martes, 27 de junio de 2017

MANIPULACIÓN Y PERVERSIÓN DEL LENGUAJE O cómo no llamar al pan, pan; ni al vino, vino…

Los políticos son unos genios deformando la realidad: son capaces de beatificar el asesinato -con la interrupción voluntaria del embarazo- y de blanquear una práctica mafiosa -con la maternidad subrogada-.

Cuando dicen en el telediario “efectos colaterales”, todos sabemos perfectamente que están hablando de una “carnicería”; “ingeniería financiera” significa “trampa contable”, y “terrorismo de baja intensidad” es “jauría de encapuchados volcando coches y quemando autobuses”.
La perversión del lenguaje, propia de una época en la que el pan ya no es pan, llega a extremos caricaturescos.
La manipulación del lenguaje es un arma política con la que camuflar las injusticias sociales y negar la realidad. Medios de comunicación y políticos se suman al carro de lo políticamente correcto mediante el uso de eufemismos para evitar llamar a las cosas por su nombre.
Tanto es así que este martes, Ciudadanos -la formación política que lidera Albert Rivera- presenta una ley de vientres de alquiler bajo el eufemismo “maternidad subrogada”.
Una práctica que consiste en convertir a los seres humanos en una mercancía a través de un acuerdo económico entre una madre que gesta a un niño para luego venderlo normalmente a una pareja que no puede tener hijos.
No tiene mucho sentido hablar de “altruismo” como dice la formación de Albert Rivera para justificar lo injustificable. Sería creer en el sexo de los ángeles, pensar que una práctica mafiosa, ilegal en muchos países, puede ser “altruista”, cuando la base de los vientres de alquiler no es otra que el negocio y la explotación de seres humanos.
Así coinciden en subrayarlo tanto de la izquierda, como ha hecho el PSOE en su último congreso federal al señalar: “Los vientres de alquiler suponen una mercantilización de las mujeres y el PSOE no puede abrazar ninguna práctica que pretenda socavar los derechos de mujeres”…
…Como asociaciones de la sociedad civil, reagrupadas en la Plataforma por las Libertades que ha pedido que se vote No a la propuesta de Ciudadanos, por entender que “No es creíble que estos contratos se puedan hacer de forma altruista, y aunque así lo fuera seguirían atentando contra la dignidad de la mujer. El acudir a esta fórmula es una manera de  intentar legalizar, por la puerta de atrás, el comercio de los niños”
Al respecto, el sociólogo Amando De Miguel señala a Actuall que “lo más acertado sería llamarles ‘úteros de alquiler’ porque vientre tiene todo el mundo, pero útero para gestar solo la mujer”. Y añade: “Nunca se debe llamar a un vientre de alquiler maternidad, puesto que es lo contrario”.
Para De Miguel “los políticos son unos maestros en lo gramatical” ya  que “utilizan la retórica” con el objetivo constante de “disfrazar la realidad”.

La ingeniería ‘lingüística’

Llaman interrupción voluntaria del embarazo al aborto, maternidad subrogada a los denominados vientres de alquiler, género a lo que es sexo, progenitor a o progenitor b al padre o la madre, conflicto o tensión a lo que es guerra o terrorismo e incluso accidente a lo que es un atentado.
Es lo que Amando de Miguel llama el “politiqués”, un idioma o lenguaje inventado por los políticos para enmascarar la realidad, diluir responsabilidades o transformar las cosas a capricho. Y es que el lenguaje es poder.
Porque además de modificar conceptos, en ocasiones alteran significados. Es el caso de ‘matrimonio homosexual’ que normalmente utilizan periodistas, políticos y ciudadanos.
Y antes que ellos, los legisladores, al aprobar en el Parlamento, bajo el mandado de Zapatero, el matrimonio homosexual (2005), que es un imposible metafísico y un disparate antropológico, ya que matrimonio sólo puede ser entre hombre y mujer.
De hecho, el origen etimológico de la palabra “matrimonio” viene de “mater” (madre), es decir tiene que haber mujer y más precisamente “madre”, que pueda dar a luz… porque el matrimonio es una institución para traer hijos al mundo y asegurar el relevo generacional. Desde los pueblos más primitivos hasta nuestros días.
Significativamente, ninguna sociedad ha equiparado las relaciones homosexuales con el matrimonio. Porque se entendía que eran cosas diferentes. Hasta el Occidente de comienzos del siglo XXI, bajo la influencia de la Ideología de Género y las presiones del Nuevo Orden Mundial.
El lenguaje no es inocente. Y una forma de modificar la realidad es dar a las palabras un significado distinto del que tenían. Dos mujeres o dos hombres no pueden formar un matrimonio, por lo que se distorsiona la realidad.
Ocurre algo parecido con el concepto aborto que el gobierno de Zapatero intentó enmascarar bajo la llamada “Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo”, conocida como Ley Aído.
Los socialistas en este caso emplearon el término interrupción como si no se tratase de una muerte, sino de algo que se puede parar y más tarde retomar. Obviamente, no es el caso del aborto… ya que una vez interrumpida esa vida, no se puede reanudar.
El filósofo Julián Marías se refería irónicamente al término “interrupción del embarazo” al compararla con el ajusticiamiento en la horca: “La horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta!”. Y añadía: “Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien.”
En cuanto a palabras como género y sexo, la Real Academia Española (RAE) -institución que regula el uso del idioma- defiende que los seres vivos tienen sexo y no género y que por tanto es “inadmisible” que se emplee la palabra género “como mero sinónimo de sexo” y las palabras tienen género, y no sexo, señala el Diccionario Panhispánico de Dudas.
Además, esta misma institución lingüística critica el uso de la arroba (@) “como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo”. “Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible”, sostiene.
Lo mismo sucede con el reciente uso de la X o el * que muchos utilizan para referirse a expresiones de género que rebasan la bicategorización, consiguiendo así que los artículos no denoten género. Ejemplo: lxs o l*s, en lugar de los o las.
El guión de todo esto lo dejó escrito un preceptor inglés llamado Lewis Carroll hace 150 años, en Alicia en País de las Maravillas:
“Cuando yo uso una palabra -dijo Humpty Dumpty-, esa palabra significa exactamente lo que quiero que signifique… ni más ni menos.
-La cuestión es -dijo Alicia– si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan distintas.
-La cuestión -replicó Humpty Dumpty– es saber quién manda. Eso es todo”



Fuente: www.actuall, 27/6/2017.