Del garantismo educativo al
fetichismo tecnológico
Por Claudia Peiró
El gobierno anterior asimiló
el derecho a la educación con el derecho al título, el derecho a no ser
"bochado" -en lo posible tampoco evaluado- a pasar de grado sin
saber, a pegarle al profesor y no ser expulsado del colegio, etcétera.
Todo ello aderezado por una
pedagogía que, en supuesta reacción al enciclopedismo, ha ido vaciando
progresivamente de contenidos los programas, ha instalado la idea de que el
docente no es el dueño del saber, de que al niño no hay que aburrirlo y de que
cada alumno tiene su propio ritmo de aprendizaje. Un eufemismo para no exigir.
Los resultados están a la vista: uno
de cada tres alumnos no entiende lo que lee.
En la escuela
"enciclopedista", "sarmientina" y "decimonónica"
que estos pedagogos desprecian, se aprendía a leer y escribir, a sumar y
restar, en primer grado. Porque estaba sobradamente demostrado que todos los niños, en
promedio, estaban capacitados para ello a los seis años de edad.
En la escuela de hoy, se
puede llegar a tercer grado sin adquirir ese núcleo duro de conocimientos,
decisivo para todo el recorrido posterior. Y no es por falta de capacidad del
niño. Más aún, es un desperdicio imperdonable de tiempo, porque a esa edad el
chico es una esponja por la capacidad que tiene de acumular conocimiento.
Sucesivas evaluaciones,
nacionales e internacionales, confirman esta decadencia de nuestra escuela.
En consecuencia, la
calidad educativa está en boca de todos. Y muy especialmente de las
nuevas autoridades. Es un principio con el que nadie podría estar en
desacuerdo. Pero de momento es sólo una declaración de intenciones, un título
sin desarrollo.
No está claro aún cómo se lo va a
alcanzar. Y, cuando uno le formula la pregunta a alguna autoridad del área, lo
que se escucha no es alentador.
La respuesta suele ser
tecnológica. Instrumental.
Inglés y computación: la fórmula
mágica.
Sin embargo es sabido que la
mayor parte de los "cráneos" de Silicon
Valley mandan a sus hijos a una escuela sin computadoras, donde la
materia informática se dicta recién a los 13 años.
Le consulté a un funcionario del
actual Ministerio de Educación de la Nación por esta reducción conceptual de la
calidad educativa y me respondió que hoy "el conocimiento está en la red,
al alcance de todos: con la tecnología adecuada, cualquiera se lo puede
apropiar"…
La confusión entre conocimiento e información puede ser el error de un
estudiante pero nunca el de un funcionario del que depende el diseño de la
política educativa.
Siempre me pregunté cómo alguien
sin una formación sólida, básica,
sin lecturas acumuladas, sin análisis y discusión de textos con la guía de un
profesor, podía distinguir en el infinito de Internet, lo que es serio de lo
que no lo es, lo que tiene rigor científico y lo que no, cómo podía verificar
fuentes, chequear datos… Para eso es que
en la escuela se lee -o se leía- a los clásicos. Por eso se aprenden
complicados teoremas que otros formularon antes que nosotros y que nos ayudan
luego a entender con más facilidad lo simple. ¿Cómo distinguir la
calidad si no se ha tenido contacto con ella?
Todos recordamos mucho más al
profesor que nos dio mucho y nos exigió en proporción. Ese es el docente que
deja huella, que despierta potencial y vocaciones. Al que, más allá de pataleos
y protestas, hoy le estamos agradecidos.
Pero hoy un profesor de secundario
bonaerense -por hablar sólo de esa provincia- tiene que invertir 15 minutos en
intentar establecer alguna disciplina en el aula antes de poder dar clase.
No se
trata de estar en contra de la tecnología, sino de este fetichismo tecnológico
que les hace pensar a algunos que un celular o una tablet pueden reemplazar al
profesor.
También es, en definitiva, la rendición del adulto -padre,
docente, directivo de escuela, funcionario- que no quiere ejercer su autoridad
y su responsabilidad. Que renuncia a ser guía, tutor; es decir,
Maestro.
Entonces, entre el
garantismo educativo de ayer y el fetichismo tecnológico de hoy, podemos seguir
haciendo el duelo de la calidad de la enseñanza.
Fuente: Extractado de Infobae, 29/10/2016