viernes, 22 de abril de 2016

¿Revolución o Educación?


Inglaterra, mediados del S XIX. Auge del capitalismo industrial. Los obreros –varones, mujeres y niños- trabajan y viven en condiciones agobiantes e infrahumanas. Es interesante comparar dos visiones, dos modos de entender y de comportarse frente a la misma realidad.


Marx, 1849


Marx (1818 - 1883), corrido por los gobiernos que no toleran su incitación a la violencia revolucionaria, se refugia en Londres. Escribe y se mueve en los ambientes de los conspiradores exiliados, buscando encender cualquier mecha a la carga explosiva que alimenta con el resentimiento, clave de la revolución.
Vive mantenido por Engels, quien a su vez, y sin conflicto con la contradicción, regentea la fábrica textil de su padre en Manchester, y hasta encubre el adulterio que Marx comete con su sirvienta, recogiendo ese hijo de ambos. 
Para Karl Marx toda la realidad se reduce a la materia, y la historia se explica por la lucha de clases, que debe ser alentada y propagada.



J. H. Newman, c. 1860
Newman (1801 - 1890), convertido ha poco al catolicismo, ha renunciado a su brillante carrera en Oxford, a su posición social y económica, hasta a entrañables amigos y familiares. 
Una vez ordenado sacerdote católico, opta por el tipo de vida religiosa que ofrece el Oratorio de San Felipe Neri. Invitado por el Papa a iniciar el Oratorio en Inglaterra, elige ubicar la fundación en Birmingham –ciudad también industrializada- con gran inmigración irlandesa que vive paupérrimamente, para asistirlos espiritualmente y ayudarlos a educarse, porque entiende que nada libera tanto al hombre como la educación
Para John Hery Newman, hay una realidad sobrenatural que explica y da sentido tanto al mundo material como al espiritual humano: la Encarnación del Verbo. 
Newman denuncia con energía -ya desde su época anglicana- la idolatría del dinero que esclaviza y socava las conciencias.


martes, 19 de abril de 2016

Conociendo a los grandes maestros: J.H. Newman

¿Quién fue John Henry Newman?


Consideremos, al menos brevemente, lo que voces muy autorizadas han pronunciado sobre él:

León XIII:
Hablando sobre hacerlo Cardenal en el primer consistorio de su pontificado, dijo: “No ha sido fácil, no ha sido fácil. Decían que era demasiado liberal, pero yo he decidido honrar a la Iglesia honrando a Newman. Siempre he tenido admiración por él.” Le consideró y lo declaró su cardenal. (De la Carta del Procurador General del Oratorio, P. Edoardo Cerrato, C. O. 16 de marzo de 2010)
El Catecismo de la Iglesia Católica:
Lo cita junto a Santo Tomás de Aquino en el apartado La fe y la inteligencia, nº 157: La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero “la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural (ST, 2-2, 171, 5). “Diez mil dificultades no hacen una sola duda” (J.H. Newman, Apologia).
San Juan Pablo II:
Si existe el derecho de ser respetados en el propio camino de búsqueda de la verdad, existe aún antes la obligación moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y de seguirla una vez conocida. En este sentido el cardenal J. H. Newman, gran defensor de los derechos de la conciencia, afirmaba con decisión: «La conciencia tiene unos derechos porque tiene unos deberes». (Encíclica Veritatis Splendor, 2, 34)

Benedicto XVI:
Durante toda su vida, Newman fue una persona en permanente estado de conversión, una persona en permanente trance de transformación, y por eso siempre permaneció y llegó a ser cada vez más él mismo. […] La característica de todo gran Doctor de la Iglesia, me parece, es que enseña no sólo mediante su pensamiento y su palabra, sino también con su vida, porque dentro de él, pensamiento y vida se funden y se definen mutuamente. Si esto es así, entonces Newman pertenece a los grandes maestros de la Iglesia, porque toca nuestros corazones y al mismo tiempo ilumina nuestro pensamiento. (Roma, 28 de abril de 1990)
Inglaterra tiene una larga tradición de santos mártires, cuyo valiente testimonio ha sostenido e inspirado a la comunidad católica local durante siglos. Es justo y conveniente reconocer hoy la santidad de un confesor, un hijo de esta nación que, si bien no fue llamado a derramar la sangre por el Señor, jamás se cansó de dar un testimonio elocuente de Él a lo largo de una vida entregada al ministerio sacerdotal, y especialmente a predicar, enseñar y escribir. Es digno de formar parte de la larga hilera de santos y eruditos de estas islas, San Beda, Santa Hilda, San Aelred, el Beato Duns Scoto, por nombrar sólo a algunos. En el Beato John Newman, esta tradición de delicada erudición, profunda sabiduría humana y amor intenso por el Señor ha dado grandes frutos, como signo de la presencia constante del Espíritu Santo en el corazón del Pueblo de Dios, suscitando copiosos dones de santidad. (Homilía de beatificación de Newman, 19 de septiembre de 2010)
Gilbert K. Chesterton:
Newman es un hombre al desnudo que lleva una espada desnuda. La excelencia de su estilo literario es tan exitosa que su mayor triunfo es escapar a las definiciones. La cualidad de su lógica es la de una paciencia a largo plazo, si bien apasionada, que puede esperar hasta que se hayan ajustado todos los engranajes de su trampa de hierro. (La era victoriana en literatura, 2012: 38)

Leonardo Castellani:
Newman era católico pero no era Cardenal todavía cuando en 1864 escribió su celebrada Apologia pro vita sua, la autobiografía más leída en lengua inglesa. […] el libro es genial y la mejor prosa que se ha escrito en Inglaterra, dicen los ingleses –aunque para nosotros los no-ingleses resulte un poco difícil seguir sus sutiles vericuetos: porque efectivamente todo un capítulo de la historia religiosa de Inglaterra está contenido en esa historia de una subjetividad; la cual termina elevándose de golpe a las alturas con una afirmación de la existencia de Dios y una demostración de la necesidad de una Iglesia infalible, que son netamente agustinianas y también (digamos) existencialistas. (San Agustín y nosotros, 2000: 39)

Daniel-Rops:
Aquella fecha del 8 de octubre de 1845 sería capital para el catolicismo inglés. Gladstone escribe: “Nunca, desde la Reforma, la Iglesia romana había alcanzado mayor victoria”. La seriedad con que se había obrado aquella conversión, su carácter doloroso, el prestigio intelectual y espiritual de Newman, su influencia en la juventud, todo contribuía a hacer de ello un acontecimiento. […] En menos de un año hubo más de trescientas conversiones, todas de intelectuales, de profesores, de teólogos, de hombres conocidos por la seriedad de su evolución. La iglesia establecida se sintió sacudida en sus cimientos. (Historia de la Iglesia. Vol. XI, 1970: 181)