sábado, 9 de julio de 2016

La Patria

Amar la patria es el amor primero
y es el postrero amor después de Dios;
y si es crucificado y verdadero,
ya son un solo amor, ya no son dos.

Amar la patria hasta jugarse entero, 
del puro patrio Bien Común en pos, 
y afrontar marejada y viento fiero; 
eso se inscribe al crédito de Dios.

Dios el que no se ve, Dios insondable;
de todo lo que es Bien, oscuro abismo,
sólo visible por oscura Fe.

No puede amar, por mucho que d'Él hable
del fondo de su gélido egoísmo,
quien no es capaz de amar ni lo que ve.

Paul Verlaine, en versión del P. L. Castellani


Bandera del Inst. "Alfredo Bufano". Foto: Gentileza de José M. Pérez

jueves, 7 de julio de 2016

Nos habla una vieja foto


¡Qué elocuencia hay en la imagen!
Un grupo de niños rodeando al maestro... varias expresiones en sus rostros: alegría, curiosidad, deseo de autonomía, reflexión,... hay uno, el más pequeño, que tiene su mano puesta en la de él, firmemente apoyada sobre esa rodilla que se ha hecho paterna. El niño mira hacia abajo, está triste aún, o pidiendo silenciosamente más consuelo. Algo pasó que lo ha dejado compungido. Pero también hay alguien que lo protege, y lo hace al modo varonil, con firmeza, con la vista hacia adelante, transmitiéndole seguridad en el afectuoso y austero apretón de su manita.
¿Qué habrá sido tener a Marechal como maestro?
¿Qué serían sus clases, sus lecturas en voz alta, sus diálogos, sus miradas?
Él, que escribió :

“Señor –le dije-, clavo la rodilla y la frente,
pero, ¿cómo salir de la noche doliente?”
 Y respondió: "En su noche toda mañana estriba:
de todo laberinto se sale por arriba
si el alto Amor lo quiere". Pero la Ciencia dijo:
"En horas de tiniebla no te apresures, hijo.”

Esa sabiduría y esa templanza, estaban ya dibujadas en la mano que sostiene, que da cariño, apoyo y aliento.


Escuela "Juan B. Peña" en Trelles al 900, Buenos Aires

martes, 5 de julio de 2016

¿Qué pido a los educadores?... Habla Saint-Exupéry


Saint-Exupéry
Por eso hice venir a los educadores y les dije:
-No estáis encargados de matar al hombre en los pequeños, ni de transformarlos en hormigas para la vida en el hormiguero. Porque poco me importa que el hombre esté más o menos colmado. Lo que me importa es que sea más o menos hombre. No pregunto primero si el hombre será o no feliz, sino qué hombre será feliz. Y poco me importa la opulencia de los sedentarios saciados, como el ganado en el establo. 
No los colmaréis de fórmulas vacías; sino de imágenes cargadas de estructuras.
No los llenaréis de conocimientos muertos; sino que les forjaréis un estilo para que puedan asir.

No juzgaréis de sus aptitudes por su aparente facilidad en tal o cual sentido. Porque quien va más lejos y logra mayor éxito es el que más ha trabajado en contra de sí mismo. En primer lugar, pues, tendréis en cuenta el amor. 


Fuente: Antoine de Saint-Exupéry (1966) Ciudadela. Buenos Aires: Goncourt. Cap. XXV, p. 90.