sábado, 25 de febrero de 2017

Bullying: análisis y propuesta

La Dra. Graciela B. Hernández de Lamas ha abordado el tema en el II CONGRESO INTERNACIONAL MOBBING - BULLYING, Buenos Aires. Argentina, 8/5/2014.

ASPECTOS PEDAGÓGICOS DEL BULLYING o

El bullying: un desafío pedagógico



I. Introducción: El problema
Agradezco la invitación para participar de este Congreso, ya que es una buena ocasión de reflexionar sobre un tema que hoy se impone en las agendas más variadas, muy especialmente en la educativa.
Mi enfoque es pedagógico. Lo mío es la educación, la escuela, y desde ahí voy a abordar el tema. (Estamos hablando de niños y adolescentes, no adultos, no mobbing).
En este fenómeno, tan posmoderno, se entrecruzan causas y condiciones de tipo psicológico, cultural, ético, sociológico, jurídico, y muchos otros. Lugar aparte merecen por supuesto las influencias de los medios de comunicación y las redes sociales, que potencian los aspectos mencionados.
Todos estos problemas e ingredientes desembocan en este lugar tan especial, que es la escuela, eco y resumen de sociedades varias. Y por importantes que sean otros escenarios, el de la escuela es el decisivo, ya que es en este ámbito donde se generan todos los fenómenos de bullying. Porque a la escuela asisten quienes están formando su personalidad. Y aquí está la oportunidad de cooperar para que el “producto escolar”  sean personalidades maduras, no victimarios, no víctimas. Si la escuela cumple su misión, se acabó el bullying (al menos como epidemia, que es lo que trataré de mostrar).
Los problemas más frecuentes en la escuela con estos fenómenos suelen terminar en la derivación de los alumnos para que se encargue de ellos un “especialista”, es decir, se terceriza su educación; o en ignorar estas situaciones; o en procurar una “contención” a niños y padres, (término que no se sabe bien nunca qué significa) mientras se dice que es cosas de chicos y que ya va a pasar. Y en la primera ocasión, se trata de que los actores de estos problemas se dirijan a un nuevo establecimiento.
Nos tenemos que hacer cargo del problema. Veamos en qué consiste.

II. Las palabras. El fenómeno
Se ha generalizado tanto esta temática que se ha convertido en una especie de epidemia, potenciada por las características culturales actuales y el efecto de los medios de comunicación masiva. Y la escuela, los docentes, los padres, los mismos chicos, se encuentran ante un fenómeno frente al cual todos se sienten, nos sentimos un tanto impotentes. Voy a ir dando los datos previos del problema para armar el concepto y luego, en una tercera parte, los tomaré en busca de soluciones o caminos de soluciones.
El primer punto se relaciona con los términos que usamos. Se suele hablar de bullying como de violencia escolar. En todo caso será violencia en la escuela. La escuela no es quien ejerce la violencia. En la escuela, en efecto, hay muchos problemas de violencia. ¿El bullying es violencia? Sí. Pero no cualquier violencia. ¿Es acoso? Sí. Pero no cualquier acoso. ¿Es manipulación? Sí, pero no cualquier manipulación.
Es un fenómeno de dinámica grupal (que incluye violencia, acoso, manipulación,…) que se caracteriza por una cierta asimetría de poder entre distintos actores.  Pero cualquier asimetría de poder tampoco es bullyng. Ésta es una dinámica de tipo  patológico, en mayor o menor medida. (Esto es importante: es patológico, no hay que acostumbrarse, no es algo que va a pasar).
¿Cuándo se trata realmente de B[1]? Cuando, además de lo que venimos diciendo, se cumplen ciertas condiciones.  Ante todo es  un proceso motivado por un comportamiento agresivo (de parte de un victimario o matón) con el fin de hacer daño a alguien. Este perjuicio puede ser físico, moral, psicológico. Es un proceso, que si no se detecta y detiene se torna inmanejable. Empieza siendo algo de poca importancia, una peleíta más, pero ahí quien es víctima muchas veces puede “decidir” si el proceso (de bullying) comienza o no. Algunos maltratos, conflictos escolares cotidianos, asumidos o ignorados por una víctima potencial, se podrían haber convertido en arduos procesos de  bullying, prácticamente irresolubles.
Además de ser un proceso se tienen que dar cuatro elementos básicos: una víctima, un victimario (el matón) y dos públicos: Uno que apoya a la víctima, pero no la defiende y  es testigo silencioso. Y otro,  el que apoya al matón: lo estimula, es el aplaudidor nato, que también está siendo manipulado y también es víctima. Y todo esto se tiene que dar en un cierto tiempo prolongado.
¿Por qué la víctima es víctima y el victimario es tal? Ésta es la gran pregunta, cuya respuesta sería la punta del ovillo para resolver cada problema de este tipo.
El maltratador, victimario, matón, tiene una personalidad dominante. Suele ser un chico intuitivo que está atento, vigilante, y por eso ve características de sus compañeros o de su entorno que los demás no ven. Y a su debido tiempo los va a explotar.
Al principio goza imaginariamente con estrategias y planes para perturbar a estos sujetos que ha elegido para victimizar. Y suele comenzar ejerciendo violencia física. A medida que crece este sujeto victimario, perfecciona su discurso. Ante todo lo que busca es controlar a otros (actitud que puede verse desde el hogar, ya que trata de ejercer algún tipo de control sobre sus mismos padres, sin que se sospeche que puede llegar a hacer lo que en efecto va a protagonizar más tarde). Lo que se va gestando en su personalidad es una cierta apatía emocional y moral. A estos chicos les cuesta sentir con el otro, compadecerse; más bien goza con las desgracias ajenas. Y hay una cierta complacencia también en planear estrategias de maltrato. Si se considera con buena fuerza física, y ése es su fuerte, actuará directamente. Si no, consigue quien haga el “trabajo sucio” por él y entonces  trata de pasar desapercibido, con sus astucias constantes para no asumir las consecuencias ingratas del asunto. A pesar de que pareciera tener una alta autoestima siempre necesita mostrarse a sí mismo y a los demás de que es capaz de sobresalir del resto de los mortales. Tiene, por otra parte, poca tolerancia a la frustración.
El sujeto sometido o víctima, tiene rasgos de personalidad básicamente no demasiado disímiles al victimario. Tiene también muy baja autoestima y poca tolerancia a la frustración. Pero vive las situaciones de modo diverso a la del matón. La víctima asume el rol de quien “se mereciera” lo que le pasa, como si hubiera hecho algo por lo cual el “otro” actúa como tal (que puede ser un defecto o una discapacidad física imaginaria o real). Y  frente a la frustración de los hechos se encapsula. Esa culpa y ese miedo lo paralizan y pasa largos ratos pensando en lo que debería haber dicho, en por qué le sucede esto, etc. (La misma actitud que el matón: imagina, ensueña todo el día las estrategias de los sucesos vividos o posibles). Y hasta haría o daría cualquier cosa por ganarse la simpatía del matón. Esto es lo que lo debilita y le da fuerzas al victimario. A veces estos chicos, víctimas, optan por una actitud parecida en relación con el mundo adulto. Por ejemplo con el maestro, a quien quieren seducir para su causa. Y suele ser rechazado por el docente. Lo que agrava la situación. Otra característica en común con el matón es la dificultad para hacerse de amigos verdaderos. Sienten que siempre son injustos con ellos y piensan que todos lo quieren atacar. Cuando consiguen contar algo de lo que les pasa, por ejemplo a sus padres, éstos suelen acompañar y apañar la actitud de sus hijos y se presentan al colegio con el mismo alegato que el de ellos, impenetrables a cualquier discurso que no concuerde con el propio. O adoptar la otra alternativa fuerte: decir que ya va a pasar, no creerle, o considerarlo culpable. Pero cuidado, todas estas actitudes familiares pueden ser motivadas por la mera comodidad, para no escuchar al chico, ni contemplar el asunto ni hacerse realmente cargo del problema.
El grupo de apoyo al matón, que es manipulado por éste, y no se anima a hacerle frente. Los chicos que lo conforman se sienten en el fondo importantes porque les han dado un lugar en la vida. Y han sido elegidos nada menos que por el fuerte del grupo. ¿Qué es lo que tienen en común con los sujetos trabajados hasta el momento? Búsqueda de una identidad; su carencia genera baja autoestima e inseguridad; falta de proyecto de vida valioso; el no sentirse capaz de, no sentirse agente. Estas dinámicas grupales de las que participan, los hacen sentir de algún modo protagonistas, aunque no sea de algo que ellos mismos han planeado. Y su proyecto es nada más que obedecer al líder del grupo, agradecer semejante privilegio y comportarse de modo de lograr su aprobación. Que a veces llega en forma de acusación. Es decir, cuando hay que mostrar a los responsables de algunas acciones, el matón suele delatarlos, ante la perplejidad de la nueva víctima.
El cuarto elemento está representado por el grupo testigo. Éste está conformado por aquellos que observan la situación. Se dan cuenta de que se está cometiendo una injusticia, pero no se animan ni a denunciarla ni a prestar apoyo público a la víctima. Cuanto mucho “en secreto” le manifiestan una cierta solidaridad. Temen que, si son descubiertos, las agresiones se tornen hacia ellos. Pueden observar apoyando a la víctima, compadeciéndose de ella o, para justificarse por su cobardía piensan, con cierto placer: “por algo será”, “en el fondo se lo merece”. Aunque a veces muestran cierta sensibilidad, algunos son incapaces de advertir como extraña e incorrecta la violencia. Han sido testigos de numerosos hechos de violencia que los ha anestesiado. Parecería que “la vida es así”. De todos modos, hay un patrón común con todos los actores que hemos visto: no hay correcta estima de sí, no hay proyecto de vida valioso, no hay jerarquía de valores, no hay una actitud y conciencia moral formadas.
La quinta condición es que todas estas actitudes se dan en un espacio y en un tiempo prolongados. Un solo acto de agresión, de violencia, de intimidación, de acoso, no es bullying. (Los chicos dicen “me empezó a bulliar”…).

III. Argumentación
¿De qué depende que alguien, ante un ataque, se convierta en víctima en adelante? ¿De qué depende que alguien, ante una conducta, se convierta en victimario? Los dos actores principales tejen una red a su alrededor: ¿Qué lo movió a éste a atacar? ¿y al otro a callar, a someterse? ¿Cuál ha sido el entorno familiar? ¿El mandato recibido en la familia y en la escuela?
Éste es un proceso complejo, multicausal, que no responde a asertividades matemáticas. La familia constituye el útero espiritual en el que se han formado estas personitas. Pero no hay que caer ni en culpas ni en determinismos. Por otra parte estamos rayando muchas veces en estas cuestiones la patología, actual o potencial. Vamos a quedarnos en el plano pedagógico, tratando de no tercerizar más la problemática educativa. A veces parecería que patologizamos las situaciones para desentendernos de ella.
¿Cuál es la herramienta que tiene el educador, maestro o padre o madre de familia en estas situaciones? La educación, en tal o cual aspecto de la misma.
Hasta el momento hemos asumido que: el bullying existe; es un proceso, que tiene 5 componentes. Y hay rasgos comunes. A partir de aquí vamos a intentar reflexionar sobre posibles soluciones.

IV. Conclusiones
Creo que más que soluciones lo que traigo son nuevas preguntas, o caminos para afrontar este desafío.
El bullying en realidad es el emergente de problemas mucho más profundos (de tipo personal: angustia, ansiedad, incomprensión, falta de conciencia moral, falta de autoestima, etc. Sociales: ambientes perturbadores, violencia generalizada, poco diálogo familiar, poco “pensamiento” familiar, mucha TV e internet,….).
1. Pero ante todo es un problema moral. Nadie puede maltratar a otra persona. No tiene ningún derecho. Estamos hablando de personas.
Ahora bien: El mal está mal, pero hay que tratar de no caer en el facilismo de que las víctimas son los niños buenos y estudiosos y los victimarios son los chicos malos. Unos y otros necesitan de nuestra ayuda y nuestra mirada pedagógica, como padres y como maestros. La familia y la escuela deben caminar juntos, de eso no hay duda.
La pregunta clave, para poder prever, es: ¿por qué este niño se transformó en ese chico agresivo, el matón del grado, que gusta mortificar a sus compañeros? ¿Por qué este otro se transformó en víctima?
2. Un aspecto que aparece y reaparece en los distintos actores es el de la autoestima. Y en su tratamiento se suele confundir este concepto. Se toma como un quererse, un valorarse espontáneo. “Querete, tenés que valorarte, tenés que mejorar tu autoestima”-oímos frecuentemente. Pero esto no se da mágicamente. La generación de la autoestima es un proceso que debe ser ayudado, que no se da correctamente por sí solo. Los cognitivistas, que lo han estudiado en serio, hablan  de ciertos pasos: autoatención, autobservación, autopercepción, memoria autobiográfica. Recién ahí se está en condiciones de tener un autoconcepto más o menos ajustado. Éste es una síntesis integradora que se va asentando a lo largo de la vida, y que será la base real de una autoestima consistente. El autoconcepto es muy importante por sus efectos: es el que se encarga de filtrar las percepciones, lo que implica saber qué se deja pasar y qué no, qué me influye y qué no. Es también el que garantiza una estabilidad en la conducta. Sin este autoconcepto claro no puede la persona aceptarse a sí misma. La aceptación de sí previene del resentimiento (querer vengarse de los que tienen lo que uno no pudo conseguir) y del victimismo (la responsabilidad y la culpa es de los otros), sentimientos negativos que destruyen a la persona y a su entorno. Esta aceptación de sí mismo es una escuela de comprensión y compasión. ¿Dónde se forma esta autoestima? En primer lugar en el hogar. Y la escuela siempre sigue y complementa esta formación[2]. Si es tan importante, ¿por qué no procurarla, poner los medios para formarla? Esto no se ve en ninguna agenda.
3. Con esta aceptación de sí, que implica el quererse bien, estamos en condiciones de pensar en la formación de un proyecto de vida.
El proyecto de vida claro, es decir, el saber qué quiero hacer de mi vida y con mi vida, marca el fin de la adolescencia, que no siempre coincide con las edades cronológicas. Si bien es el término de todo un período de formación, se comienza a formar desde la primera infancia. Ir planificando la vida desde pequeño, en el juego, en el descanso, en el estudio, en la colaboración en casa, en la escuela, implica priorizar lo que es importante. Una vida planificada no deja lugar a lo insignificante. Mira hacia adelante. La persona que tiene sus objetivos claros puede asociarse, puede compaginar con otro la diversión, el juego y el trabajo. Pero no está pendiente de lo superfluo, de lo que no aporta. Virgilio le dice a Dante: No se ocupe más en eso tu pensamiento; ponlo en otra cosa, y aquél, que permanezca donde está[3].
4. Un proyecto de vida implica elecciones. Y al elegir algo estamos desechando opciones. Estamos limitando nuestras aspiraciones.  Estamos en el ámbito, en el tema de la libertad. En un sentido nacemos libres, pero en realidad, somos más liberables que libres[4]. Hay que aprender a ser libres. Y si se aprende, hay que enseñarlo. Hay que enseñar a elegir, creando ocasiones para ello, lo cual implica enseñar a limitarse, a autolimitarse. Pero primero los límites vienen desde afuera, vienen de la voz de los padres y maestros. La conciencia del niño se forma con la internalización de los consejos y mandatos familiares que se encuentran con la incipiente conciencia propia, con la misma ley grabada en el corazón del hombre, que nos dice qué está bien y qué está mal. A los padres nos cuesta poner límites. Pero el niño los necesita. Un niño sin límites está desamparado, y a merced de sus propios caprichos. Y se va acostumbrando al quiero ya, se va haciendo intolerante ante la frustración. El capricho y el berrinche de hoy generan el matón y la víctima de mañana. En todo caso un chico infeliz.
5. Otro ingrediente de este complejo pedagógico es el enseñar a pensar y a hablar. Es necesario generar espacios de conversación genuina, en donde el niño o adolescente pueda participar con libertad. Y en esa conversación hay que cuidar que no se infiltre la violencia, que siempre se presenta enmascarada. Cuestiones muy sencillas hay que tener en cuenta: respetar los turnos de habla; no desvalorizar las opiniones. Creo que hay que enseñar a los chicos que hay pocos dogmas y pocas reglas a seguir en el pensar, pero hay que respetarlas. Hay que cuidar el vocabulario: desterrar las ironías, las descalificaciones, el pensamiento asertivo (es así porque es así, blanco o negro todo), la rotulación permanente, el discurso “políticamente correcto o no”. Por el contrario hay que favorecer un lenguaje directo, veraz, lo más transparente posible. Y hay que enseñar a expresarse. Cada vez más hay que ayudar en esto a nuestros niños y adolescentes. Hablar no quiere decir no estar en silencio, decir palabras. Significa elegir la palabra adecuada para decir lo que las cosas son, para decirse a sí mismo. Significa poder expresar los propios sentimientos, y ser capaz de escucharse. Implica también poder escuchar al otro con empatía (ponerse en la mente del otro, lo que los cognitivistas llaman psicología de la mente). El no poder expresarse, el no poder decir lo que se siente y piensa, genera impotencia que se traduce en violencia. (Si yo pudiera decirme a mí mismo que tengo celos del otro, tal vez no lo tenga que agredir; si yo pudiera decirle al otro que está mal lo que está haciendo, sin temores, tal vez impediría un bullying en mi clase; si yo pudiera decir…).
6. Un recurso muy a la mano del hogar y de la escuela para toda esta propuesta (que no pretende ser más que un intento de pensar la cuestión) es siempre fomentar la lectura: cuentos, fábulas, historias de vida, noticias periodísticas. La lectura y el comentario acerca de lo leído contribuyen a destrabar la personalidad encapsulada. Muchas veces, tanto adultos como jóvenes y niños, no registramos lo que nos pasa. Pero cuando lo vemos en el cine, en un cuento, en una historia, percibimos con claridad el peso que tiene, por la distancia y objetivación que implican[5].
7. Hay que favorecer la amistad y la pertenencia a un grupo valioso. La amistad se construye, siempre buscando el bien del otro. Se suelen dar dos tendencias opuestas: buscar al amigo para que satisfaga todos mis caprichos, persiguiendo mi propio bien y no el del otro, o por el contrario, tratar siempre de quedar bien, tener miedo a perderlo. Ambas posturas, no amistosas, favorecen cualquiera de los cuatro ángulos del bullying.
8. En definitiva, se trata de discernir hacia qué valores orientar nuestras vidas. Y esos valores en cuanto se encarnan en el sujeto, se convierten en virtudes. Es decir, en modos habituales de conducirse hacia lo bueno. Si no se educan las virtudes fundamentales en el hombre, vamos a seguir siendo lobos o presas para nuestros hermanos. Vimos que el “matón” se caracteriza por su falta de compasión y de solidaridad, por su falta de percepción y vivencia de lo que es la justicia. Y por su falta de responsabilidad. Todo un plan de educación: formar estas virtudes.
9. Finalmente, es bueno repensar y volver a decirse cuál es el fin de toda educación: que el niño, el adolescente, llegue a una plenitud dinámica, estado por el cual se auto-conduce recta y libremente hacia su propia perfección, al bien común familiar, escolar, político y en definitiva a Dios. Si se saca del planteo educativo el fin trascendente del hombre, si se sustrae a Dios de la educación, muy probablemente nos quedemos sumergidos en un laberinto sin salida.
10. En definitiva, creo que es posible y es urgente volver a una auténtica educación que genere hombres y mujeres maduros. La madurez[6] consiste en la posesión armónica de virtudes. Hombres virtuosos, con conocimiento de sí y de los otros, con sentido de la responsabilidad y de la justicia, con amor encarnado hacia sus hermanos, es imposible que generen situaciones de bullying[7].
El desafío es grande, pero vale la pena: Si la escuela educa se acaba la epidemia del bullying.




[1] El término fue acuñado, según algunos autores, por un psicólogo noruego Dan Olwens para referirse a las dinámicas de acoso escolar.
[2] En todo el tema de la autoestima y formación del autoconcepto sigo a Ianantuoni, Elena: La atención de la autoestima como estrategia docente. Buenos Aires, CIC – Polo de desarrollo, 2003.
[3] Dante: Divina Comedia. Infierno, canto 29.
[4] Expresión del pedagogo argentino Francisco Ruiz Sánchez.
[5] El rey David interpelado por el Profeta Natán acerca de su conducta.
[6] Así la define David Isaacs en La formación de las virtudes humanas.
[7] Ligado a la madurez está la hoy llamada inteligencia emocional, que es esa capacidad por la que no sólo entendemos una situación sino cómo comportarnos frente a ella, no sólo intelectual sino prácticamente, con dominio sobre nuestras propias emociones. 

viernes, 24 de febrero de 2017

Bullying: la indulgente pedagogía moderna es la culpable

Más se habla del fenómeno, más impotente se muestra la escuela para frenarlo. Se ha “confiscado la autoridad del profesor”, acusa un especialista. Las desopilantes “orientaciones” oficiales para docentes.

Por Claudia Peiró 23 de febrero de 2017
cpeiro@infobae.com

El bullying está de moda. El problema no es nuevo. Lo nuevo es la impotencia para frenarlo. Proliferan especialistas, ong, libros, especializaciones, seminarios, campañas y hasta una ley… Un crecimiento inversamente proporcional a los resultados.
Tal vez no se está apuntando a donde corresponde.
El especialista en educación Narodowski es categórico: "El 'bullying' es el reconocimiento de la rendición de los adultos a actuar como tales". "En los nuevos tiempos indoloros de desresponsabilización adulta –explica el ex ministro de Educación porteño y autor de Un mundo sin adultos. Familia, escuela y medios frente a la desaparición de la autoridad de los mayores-, el bullying ocupa el lugar de la vieja disciplina escolar, del control férreo, la vigilancia precisa, la sanción, el castigo, que presuponía una autoridad adulta incuestionable y muchas veces autoritaria a la que los niños debían obedecer. Con la paulatina  desaparición de la autoridad de los adultos los conflictos se vuelven anónimos: ya no hay una voz autorizada a la que recurrir".
"La ideología de la indulgencia ha construido el fenómeno", acusa sin vueltas Samuel Piquet, profesor y columnista de la revista francesa de debates Causeur, en un artículo demoledor contra la "escuela moderna" a la que señala como "responsable" de que el acoso escolar se haya convertido en un fenómeno irrefrenable.
Lo que vale para el "patoteo" vale también para la violencia de alumnos hacia profesores o de los padres hacia los docentes. Es otro dique que ha cedido, arrasando con la autoridad.
"Como en muchos otros flagelos que deterioran la convivencia social, la impunidad es la clave –escribe Piquet-. No hay castigos, no hay culpables; siempre hay atenuantes y culpas colectivas que diluyen la responsabilidad".
Cualquiera que escuche esta descripción pensaría que está hablando de la Argentina: "Los docentes hacen lo que pueden, es decir no gran cosa, despojados como están desde hace años de toda autoridad; el Ministerio (de Educación) está persuadido de que los principales peligros que acechan al niño en la escuela son la humillación (¡por los profesores!) y el aburrimiento, a los cuales hay que poner remedio mediante la 'pedagogía de la indulgencia';  los adultos ya no tienen ningún poder desde que la escuela decretó que la palabra del alumno valía tanto como la del profesor; la dirección cierra los ojos o minimiza los actos de acoso y no castiga más a sus autores".
"Los (alumnos) acosadores no son casi nunca excluidos", dice Piquet. La consecuencia es la impunidad y por lo tanto la reproducción del fenómeno. "No se puede predicar sin cesar la indulgencia hacia los 'verdugos', hacerlos pasar por víctimas y esperar que desaparezcan milagrosamente esos vejámenes", agrega.
"En esta escuela que ha invertido todos los valores, a los acosadores se les buscan todas las circunstancias atenuantes posibles. Y es por lo tanto mucho más frecuente que sea el acosado el que deja la escuela".
Todo parecido con Argentina no es casualidad, sino resultado de los mismos enfoques y las mismas claudicaciones de la autoridad educativa. Y adulta en general.
"Invitando a los 'educandos' a edificar ellos mismos su propio saber–agrega Piquet-, (la escuela moderna) ha confiscado la autoridad del profesor. Buscando por todos los medios hacer de éste último un par del alumno, lo ha convertido en un ser incapaz de protegerlo de sus camaradas".
Este reconocimiento es un primer paso. Falta ver qué se hará. La nueva gestión elige poner el acento en la formación docente. 
Pero, ¿no está deteriorada esa relación asimétrica en la escuela actual?
"Sin asimetría entre adultos y niños no hay educación –insiste Narodowski-. La utopía de una escuela indolora, 'copada', para 'disfrutar', como valor único y supremo de la existencia, es un artilugio para no hacerse cargo de formar. Es un remedio 'progre' para no sentir el dolor de nuestra cultura contradictoria y renegar de nuestro lugar de adultos que, lo queramos o no, somos a quienes recurren nuestros alumnos para reconocer los límites que impone la vida social. Negarnos a esa palabra, negarnos al no, es habilitar cualquier forma de vínculo, incluso los más abyectos".
Fustiga también la deserción adulta y la idea de que el bullying es un problema a solucionar "entre todos", como sostienen "los nuevos especialistas indoloros, en un mundo en el que las responsabilidades entre grandes y chicos tienden a igualarse y donde las relaciones son cada vez más desjerarquizadas".
Lo que está desvirtuado, en el fondo, es la función misma de la institución: "En una escuela 'divertida' donde los alumnos no deben aburrirse y en la que el valor mayor es el 'entusiasmo', los conflictos o las agresiones están vistos como un fenómeno exterior a la educación que debe resolverse con consensos aplanados o, en casos extremos, debe tercerizarse en especialistas", dice Narodowski. Y remata: "La autoridad docente quedó relegada a una sombra por temor al exceso autoritario. En la escuela esto es cada vez más evidente siendo que los más grandes ya no están llamados a hacerse cargo de dirimir conflictos entre niños o adolescentes, sino que son espectadores o, en el mejor de los casos, unos árbitros muy blandos".
No existen estadísticas sobre bullying –no las había en la anterior gestión-, lo que vuelve difícil evaluar resultados. Las herramientas heredadas por el nuevo gobierno son dos documentos pomposamente bautizados "Guía Federal de Orientaciones para la intervención educativa en situaciones complejas relacionadas con la vida escolar n° 1 y 2". Por si no alcanzara, un subtítulo agrega: Recuperar el saber hacer de las escuelas en relación con la convivencia y el cuidado comunitario.
Las guías ministeriales son producciones de 2014, gestión de Alberto Sileoni. Una veintena de páginas cada una y un total de más de 20 mil palabras para decir muy poco de concreto. Al eufemismo, a la jerga pedagogista y a la redundancia conceptual, se suma un lenguaje inclusivo que -como educadores deberían saberlo- es incorrecto castellano. "En esta guía se sostiene que la intervención institucional se define por su potencial de transformación de los sentidos y modos de la organización escolar (espacios, tiempos, posiciones, tareas y trabajos, modos de circulación de la palabra y de asunción de responsabilidades en la escuela) (…) Así también promueve miradas interdisciplinarias y la asunción de la propia responsabilidad junto a con otros y otras, en tanto adulto y adulta, docente, directivo o directiva,…."
Aunque el documento incluya entre sus objetivos el "propiciar una política de cuidado de cada estudiante, estableciendo un vínculo asimétrico entre las personas adultas frente al alumnado", la escuela argentina hace tiempo viene destruyendo ese vínculo mediante la deslegitimación del rol docente y la propia guía se contradice renglones después.
Por caso, se propone "pensar la generación y desarrollo de vínculos en las escuelas a partir de la construcción de una autoridad pedagógica democrática, entendida como la autoridad construida a partir del diálogo, del reconocimiento del otro y una asimetría entre personas adultas y jóvenes…". La economía de palabras no es virtud de los autores de la guía.
La mayor parte de las recomendaciones están dirigidas a evitar que los adultos estigmaticen a los pequeños angelitos. "…. las acciones de niños, niñas y adolescentes deben nombrarse de modo que no estigmaticen ni rotulen la identidad de los involucrados, tal como está estipulado legalmente [N. de la R: nótese la amenaza velada]. Asimismo los modos de intervención deben mantener propósitos principalmente educativos y no punitivos, jurídicos o patologizantes".
Pasar a las propuestas de la guía es sólo más frustración. El docente debe analizar el problema en sus muchas dimensiones y además tener en cuenta una serie de leyes –14, ni más ni menos- además de las provinciales, si cabe, y las resoluciones del ministerio: por ejemplo, Ley de Educación, de Derechos de los niños, de Identidad de género, de Migración (¿?), de Bullying, etcétera. Se insiste en que los niños son "sujetos de derecho, superando el paradigma tutelar".
De entrada se desresponsabiliza al alumno y se culpa al entorno. "Podemos afirmar que las respuestas violentas de las alumnas y los alumnos se producen en muchas ocasiones frente a la supresión o negación del conflicto, frente a la falta de reconocimiento de las posibilidades del estudiante, frente a la negación de las diferencias, frente a la ausencia de proyectos y a la falta de intervención de las personas adultas".
Las recomendaciones para el "Antes (del conflicto)" son "no minimizar los pedidos de ayuda", "crear en la escuela un clima de valores", "un pluralismo razonable" porque "en la homogeneidad sólo encontraremos disciplina, rutina y ausencia de respuestas a lo inesperado".
Nótese que la única mención a la disciplina en toda la guía es con categoría de mala palabra.
Se sugiere desplegar "estrategias pedagógicas tendientes al desarrollo de habilidades en la búsqueda de arribar a la resolución no violenta de conflictos y la participación ciudadana". ¿La concisión?: bien, gracias.
A no desesperar. Por si no bastara con esta guía, hay una segunda, más extensa. Aquí se tratan temas realmente serios, como la agresión de alumnos o de padres hacia los profesores y hasta la aparición de armas en las aulas, pero no por ello se aportan soluciones. Sólo algunas indicaciones genéricas que cualquiera que transita las aulas argentinas sabe que no se cumplen.
Otra recomendación: "Contener al estudiante, poner en palabras la situación; y conversar acerca de lo ocurrido (…) evitando los detalles y la estigmatización". Y, por supuesto, "no olvidar (…) el trabajo acerca de las causas o situaciones".
Pasamos a las "violencias entre personas adultas", eufemismo para referirse a los cada vez más frecuentes ataques de padres a docentes. "Ante una agresión se debe procurar mantener la calma, tratando de contener la situación", sugieren. Siguen otras obviedades como intentar calmar al agresor, avisar a las autoridades, al médico si hay heridos, y nuevamente "contener al docente" agredido, etc.
Más concretas son las instrucciones para encarar a un alumno armado… Hay que tratar de llevarlo a la dirección para aislarlo del resto. Convocar a la familia, evaluar si cabe revisarle la mochila (cuidado con su la privacidad). "El tema no debe ser planteado como un delito [sic], sino como una preocupación".
Si efectivamente tiene el arma, el docente debe "intentar convencer a la o el estudiante de que apunte el arma hacia un mueble o piso de madera o hacia una mochila con libros, (…) pedirle que saque el dedo del gatillo; sugerirle que deje el arma sobre un superficie horizontal", etcétera. Es textual.
Se recomienda "la realización de talleres y jornadas de reflexión e intercambio grupal", "tener presente el rol de la escuela en la promoción y protección de los derechos", y siguen largas parrafadas sobre maltrato infantil, violencia de género en el noviazgo, abuso sexual, suicidio, etcétera.
La conclusión es que el maestro tiene que ser asistente social, psicoanalista, psicólogo social, terapista de grupo, animador, abogado conocedor de leyes, relacionista público… Y policía o por qué no swat, para desarmar a un alumno.
¿Cuándo enseña? En síntesis, los docentes están atrapados entre la liviandad de las autoridades educativas y la tendencia de las demás autoridades a dictar leyes que serán letra muerta.

Fuente: Extractado de  www.infobae.com, 23/2/2017

martes, 21 de febrero de 2017

Niños heroicos, niños santos


Posted by Isabel Orellana Vilches on 19 February, 2017
Junto con su hermano, el pequeño Francisco, y su prima Lucía, Jacinta compone la tríada de pastorcitos a los que se les apareció la Virgen María en Fátima. Francisco nació en Ajustrel el 11 de junio de 1908, y Jacinta vino al mundo en esa misma localidad el 11 de marzo de 1910. Lucía era la mayor, nació el 22 de marzo de 1907. Fue la superviviente de los tres. Falleció el 13 de febrero de 2005. Ella y los dos hermanos compartían confidencias, jugaban y rezaban unidos mientras cuidaban del rebaño. Lucía les hablaba de Cristo. El prodigio que aconteció con los niños se produjo entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. El lugar elegido por la Virgen para hacerse presente ante ellos fue Cova da Iría. Como les sucedió a otros videntes, los pastorcitos también sintieron su corazón henchido de amor por Dios y por la humanidad, disponiéndose a ofrecer sus sufrimientos para rescate de los pecadores.
Francisco y Jacinta Marto, de 9 y 7 años.

Sus desdichas aparecieron desde el primer instante en el que hicieron partícipes a otros de la celeste visión. Fueron objeto de malas interpretaciones y calumnias, perseguidos y encarcelados. Pero todo lo soportaron con paciencia y humildad dando pruebas de heroica fortaleza, pese a su corta edad. En particular Francisco actuó con hombría cuando fueron amenazados de muerte, a menos que declararan falsas las apariciones. Él infundió valor a Jacinta y a Lucía. Los tres se mantuvieron firmes: «Si nos matan no importa; vamos al cielo». De forma específica se hizo patente su espíritu martirial cuando le engañaron llevándose a su hermana, a la que supuestamente iban a sacrificar: «No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso». También fue palpable su inocencia evangélica y candor en el transcurso de su enfermedad. Siempre deseó consolar a Dios y a la Virgen en los que le pareció entrever su tristeza: «¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que Él este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo», confió a su prima. El Padre se llevó tempranamente junto a Él a este pequeño beato el 4 de abril de 1919.
Su hermana Jacinta, impresionada también por la pavorosa visión del infierno, oraba por la conversión de los pecadores: «¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el infierno!». Ella, como su hermano y su prima, no ahorró mortificaciones ni sacrificios. Las apariciones pusieron al descubierto su espíritu misionero. Así como Francisco experimentaba inclinación a consolar a Dios y a María, Jacinta quería convertir a las almas rescatándolas del infierno. El amor a Dios la devoraba: «¡Cuánto amo a nuestro Señor! A veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema». Obtuvo la gracia de ver los sufrimientos del Santo Padre, que narró a su hermano y a su prima. Entonces unieron sus oraciones y elevaron insistentes plegarias por él, a la par que ofrecían sacrificios.
Los dos hermanos fueron testigos de hechos prodigiosos realizados por mediación de María, que se hizo eco de sus súplicas. Cuando veían que la atención recaía en ellos por haber sido agraciados con las visiones, actuaban con la misma sencillez y humildad de siempre, huyendo de la notoriedad. En concreto Jacinta fue bendecida con apariciones de la Virgen de la que no fueron testigos ni Francisco ni Lucía. Ésta admiraba a su prima; la vio madurar después de haberse comprometido con María a ofrecer su vida y aficiones –como el baile que le agradaba sobremanera– por los pecadores. Antes se había dejado llevar por un carácter voluble y oscilante que según fuesen las circunstancias se tornaba en gozo o en llanto.
Cuando al paso de los años Lucía hizo memoria de su acontecer, manifestó: «Jacinta fue, según me parece, aquella a quien la Santísima Virgen comunicó mayor abundancia de gracia, conocimiento de Dios y de la virtud. Tenía un porte siempre serio, modesto y amable, que parecería traslucir en todos sus actos una presencia de Dios propia de personas avanzadas ya en edad y de gran virtud. Ella era una niña solo en años […]. Es admirable cómo captó el espíritu de oración y sacrificio que la Virgen nos recomendó. Conservo de ella una gran estima de santidad». Otra de las características de Jacinta fue su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, unida a la que sentía por María, y una especial dilección por el Santo Padre al que tenía presente en su ofrenda personal y en las oraciones compartidas con su hermano y con su prima.
La Virgen había advertido a Francisco y a Jacinta que sus vidas serían breves. Ésta padeció mucho antes de morir por una llaga abierta en el pecho, producto de la pleuresía que se infectó por falta de higiene: «Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María», confió a su prima Lucía. En una aparición, María le aseguró que vendría a buscarla. Voló a los brazos del Padre en un centro hospitalario de Lisboa, donde la llevaron casi in extremis esperando que se recuperara, el 20 de febrero de 1920, a los 10 años de edad. Ambos hermanos fueron trasladados al santuario de Fátima. Al abrir el sepulcro de Francisco vieron que el rosario que colocaron sobre su pecho aparecía enredado en sus dedos. En cuanto a Jacinta, al trasladarla al santuario, 15 años después de su muerte, constataron que su cuerpo estaba incorrupto. El 18 de abril de 1989 Juan Pablo II declaró venerables a los dos hermanos. Y el 13 de mayo de 2000, en el transcurso de su visita a Fátima, los beatificó en presencia de Lucía, la tercera vidente.

Fuente: www.zenit.org, 19/2/2017

domingo, 19 de febrero de 2017

El Colegio Americano de Pediatras desacredita la ideología de género: «Hace daño a los niños»









De izquierda a derecha, el Dr. McHugh, la Dra. Cretella (presidenta de la Asociación Americana de Pediatría) y el Dr. Van Meter (vicepresidente).















El Colegio de Pediatras de Estados Unidos ha dado a conocer una declaración, firmada por su presidenta y su vicepresidente y por uno de los más eminentes pediatras del país, titulada La ideología de género hace daño a los niños(Ver abajo el texto completo traducido.) En ella urgen a "educadores y legisladores" a "rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto". "Son los hechos y no la ideología", afirman, "quienes determinan la realidad", esto es, que "la sexualidad es un rasgo biológico objetivo".

La declaración lleva fecha de 21 de marzo, cuatro días después de que la Asamblea de Madrid aprobase la Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación, que camina en dirección exactamente opuesta a la que señalan con fundamentos científicos los tres firmantes del documento: la presidenta de la Asociación Americana de Pediatría, Michelle A. Cretella; su vicepresidente y endocrinólogo pediátrico, Quentin Van Meter; y el psiquiatra Paul McHugh, antiguo jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Johns Hopkins, uno de los más prestigiosos centros médicos de Estados Unidos tanto desde el punto de vista clínico como de investigación. (
Pincha aquí para leer el artículo del doctor McHugh en el que explica por qué en su hospital dejaron de hacer operaciones de cambio de sexo.)

La publicación de esta importante declaración científica de los principales especialistas pediátricos norteamericanos coincide en el tiempo y en los criterios últimos con las 
Reflexiones pastorales de los obispos de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, y Getafe, Joaquín María López de Andújar y José Rico Pavés, sobre la citada ley madrileña. Se da así una coincidencia de los criterios científicos expuestos por la Asociación Americana de Pediatría con los criterios morales expuestos por los tres prelados. En última instancia, éstos declaraban la ley "injusta" y que "a nadie obliga en conciencia" precisamente por el perjuicio que señalan los científicos. (Fueron acusados de "transfóbicos" e incitadores al odio por el lobby LGTB, creándose en contrapartida un manifiesto de adhesión a los obispos.)

A continuación reproducimos, traducido al español, el texto completo de la declaración de la Asociación Americana de Pediatría sobre la ideología de género. Se trata, advierten, de "una declaración temporal con referencias" y anuncian para este verano una "declaración completa". Incluimos al final la relación completa de las referencias científicas citadas por los autores en respaldo de sus afirmaciones.



La ideología de género hace daño a los niños
El Colegio Americano de Pediatras urge a los educadores y legisladores a rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto. Son los hechos, y no la ideología, quienes determinan la realidad.

1. La sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario: XY y XX son marcadores genéticos saludables, no los marcadores genéticos de un trastorno. La norma del diseño humano es ser concebido como hombre o como mujer. La sexualidad humana es binaria por definición, siendo su finalidad obvia la reproducción y crecimiento de nuestra especie. Este principio es evidente por sí mismo. Los extraordinariamente raros trastornos del desarrollo sexual, entre ellos la feminización testicular [o síndrome de insensibilidad de los andrógenos, n.n.] y la hiperplasia suprarrenal congénita, son desviaciones de la norma sexual binaria, todas ellas médicamente identificables y directamente admitidas como trastornos del diseño humano. Los individuos con trastornos del desarrollo sexual no constituyen un tercer sexo{1}.

2. Nadie nace con un género. Todos nacemos con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo. Nadie nace con conciencia de sí mismo como hombre o mujer; esta conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todos los procesos de desarrollo, puede desviarse a consecuencia de las percepciones subjetivas del niño, de sus relaciones y de sus experiencias adversas desde la infancia. Quienes se identifican como "sintiéndose del sexo opuesto" o como "algo intermedio" no con forman un tercer sexo. Siguen siendo hombres biológicos o mujeres biológicas{2},{3},{4}.

3. La creencia de una persona de que él o ella es algo que no es constituye, en el mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso. Cuando un niño biológicamente sano cree que es una niña, o una niña biológicamente sana cree que es un niño, existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el cuerpo, y debe ser tratado como tal.

Estos niños padecen disforia de género. La disforia de género, antes denominada trastorno de identidad de género, es un trastorno mental así reconocido en la más reciente edición del 
Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V){5}. Las teorías psicodinámicas y de aprendizaje social sobre la disforia de género o trastorno de identidad de género nunca han sido refutadas{2},{4},{5}.

4. La pubertad no es una enfermedad, y los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos. Reversibles o no, los bloqueadores hormonales inducen un estado de enfermedad -la ausencia de pubertad- e inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano{6}.

5. Según el DSM-V, hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural{5}.

6. Los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer{7},{8},{9},{10}.

7. Las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo, incluso en Suecia, que se encuentra entre los países con mayor respaldo LGBT{11}. ¿Qué persona compasiva y razonable condenaría a ese destino a chicos jóvenes sabiendo que tras la pubertad hasta un 88% de las chicas y un 98% de los chicos aceptarán la realidad y alcanzarán un estado de salud física y mental?

8. Condicionar a los niños a creer que es normal estar toda la vida sustituyendo química y quirúrgicamente su propio sexo por el opuesto constituye un abuso infantil. Respaldar la discordancia de género como algo normal a través de la educación pública y de las políticas legales confundirá a hijos y padres, llevando a muchos niños a acudir a "clínicas de género" donde les administren fármacos bloqueadores hormonales. Esto, a su vez, virtualmente asegura que ellos "elegirán" recibir hormonas cruzadas cancerígenas o de un modo u otro tóxicas, y probablemente considerarán, cuando sean adultos jóvenes, la mutilación quirúrgica innecesaria de sus órganos sanos.

Referencias:
{1} Consortium on the Management of Disorders of Sex Development, Clinical Guidelines for the Management of Disorders of Sex Development in Childhood, Intersex Society of North America, 25-3-2006.

{2} Kenneth J. Zucker y Susan J. Bradley, “Gender Identity and Psychosexual Disorders”, en Focus. The Journal of Lifelong Learning in Psychiatry, vol. III, nº 4, otoño de 2005 (págs. 598-617).

{3} Neil W. Whitehead, “
Is Transsexuality biologically determined?”, en Triple Helix, otoño de 2000, págs. 6-8; véase también Neil W. Whitehead, “Twin Studies of Transsexuals” (descubre discordancias).

{4} Sheila Jeffreys, Gender Hurts: A Feminist Analysis of the Politics of Transgenderism, Routledge, Nueva York, 2014, págs.1-35.

{5} American Psychiatric Association, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5ª edición, Arlington (Virginia), American Psychiatric Association, 2013 (págs. 451-459). Véase a partir de la página 455 los índices de persistencia de la disforia de género. [La cita se refiere a la edición norteamericana. Para la edición española, pincha aquí.]

{6} Wylie C. Hembree et al, "Endocrine treatment of transsexual persons: an Endocrine Society clinical practice guideline", en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 2009 (94), 9, págs. 3132-3154.

{7} Michelle Forcier y Johanna Olson-Kennedy, “Overview of the management of gender nonconformity in children and adolescents”, en UpToDate, 4 de noviembre de 2015.

{8} Eva Moore, Amy Wisniewski y Adrian Dobs, “Endocrine treatment of transsexual people: A review of treatment regimens, outcomes, and adverse effects”, en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, 2003; 88(9), págs. 3467-3473.

{9} FDA (Federal and Drug Administration), 
comunicación sobre la seguridad de productos de la testosterona.

{10} Organización Mundial de la Salud, 
clasificación de los estrógenos como cancerígenos.

{11} Cecilia Dhejne et al, “
Long-Term Follow-Up of Transsexual Persons Undergoing Sex Reassignment Surgery: Cohort Study in Sweden”, en PLoS ONE, 2011, 6(2). Trabajo del departamento de Neurociencia Clínica, división de Psiquiatría, Instituto Karolinska, Estocolmo.



Fuente: www.religionenlibertad.org, 25 /3/ 2016