre hay en Weil una radical desconfianza al yo y a todo lo que concierne la esfera de lo personal, que considera siempre infectada de egoísmo. Rezar, en definitiva, significa entonces para ella sacar el propio deseo y el propio pensamiento de la jaula del yo para orientarlos a Dios. Y el fin de la oración así concebida es el de asimilarnos a Dios, ser perfectos como nuestro Padre celestial, amar el mundo como él lo ama, de modo imparcial. Los versículos del Evangelio que Weil repetidamente comenta en su obra y parece tener siempre presentes en su reflexión religiosa son los que dicen: «que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45).
Pero si en la oración nos volvemos sus hijos, semejantes a él en el amor, en la imitación de la indiscriminada distribución de la lluvia y de la luz del sol, dicha filiación y asimilación no son, sin embargo, una conquista del hombre. Para Simone Weil es Dios quien nos eleva y nos hace sus hijos. Así pues, si el deseo orientado a Dios es la única fuerza capaz de elevar el alma, a ese deseo responde la acción de Dios que viene a aferrar el alma y elevarla. «Él viene −anota la escritora− solo para los que le piden que venga; para aquellos que se lo piden asiduamente, prolongadamente, con ardor». E insiste: «Dios no puede eximirse de descender a ellos».
Dios, para Simone Weil, no es solo el destino impersonal de los estoicos, ni la necesidad, aunque esa sea uno de sus rostros, sino un Dios que ama, que escucha las plegarias sinceras de los hombres, que espera a la puerta de su alma, dispuesto a entrar en cuanto se le dé permiso.
Resultado de imagen para "Simone Weil"Es el Dios amor del Evangelio, de los místicos quien se hace presente a quien lo ama e invoca en la oración, pura y desinteresada, como le pasó a Simone durante el rezo del Padrenuestro. «A veces −cuenta a Perrin− ya las primeras palabras arrancan mi pensamiento de mi cuerpo para transportarlo a un lugar fuera del espacio, donde no hay ni perspectiva ni punto de vista. El espacio se abre. A la infinidad del espacio ordinario de la percepción le sustituye una infinidad elevada a la segunda o a la tercera potencia. Al mismo tiempo, esa infinidad de infinidades se llena de parte a parte de silencio, un silencio que no es ausencia de sonido, sino objeto de una sensación positiva, más positiva que la de un sonido. Los ruidos, si los hay, llegan a mí solo tras haber atravesado ese silencio. Y a veces, durante esos rezos o en otros momentos, Cristo está presente en persona, pero con una presencia infinitamente más real, más emotiva, más nítida y llena de amor que la de la primera vez que me sucedió».

Traducción de Luis Montoya. En www.almudi.org, 6 de junio de 2017.

martes, 11 de julio de 2017

El hombre del que nació una civilización

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La Regla de San Benito ha sido norma y guía espiritual de innumerables comunidades monásticas durante más de 1500 años. Su admirable fecundidad proviene de su enraizamiento en las Sagradas Escrituras, la Tradición viva de la Iglesia y la tradición monástica de la que es heredera y continuadora.


Como la iglesia construyo la civilizacion occidental (Spanish Edition) by [WOODS, T.]





Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental. En este valioso ensayo del historiador Thomas Woods se muestra el aporte de la Iglesia católica a la civilización occidental. En particular, destaca la tarea de los monjes, que transformaron regiones, educaron pueblos, mantuvieron el legado de los clásicos y generaron costumbres humanitarias, tecnologías, artes y ciencias como nunca antes hubo. 

lunes, 10 de julio de 2017

¿Atención centrada o dispersa?

La capacidad de concentración se resiente con tantas aplicaciones que reclaman nuestro interés. Saltamos de una cosa a otra, nos cuesta mantener el foco. El móvil crea adicción. Domesticarlo no es sencillo.

Por JOSEBA ELOLA

Vamos por la vida con un arma de distracción masiva en el bolsillo. Con un dispositivo maravilloso que pone el mundo al alcance de nuestra mano, sí, con un artilugio que es la puerta al conocimiento, o al menos a la información. Pero en ese objeto que ha cambiado nuestra forma de vivir anidan, agazapadas, toda una serie de aplicaciones que reclaman atención con homologables grados de urgencia.
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Bienvenidos a la era de las mentes dispersas, de los cerebros a los que les cuesta centrar el foco, de las microconversaciones y la microatención, de personas que por momentos tienen la sensación de operar cual pollo sin cabeza en el ecosistema digital (cuando no, también, en la vida real).
Domesticar esa arma de distracción masiva que reclama atención sonando, silbando, vibrando, parpadeando no es cosa fácil. Por un lado, estamos nosotros, dotados de un cerebro que es un auténtico devorador de información, un órgano que busca constantemente novedades, estímulos, con nuestra necesidad de sentirnos conectados con otros.
Fue en torno al año 2004 cuando la profesora Gloria Mark, titular del Departamento de Informática de la Universidad de California Irvine, comparó nuestra tendencia a chequear de modo compulsivo el correo electrónico y las redes sociales con nuestro comportamiento ante una máquina tragaperras. Miramos el móvil porque buscamos una gratificación. Y la mera expectativa de poder obtenerla es suficiente para hacer que volvamos una y otra vez en su busca. Esas píldoras de información que consumimos a través del móvil generan descargas de dopamina como las que recibe el cerebro del fumador en el momento en que enciende un cigarro. Por eso regresamos con obstinación en busca de nuevos caramelos digitales.
“Nos centramos demasiado en la gestión de nuestro tiempo y poco en la gestión de nuestra atención”, dice la experta Linda Stone
Las investigaciones llevadas a cabo por Mark, doctora en Psicología por la Universidad de Columbia, especializada desde 2003 en estudiar cómo las tecnologías de la información afectan a la multitarea, a la atención, al humor y al estrés, resultan reveladoras. Con su estudio Los neuróticos no pueden concentrarse: Un estudio in situ sobre la multitarea online en el trabajo (2016), que firma junto a especialistas de Microsoft y del prestigioso Media Lab del Massachusetts Institute of Tech­nology, observó que cuando trabajamos frente al ordenador cambiamos de pantalla (es decir, el foco de atención) cada 47 segundos. Descubrió que cuanto más neurótica e impulsiva es una persona (y cuanto peor ha dormido), menor es su capacidad de concentrarse.

Mentes errantes, mentes infelices. Lo decía un artículo científico de la revista Science, publicado en noviembre de 2010 (A wandering mind is an unhappy mind: Matthew A. Killingworth and David T. Gilbert): una mente errante es una mente infeliz. Conclusión a la que se llegó tras insertar una app en los móviles de 5.000 personas de 83 países distintos para que contestaran a preguntas sobre sus pensamientos, sentimientos y sensaciones en tiempo real. Somos más felices si centramos la atención.

Hay marcha atrás para la dispersión. Esa dificultad de centrar la atención es reversible. El cerebro es un órgano que se adapta constantemente, que se puede reeducar. La capacidad de concentrarse es algo que se recupera con entrenamiento.

Estrategias de defensa. Llevar el móvil en modo silencio. Desactivar las notificaciones que aparecen en pantalla para que las alertas no nos interrumpan una y otra vez en la tarea que estemos llevando a cabo. No dormir junto al teléfono para no acostarse y levantarse con él. Aparcarlo un poco durante el fin de semana y también en las vacaciones. Son tan solo algunas de las medidas que proponen neuropsicólogos y estudiosos de la atención y que ellos mismos usan para no mermar su capacidad de concentración.

La atención, que funciona gracias a la interacción entre el lóbulo frontal, el parietal y el cerebro emocional, es algo difícilmente divisible. Cuando parece que estamos haciendo dos cosas a la vez es porque una de las tareas se puede automatizar (como, por ejemplo, caminar). Hacer dos cosas que impliquen un esfuerzo cognitivo (como hablar y escribir un mensaje de texto) a la vez no es posible. En realidad, lo que hacemos es cambiar rápidamente el foco de una tarea a otra.
Linda Stone, una exejecutiva de Apple y Microsoft, miembro del consejo asesor del MIT Media Lab, desarrolló a finales del siglo pasado el concepto de atención parcial continua. Para ella, la multitarea consiste en hacer varias cosas a la vez porque exigen poca capacidad cognitiva (ordenar papeles y hablar por teléfono mientras comemos un sándwich). Es prestar atención a varias fuentes de información de manera superficial.
Stone afirma que esa conexión permanente para no perdernos nada, ese estar permanentemente conectados y en alerta, acaba pasando factura cuando se convierte en modo de vida. Genera estrés y compromete la capacidad para tomar decisiones, para ser creativo.
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Proteger y cultivar la atención. Preservar el derecho de las personas a concentrarse, es uno de los retos que ahora está sobre la mesa. El Manifiesto Onlife, encargado a un panel de expertos por la Comisión Europea, reclama que la atención no sea considerada como una mercancía.
En un mundo cada vez más regido por las lógicas de la llamada “economía de la atención”, donde la valoración de una gran empresa del nuevo ecosistema tecnológico está ligada a su capacidad para atraer ojos e interac­ciones, necesitamos de una tecnología que esté al servicio del ser humano, que nos permita elegir, que haga que nuestra vida sea mejor, que nos haga más libres, y no una que secuestre nuestra atención y que se rija por la lógica del negocio. En nuestras manos está reclamarla. Atentos.

Fuente: Extractado de El País, España, 24 Jun 2017.


domingo, 9 de julio de 2017

¿Dónde estamos?

Por P. Carlos Miguel Buela

Estamos en el vórtice del ciclón. En el centro del drama de la humanidad dolorida de estos últimos tiempos. En estos últimos siglos se desarrolló una suerte de pulseada planetaria, donde no se pide ni se da cuartel.
¿Cuál es, a nuestro entender, la naturaleza de esta lucha? Es de orden intelectual, espiritual, ideológico.
¿Cuáles son los contendientes? En última instancia, sólo dos. Es la lucha de la trascendencia contra la inmanencia. Del ser contra la nada. Del Éxtasis contra el éntasis. De la visión cristiana que brota de la Encarnación del Verbo contra el drama del humanismo ateo.  De los Santos Padres y Doctores de la Iglesia contra los modernos sofistas. De lo católico contra lo gnóstico. Del ser pleno –esse- de Santo Tomás de Aquino contra el ser vacío –Leeres Sein- de Hegel.
¿Es desde hace mucho tiempo que se desenvuelve esta batalla? Esta batalla comienza hace mucho tiempo con la lucha en el cielo entre el “Non serviam” del Enemigo y el “¿Quis ut Deus?” de San Miguel. Esta guerra en sus principios es cosa pasada, en los efectos es algo absolutamente actual. Con todo, propiamente, toma envergadura y debacle planetarios con la fractura del protestantismo, luego del filosofismo liberal, por último el humanismo y marxismo ateos.
¿Dónde se efectúa esta batalla? En la mente y en el corazón de cada hombre y mujer. Lo sepa o no. Lo quiera o no.



Fuente: Extractado de El ojo de tormenta, Presentación. En Fontana, P. Elvio (1995) In Memoriam. R. P. Cornelio Fabro. San Rafael, Mendoza: Ed. Del Verbo Encarnado.  P. 5.