miércoles, 17 de agosto de 2016

La auténtica "humanitas" en el pensamiento de Jutta Burggraf

La auténtica «humanitas» como camino hacia Dios. Itinerario científico de la Profesora Jutta Burggraf

Por la Dra.  Barbara Schellenberger. (Extracto)
Jutta nació en 1952 en el seno de una familia católica, en la localidad de Hildesheim, en el norte de Alemania, una región de minoría católica. Su padre y su madre eran ambos médicos. Jutta era la segunda de tres hermanas. Su hermana mayor, que lleva a Jutta sólo un año, está enferma desde su nacimiento. En 1960, cuando Jutta tenía ocho años, perdieron a su madre. Su padre se casó en segundas nupcias, también con una médica. Las tres hermanas pronto establecieron una buena relación con su segunda madre. Por motivos profesionales la familia cambió varias veces de domicilio, lo que comportaba el correlativo cambio de colegios para las niñas.
Tras el Bachillerato, se decidió por el estudio de la Pedagogía médica, una materia orientada más hacia la práctica terapéutica que hacia la teoría. Al término de sus estudios Jutta recibió la licencia docente para la enseñanza en escuelas especiales para niños discapacitados corporalmente o con dificultades para el habla.
Itinerario científico
Dra. Jutta Burggraf
Jutta siguió el consejo de realizar el Doctorado en Pedagogía en la Escuela Universitaria de Pedagogía de Renania. Eligió investigar un tema histórico, en el que se abordaba el fundamento de la acción pedagógica terapéutica: «Elementos de un programa moderno de pedagogía terapéutica en las obras de Hildegarda de Bingen y en Juan Luis Vives, como representantes de la Edad Media y del Renacimiento».
En la Introducción, Jutta dirige su atención, nos dice, a «las dimensiones éticas y antropológicas de la Pedagogía terapéutica» 2. En efecto, en cuanto ciencia de la educación de personas que se encuentran en difíciles condiciones individuales, o en condiciones de sufrimiento y en fases de aguda necesidad, la Pedagogía terapéutica, más que otras líneas de investigación, está condicionada por las orientaciones vitales y por los valores últimos del ser humano. Se trata de la convicción acerca del valor de la vida humana y de la asunción del dolor mediante la búsqueda de su sentido intrínseco. En el ser humano, afirmará Jutta Burggraf, «ser y sentido, realidad y valor» no pueden separarse entre sí. Y llega a esta consecuencia: las cuestiones relativas al objetivo educacional de la Pedagogía terapéutica «se enraízan en fundamentos extra-pedagógicos».
Con ello no se alude a una mera cuestión teórica, sino a los concretos destinos humanos como, por ejemplo, dice, a «la situación de un niño con parálisis cerebral, que apenas es capaz de un movimiento intencional, y que depende de manera permanente del cuidado que le proporcione su entorno. O piénsese en el niño con síndrome de Down, que a causa de sus deficientes capacidades intelectuales parece más una carga que una utilidad; o bien en un niño psicótico que, rodeado de su oscuridad espiritual, lleva una vida aislada de las demás personas».

A la vista de tales casos, Jutta Burggraf planteaba los siguientes interrogantes:
«1. ¿Sigue mereciendo vivirse la existencia humana?
2. ¿Hay un sentido para el sufrimiento que se produce en esas situaciones límite?
3. ¿Cómo pueden ser ayudadas tales personas cuando se han agotado todos los recursos médicos?».

Jutta nos ofrecía también tres respuestas en su investigación doctoral:
«1. El valor determinante de toda vida humana es independiente de las condiciones externas.
2. El sentido último del sufrimiento experimentado por la persona se encuentra oculto en la Transcendencia.
3. La persona portadora del dolor puede ser ayudada desde el punto de vista anímico y espiritual mediante una orientación hacia la búsqueda de sentido».
La auténtica «humanitas» en la obra sobre Teresa de Ávila
La prestigiosa editorial Ferdinand Schöningh editó la obra en 1996, con el título: Teresa von Avila. Humanität und Glaubensleben [Teresa de Ávila. Humanidad y vida de fe].
Como su disertación doctoral en Pedagogía, también este trabajo está atravesado por la pregunta por el ser humano, y más exactamente por la «humanidad» del ser humano. Su objetivo se ilustra con unas palabras de la poetisa Gertrud von Le Fort, que Jutta sitúa al inicio de su investigación: la «verdadera humanidad» es «la única prueba de la existencia de Dios» que todavía está dispuesta a aceptar gran parte de la sociedad occidental industrializada de nuestro mundo.
De una parte, la expresión «verdadera humanidad» alude a la idea de «humanitas» ya conocida en la antigüedad; de otra parte, se refiere a la noción cristiana que, en última instancia, descubre la «verdadera humanidad» en el amor a Dios y en el amor al prójimo. El ser humano es imagen de Dios. Por tanto, la «humanitas» cristiana encuentra su punto de referencia en el Hijo de Dios hecho hombre. En esta «humanitas» del Señor participa todo ser humano que ha sido incorporado a Cristo mediante la gracia. Cuanto más el hombre se dirige hacia Dios, tanto más alcanzará una cierta perfección de su naturaleza, es decir, la «humanitas». Esto sucede según un proceso que dura la vida entera, y que normalmente no discurre de manera lineal, sino que en diferentes modos está acompañado de esfuerzos y de resignación, de peligros y de retrocesos; está marcado por la experiencia de la ayuda divina, por la contrición y por la conversión; un proceso que se dirige hacia una plenitud que se alcanza de manera definitiva sólo en la vida del más allá. Al término de su trabajo, Jutta Burggraf concluía: no hay auténtica humanidad sin encuentro con Dios y sin la superación de las inclinaciones inferiores desordenadas del ser humano.
La imagen de Dios resplandece de manera especialmente clara en los santos. El amor del que Teresa da testimonio no sólo se dirige a los hombres, sino que ante todo se dirige a Dios. El ejemplo de esta santa, nos dice la Profesora Burggraf, ilustra «que el proceso de santificación acontece en un mismo y único proceso de humanización... Cuanto más hondamente el hombre realiza su condición humana, más se acerca a Dios».
Testimonio vital
El tema de la «auténtica humanidad», su interés por el hombre, atravesaba como un hilo rojo el trabajo científico de Jutta, pero también su propia vida. Quizá a causa de su experiencia en la propia familia e influida por sus estudios pedagógicos, tuvo siempre un gran corazón para los débiles, para todos aquellos desfavorecidos en cualquier modo. Por naturaleza era una pedagoga con talento.
Sus reflexiones sobre la auténtica humanidad abarcaban el dolor, el perdón y, no en último lugar, la libertad.
«La aventura de la filiación divina es comparable a un viaje sin fin. Conduce a un océano cuya otra orilla sólo puede ser presentida. El cristiano ya respira la brisa que viene de mar adentro... Su mirada alcanza el lejano horizonte ‘donde se unen el cielo y la tierra’. Pero todavía está anclado el barco que le llevará. Todavía no es capaz de reconocer lo que está oculto ‘detrás’ de ese horizonte. Pero un día se alzará el ancla. Entonces el cristiano emprenderá el viaje a un mundo todavía más bello en el que le recibirá lleno de alegría Aquel que desde siempre era su Padre –y que siempre quiso lo mejor para él–. Y podrá experimentar definitivamente el insondable misterio del amor de Dios por los hombres en toda su ‘longitud y anchura, altura y profundidad’ (Ef 3, 18)».