sábado, 26 de mayo de 2018

Alberto Ignacio Ezcurra: In memoriam

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Alberto Ignacio Ezcurra nació Buenos Aires el 30 de julio de 1937 y murió el 26 de mayo de 1993. Su sangre provenía de los más patricios apellidos de la Argentina. Era el primer hijo de una de las figuras claves del revisionismo histórico y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en 1938. Alberto Ezcurra Medrano, quien influye en el pensamiento y en la formación de su hijo, el futuro jefe del Movimiento Nacionalista Tacuara, la que para algunos fue la más popular organización de militancia juvenil de fines de los '50 y los '60.
Alberto Ezcurra Uriburu era un joven austero. Toda su vida usó lentes de gruesos cristales y marco negro bajo unas cejas espesísimas. Poseía una sólida y bastísima formación. Pero con la humildad que lo caracterizaba, jamás hizo alardes ni posaba de doctor. Era inteligente, astuto y muy estudioso.
Era un gran orador; Poseía firmes convicciones y carisma. Admirado y cuestionado, ya que no tenía pelos en la lengua, llamaba a cada cosa por su nombre. Solía concurrir al Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas donde recibía charlas de José María Rosa o Arturo Jauretche que les daban una versión de la historia distinta de la liberal, aunque también frecuentaban la trastienda da la librería Huemul, y asistían a conferencias de nacionalistas católicos como el Padre Julio Meinvielle, o de Jordán Bruno Genta.
En el año 1957 con algunos amigos funda el Movimiento Nacionalista Tacuara.
Ezcurra definía sus ideas y las de Tacuara de la siguiente manera: "Nuestro movimiento, que procura instaurar un nuevo orden, es cristiano en cuanto afirma la primacía de los valores espirituales y permanentes en el hombre y en la sociedad; nacionalista, en cuanto sostiene a la Nación como unidad social suprema, y socialista por su concepción económico-social, anticapitalista, revolucionaria y comunitaria". Tacuara terminó dividiéndose y disolviéndose y entonces Alberto Ezcurra retornó al seminario y terminó consagrado al sacerdocio; lo hizo primero en Paraná, Entre Ríos, y luego en San Rafael, Mendoza. Cuando el Padre Alberto misionaba elegía los parajes más desatendidos e inhóspitos, allí donde los criollos habían sido abandonados a su suerte por la perversidad del sistema dominante. Y volvía de la misión, rico en experiencias apostólicas y en decires campestres que solía aplicar en sus clases y cursos. El 26 de mayo de 1993 murió de un cáncer el cura Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu. Todo su intenso paso por este mundo fue "Milicia y servicio", la simbiosis de la "espada y la cruz".
Fuente: http://www.alexandriae.org/index.php/item/ezcurra-p-alberto

jueves, 24 de mayo de 2018


ROMANCE DEL 25 DE MAYO

1ra. Parte: en la Península

Ante la España cristiana
se rindió el moro invasor;
Dios entonces por su hazaña
le dio a América en blasón.
Esa España está de luto
porque sin Rey la dejó
aquel enemigo astuto
que se llama Napoleón.
Este francés conocía
que dividir es reinar;
que es un arma, la mentira,
por diabólica, fatal.
Así pudo con su engaño
en la farsa de Bayona,
dejar cautivo a Fernando
y arrebatar su corona.
España, que aún es la grande,
sufriéndolo no lo llora;
indómita toda arde
en llamas que se le afloran.
Desde Lérida y Asturias,
a León y Extremadura,
como en Galicia y Valencia,
están nombrando sus Juntas.

2da. Parte: en Buenos Aires

Con estos hombres del Plata
no pudieron los sajones;
para doblarlos no alcanza
un millar de Napoleones.
Hierven las venas criollas
viendo destronado al Rey;
su fiera sangre española
pide el cese del Virrey.
Los vecinos del Buen Ayre
ya probaron su bravura,
pero ahora solo quieren
el convocar una Junta.
Reunido el Cabildo Abierto
proclama con altivez
el nuevo y patrio gobierno
en mil ochocientos diez.
El Presidente Saavedra,
sobre los Libros Sagrados,
jura siempre ser leal
al soberano Fernando.
Escrita así con valor,
en oro y plata grabada,
quedó esta historia de honor,
la primera de la Patria.

 Elena Ianantuoni

El heraldo. Ed. Estrada, Bs. As.,1980

domingo, 20 de mayo de 2018

Pentecostés


 La venida del Espíritu Santo

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¡Fuego y viento! ¡Viento y fuego!
Los apóstoles reunidos
con otros nobles amigos,
alrededor de la Virgen
aguardan el cumplimiento
de la divina promesa
que Cristo en su despedida
con solemnidad hiciera:
“No tengan miedo”, -les dijo-.
Yo enviaré un Defensor
que curará la tristeza,
los colmará con su luz,
les dará la fortaleza
para ir por los caminos
proclamando el evangelio
como valientes testigos.
La promesa se ha cumplido
sobre los fieles discípulos:
¡Fuego y viento, viento y fuego
del Espíritu Divino
para entregarles sus dones
del Cielo han descendido!
Emborrachados de amor,
exultantes de heroísmo,
ya nada los detendrá, 
pues irán por todo el mundo
con las velas desplegadas
de sus almas transformadas.

                  MGdeJ