Planteos:
1) ¿Qué es la formación humanista en
sí y desde nuestra realidad?
2) ¿Cómo implementarla en nuestro
Instituto y en el marco de los planes vigentes?
1) En torno al concepto de formación humanista
aplicado a nuestra realidad.
En el encuentro anterior intentamos una aproximación, afirmando que la formación
humanista se distingue esencialmente por estar al servicio del ser humano, de
su plenitud y felicidad. Se diferencia radicalmente de cualquier propuesta que
ponga al hombre en función del Estado, de la sociedad, de la producción y el
lucro, o cualquier otro fin que no sea el bien del hombre.
Recordamos entonces cómo se ha dado
históricamente, y cómo el Trivium sigue vigente, cuestión que retomaremos.
Metodológicamente
es importante y positivo adquirir el hábito de tener claro y presente el fin, pues es la causa que arrastra a
todas las demás: sea la material, la formal o la eficiente.
Remontemos
entonces la cuestión al bien del hombre, o sea a su fin, que como bien dijo
Aristóteles, es la felicidad y consiste en la contemplación de Dios. Eso que ya
los sabios paganos vieron, pero sin tener la certeza de su posibilidad, la Fe
nos dice que es la Voluntad divina sobre cada uno de los hombres: “Dios quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim
2, 4).
Necesariamente el fin de la educación debe entonces
subordinarse al fin del hombre, o sea, a que conozca la verdad y se salve.
Para lograrlo se necesita la gracia y las virtudes. Como normalmente, “la
gracia supone la naturaleza”, toda la tarea de la educación y la autoeducación
consistirá en llevar al hombre a adquirir virtudes. Así lo afirma Santo Tomás: “conducirlo y promoverlo al
estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”, o
como explicita Ruiz Sánchez definiendo la educación en tanto “auxilio al
hombre, en tanto indigente y falible, para que alcance la plenitud dinámica, es
decir, la capacidad estable para ordenarse libre y rectamente, en su dinamismo
interior y en su autoconducción hacia los bienes individuales y comunes,
naturales y sobrenaturales, que plenifican su naturaleza.” (2003: 21)
¿Cómo se
alcanza la plenitud dinámica? Se trata de llevar a su máximo y ordenadamente,
las potencias del alma, que es lo que permite pensar y obrar como seres humanos
realizados, como seres libres.
Potencias
cognoscitivas: los sentidos externos e internos y la Inteligencia.
Potencias
apetitivas: los apetitos sensibles, concupiscible e irascible, y la Voluntad.
El orden
que hemos de establecer entre ellas para obrar como seres libres, consiste en
que la inteligencia ilumine con la verdad a la voluntad para que decida, quiera y obre el bien, subordinando a su consecución a las
potencias sensibles.
Para ello
se requiere:
El cultivo
de la inteligencia, mediante los saberes prácticos, los teóricos y la sabiduría.
El cultivo
de la voluntad, mediante las virtudes cardinales y los hábitos que hacen a la
buena convivencia con uno mismo y con los demás.
La formación
humanística ha de procurar hombres libres, hombres “con espíritu de príncipes”,
como dice nuestro Fundador.
Por ser
nuestro fin específico, como familia religiosa, la evangelización de la cultura, hemos de “comprometer todas
nuestras fuerzas para inculturar el Evangelio, o sea, para prolongar la
Encarnación en todo hombre, en todo el hombre y en todas las manifestaciones
del hombre.” (Const. 5)
Esto
necesariamente lleva a evangelizar la cultura, es decir, “transformar con la
fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los
puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras, los modelos
de vida de la humanidad, para que estén imbuidos de la fuerza del Evangelio los
modos de pensar, los criterios de juicio, las normas de acción.” (Const. 26)
Entonces,
para nosotros, como Instituto dependiente del IVE, la educación humanística
apunta a formar cristianos plenos, íntegros, que reflejen en su pensamiento,
aspiraciones y realizaciones, la verdad y la bondad del Evangelio, es decir, a
Cristo mismo.
2)
Sobre la implementación del ideal de una educación humanística en nuestros
Institutos:
a) aspecto pedagógico: San Ignacio nos
ofrece un modelo probado en sus EE. En primer lugar, hace recordar el fin para
el cual fuimos creados. Esto de tener siempre presente el fin es auténtica
sabiduría, y hay que renovarlo a menudo. San Bernardo quería que en la celda
del monje hubiera un cartel con la leyenda: “¿A qué has venido?”, porque por más
altos y explícitos que sean nuestros fines, estamos siempre expuestos a
olvidarlos, a enfriar el amor que nos llevó a tomar cierta decisión o
compromiso. No sólo es importante tener y conocer el fin, hay que recordarlo. Y
en cada caso, tanto docentes como alumnos, tener claro para qué se hace lo que
se hace, y en lo posible, la relación de este objetivo próximo con otros más
altos. Otra cuestión importante, como superación del enciclopedismo, tiene
relación con el profundizar y aprender a gozar los saberes, “porque no el mucho
saber satisface y harta el ánima, sino el sentir y gustar las cosas
internamente” (EE, 2).
b) aspecto didáctico: también aquí nos
es útil la dinámica de los EE. Resulta interesante notar previamente que las
propuestas que intentan superar el enciclopedismo en la enseñanza, como por ej.
la que hace Perkins en “La escuela
inteligente”, sostiene que no basta conocer si no se comprende, que no
alcanza conocer y comprender si no se retiene, y que no hay verdadera posesión,
es decir, aprendizaje, si no se puede aplicar lo conocido a alguna situación o
realidad. Los pasos propuestos en los EE consisten justamente en presentar una
verdad a la inteligencia, breve y simplemente expuesta; hacerla meditar, es
decir, comprender, madurar, internalizar, apropiar y gozar; plantear
repeticiones, que ayudan a fijar y seguir profundizando, y finalmente aplicar a
la vida. En todo esto hay ejercicio de hábitos de pensamiento, que debemos
fomentar para lograr una cultura de pensamiento en la institución, que estimule
a su vez, a los miembros, a ejercitar el pensamiento. En esta área tenemos
mucho material interesante provisto por las neurociencias y los pedagogos que
se basan en sus conclusiones.
c) aspecto epistemológico: debemos estudiar
los fundamentos científicos y filosóficos de los enfoques de las disciplinas y
de los textos que utilizamos, tanto para lectura y estudio de los alumnos, como
para la preparación de las clases. No podemos olvidar que prácticamente todos los
saberes hoy están contaminados con los errores de la filosofía moderna:
inmanentismo, relativismo, materialismo… Entonces se requiere como tarea previa
y preparatoria trabajar en ese discernimiento, que no significa el rechazo de
la producción científica, literaria, artística y técnica, sino fundamentalmente
el poder distinguir lo que es verdadero, de lo que no. Recordemos que toda
verdad, la diga quien la diga, es del Espíritu Santo. Desde luego, el recurso a
la literatura y el arte clásicos será siempre de valor incalculable, pues
transmiten las vivencias del alma de sus autores y la cosmovisión que los
inspiró.
d) aspecto curricular: Ya hemos hablado
del Trivium y el Cuadrivium, el sistema académico que comienza en la Grecia
clásica y se organiza plenamente en la Edad Media. También hemos consignado el
hecho de que hoy, con la revalorización de la palabra y de la fuerza del
discurso, se producen, desde distintos ámbitos, aproximaciones a tales organizaciones de saberes o contenidos.
Tenemos por una parte la “alfabetización académica”, que consiste en la
enseñanza de la lectura y la escritura de los discursos propios de cada
disciplina. Por otra parte, estamos en plena experiencia de Trivium desde el
comienzo de la escolaridad primaria, proyecto liderado por la Dra. Graciela
Lamas, y que se ha comenzado a implementar también en este Instituto. Hay que
pensar un “trivium” al interior de cada una de las materias: procurando conocer
los hechos o cosas a que se refiere y el vocabulario específico; reflexionando
sobre las causas y consecuencias, las relaciones diversas, debatiendo puntos de
vista o modos de resolución de problemas, reconocer los métodos pertinentes y
saber utilizarlos; ser capaces de exponer y defender ideas, hacerlo con
claridad y elegancia.
e) aspecto disciplinar o conductual:
el modelo está dado, en este caso, por el famoso sistema preventivo de Don
Bosco. Ayuda mucho el trabajo sobre autoconocimiento y autoestima, pues sólo el
que se conoce bien puede realmente autoconducirse, y además está probado que la
buena autoestima acompaña al buen comportamiento. Es crucial la educación de la
conciencia. En este ámbito también encontramos un apoyo notable en el modelo
que nos proveen los EE, sobre todo por las normas que brindan para el
discernimiento y los métodos planteados para concretarlo, como hacer pro y
contra. Además, el hábito del examen
particular lleva a una mejora constante en la medida que se persevere en él.
Existen formas de ayudar escolarmente a ello, por ejemplo, en los “Buenos días”,
plantear siempre un propósito general de dar cada uno lo mejor de sí, y
acompañar de un propósito particular. Al terminar la jornada, ayudar a hacerse
preguntas sobre estos propósitos. Esto genera hábitos que se van a aplicar en
el presente y en el futuro, a las situaciones personales de cada uno durante toda la vida.
Hna. Lic. María
Gloria de Jerusalén Ianantuoni
Charla en la Jornada Docente del
Bachillerato Humanista Alfredo Bufano, San Rafael, Mendoza, 22 de septiembre de 2015.