sábado, 11 de agosto de 2018

San Juan de la Cruz: la letra y el espíritu (1 de 2)

I. La letra: su obra como poeta y como maestro.

II. Claves para leer el espíritu que vive en la letra:

1ª.- El heroísmo. El hombre y su tiempo: Puesto que, como dijo Ortega, “yo soy yo y mis circunstancias”, para entender la obra, hay que intentar conocer al autor y su época.

2ª.- La contemplación: hablar de San Juan de la Cruz, y en general, de los místicos, es imposible si no rozamos al menos el concepto de contemplación, porque toda su obra y su vida se centran allí. 

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I. La letra: su obra como poeta y como maestro.


En cuanto a los escritos que nos han quedado, la crítica coincide en que una parte importante de su obra ha quedado perdida o fue destruida, en medio de las mudanzas, los trabajos y sobre todo, de las persecuciones.
Nos quedan 990 versos, entre ellos, los notables que integran la Noche, la Llama de amor, el Cántico espiritual, Romances y otros menores. De la Noche escribió dos interpretaciones, que constituyen los tratados de la Subida del Monte Carmelo o purificación activa del alma y la Noche oscura o purificación pasiva del alma, ambos inconclusos. La Llama y el Cántico también fueron explicados por el santo; aunque el más elaborado es el Cántico.
En ese breve, mas riquísimo, inagotable, legado literario, han bebido generaciones enteras a lo largo de más de cuatro siglos, se han educado religiosos y laicos en pos de una santidad seria, aprendiendo el difícil arte de conocerse y buscar a Dios.
San Juan de la Cruz, el escritor, es encomiado como “el más grande de los poetas castellanos” - así lo afirma con gran autoridad Dámaso Alonso- y ha sido nombrado patrono de los mismos.
“Los caminos del arte, en el poeta místico, llevan nuestro asombro por las orillas del milagro”, afirma Alonso, y luego: “San Juan de la Cruz se nos manifiesta así como un consumado técnico, un refinado artista de la palabra como instrumento literario; y su obra, tan breve, es, sin embargo, de una gran variedad. Quedan, pues, estos hechos que, puestos en contacto, producen escalofrío: San Juan de la Cruz es un maravilloso artista literario y el más alto poeta de España; este máximo poeta gana tal cumbre con cuatro poemas en endecasílabos, una media docena de coplas y unos pocos romances; y estas composiciones tienen tal variedad, que cada una casi representa una visión y una técnica distinta: fenómeno único en la literatura castellana.” (Dámaso, 1948: 496 y 515).
Efectivamente, brota de su pluma una magia que jamás deja de conmover, de sugerir el misterio, de suscitar en el lector que afloren las ansias más profundas del alma humana, es decir, la búsqueda de la plenitud, de la felicidad, el hambre y la sed de Dios.
“Sus Obras forman en conjunto el himno más grandioso de expresión y de la más suave melodía que jamás ha entonado el hombre al amor divino”, sostiene Ruano de la Iglesia (2005: 30).
Su actualidad es innegable, dada la profusión de tesis, artículos, comentarios y reediciones de sus obras. El mismo San Juan Pablo II dejó expresada la gratitud que le debía en su formación
espiritual: “Aprendí a conocerlo en mi juventud y pude entrar en diálogo íntimo con este maestro de la fe, con su lenguaje y pensamiento, hasta culminar con la elaboración de mi tesis doctoral… Desde entonces he encontrado en él un amigo y maestro, que me ha indicado la luz que brilla en la oscuridad para caminar siempre hacia Dios…” (S. Juan Pablo II, 1982; citado por Ruano de la Iglesia 2005: 7)

“Durante el siglo XX la producción literaria sanjuanista se ha incrementado de modo increíble, entre la fecha de declaración de «Doctor de la Iglesia» (1926), y la celebración del IV Centenario de su muerte (1991)” (Sancho Fermín, 323).
¿Y qué decir de la obra póstuma de Santa Edith Stein, La ciencia de la Cruz? Dado que apenas concluido ese encargo realizado por sus superiores para la celebración del IVº centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz, ella fue apresada con su hermana el 2 de agosto de 1942 y asesinada en Auschwitz el 9 de agosto, podemos pensar cuánto la acompañó este querido santo en el último camino hacia el martirio. El estudio de la santa y filósofa carmelita nos ofrece un panorama global de toda la obra sanjuanista, mostrando su unidad y solidez, captadas por una inteligencia rigurosamente formada en la filología, la fenomenología y el tomismo, como fue la de Edith Stein.
¿Qué hay en San Juan de la Cruz, que lo hace tan atractivo y contemporáneo? Podemos hablar del magnetismo de una personalidad que ha logrado la integridad del diamante y brilla como él, de la magia de su poesía, de los caminos que abren sus explicaciones magisteriales, poniendo luz sobre el misterio del hombre al hablar de cuanto vibra en las honduras del alma y de su ansia más profunda.
Pero se debe advertir también lo que muchos repiten: Que “resulta temerario meterse con San Juan de la Cruz sin claves de lectura”, pues “Su fisonomía y su doctrina lo constituyen en uno de los pioneros indiscutibles, que viene de un mundo misterioso a traernos un mensaje que no tiene precio en valores de testimonio y experiencias. Mas es cierto que quedan pendientes una traducción, repetida lectura y mucha paciencia, hasta lograr emplazarse en la síntesis y hacerse con la lógica de este autor difícil.” (Ruano de la Iglesia, 2005: 7 y 8)
“¡Dichoso quien toma por maestros, después de Cristo, a Santo Tomás de Aquino, para recibir de él el supremo saber comunicable, y a San Juan de la Cruz, como guía para alcanzar el supremo saber incomunicable!”, exclama Maritain (1947: 28).