Los políticos son unos genios deformando
la realidad: son capaces de beatificar el asesinato -con la interrupción
voluntaria del embarazo- y de blanquear una práctica mafiosa -con la maternidad
subrogada-.
Cuando dicen
en el telediario “efectos colaterales”, todos sabemos perfectamente que están
hablando de una “carnicería”; “ingeniería financiera” significa “trampa
contable”, y “terrorismo de baja intensidad” es “jauría de encapuchados
volcando coches y quemando autobuses”.
La
perversión del lenguaje, propia de una época en la que el pan ya no es pan, llega
a extremos caricaturescos.
La
manipulación del lenguaje es un arma política con la que camuflar las injusticias
sociales y negar la realidad. Medios de comunicación y políticos se
suman al carro de lo políticamente correcto mediante el uso de eufemismos para
evitar llamar a las cosas por su nombre.
Tanto es así
que este martes, Ciudadanos -la formación política que lidera
Albert Rivera- presenta una ley de vientres de alquiler bajo
el eufemismo “maternidad subrogada”.
Una práctica
que consiste en convertir a los seres humanos en una mercancía a través
de un acuerdo económico entre una madre que gesta a un niño para luego
venderlo normalmente a una pareja que no puede tener hijos.
No tiene
mucho sentido hablar de “altruismo” como dice la formación de Albert Rivera
para justificar lo injustificable. Sería creer en el sexo de los ángeles,
pensar que una práctica mafiosa, ilegal en muchos países, puede ser
“altruista”, cuando la base de los vientres de alquiler no es otra que el
negocio y la explotación de seres humanos.
Así
coinciden en subrayarlo tanto de la izquierda, como ha hecho el PSOE en
su último congreso federal al señalar: “Los vientres de alquiler suponen una
mercantilización de las mujeres y el PSOE no puede abrazar
ninguna práctica que pretenda socavar los derechos de mujeres”…
…Como
asociaciones de la sociedad civil, reagrupadas en la Plataforma por las
Libertades que ha pedido que se vote No a la propuesta de
Ciudadanos, por entender que “No es
creíble que estos contratos se puedan hacer de forma altruista, y aunque así lo
fuera seguirían atentando contra la dignidad de la mujer. El acudir a
esta fórmula es una manera de intentar legalizar, por la puerta de atrás,
el comercio de los niños”
Al respecto,
el sociólogo Amando De Miguel señala a Actuall que “lo más acertado sería
llamarles ‘úteros de alquiler’ porque vientre tiene todo el mundo, pero útero
para gestar solo la mujer”. Y añade: “Nunca se debe llamar a un vientre de
alquiler maternidad, puesto que es lo contrario”.
Para De Miguel
“los políticos son unos maestros en lo gramatical” ya que
“utilizan la retórica” con el objetivo constante de “disfrazar la realidad”.
La ingeniería ‘lingüística’
Llaman
interrupción voluntaria del embarazo al aborto, maternidad
subrogada a los denominados vientres de alquiler, género a lo que
es sexo, progenitor a o progenitor b al padre o la madre,
conflicto o tensión a lo que es guerra o terrorismo e incluso
accidente a lo que es un atentado.
Es lo que
Amando de Miguel llama el “politiqués”, un idioma o lenguaje inventado
por los políticos para enmascarar la realidad, diluir responsabilidades
o transformar las cosas a capricho. Y es que el lenguaje es poder.
Porque
además de modificar conceptos, en ocasiones alteran significados. Es el caso de ‘matrimonio
homosexual’ que normalmente utilizan periodistas, políticos y
ciudadanos.
Y antes que
ellos, los legisladores, al aprobar en el Parlamento, bajo el mandado de
Zapatero, el matrimonio homosexual (2005), que es un imposible metafísico y un
disparate antropológico, ya que matrimonio sólo puede ser entre hombre
y mujer.
De hecho, el origen etimológico de la palabra “matrimonio” viene de “mater” (madre), es decir tiene que haber mujer y más precisamente “madre”, que pueda dar a luz… porque el matrimonio es una institución para traer hijos al mundo y asegurar el relevo generacional. Desde los pueblos más primitivos hasta nuestros días.
De hecho, el origen etimológico de la palabra “matrimonio” viene de “mater” (madre), es decir tiene que haber mujer y más precisamente “madre”, que pueda dar a luz… porque el matrimonio es una institución para traer hijos al mundo y asegurar el relevo generacional. Desde los pueblos más primitivos hasta nuestros días.
Significativamente,
ninguna sociedad ha equiparado las relaciones homosexuales con el matrimonio.
Porque se entendía que eran cosas diferentes. Hasta el Occidente de comienzos
del siglo XXI, bajo la influencia de la Ideología de Género y las presiones del
Nuevo Orden Mundial.
El lenguaje no es inocente. Y una forma de modificar la
realidad es dar a las palabras un significado distinto del que tenían. Dos
mujeres o dos hombres no pueden formar un matrimonio, por lo que se
distorsiona la realidad.
Ocurre algo
parecido con el concepto aborto que el gobierno de Zapatero
intentó enmascarar bajo la llamada “Ley de salud sexual y reproductiva y de la
interrupción voluntaria del embarazo”, conocida como Ley Aído.
Los
socialistas en este caso emplearon el término interrupción como si no se
tratase de una muerte, sino de algo que se puede parar y más tarde retomar. Obviamente,
no es el caso del aborto… ya que una vez interrumpida esa vida, no se puede
reanudar.
El filósofo
Julián Marías se refería irónicamente al término “interrupción del embarazo” al compararla con el
ajusticiamiento en la horca: “La horca o el garrote pueden llamarse
«interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta!”. Y añadía: “Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a
alguien.”
En cuanto a
palabras como género y sexo, la Real Academia Española (RAE)
-institución que regula el uso del idioma- defiende que los seres vivos tienen
sexo y no género y que por tanto es “inadmisible” que se emplee la
palabra género “como mero sinónimo de sexo” y las palabras tienen
género, y no sexo, señala el Diccionario Panhispánico de Dudas.
Además, esta
misma institución lingüística critica el uso de la arroba (@)
“como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y
femenina del sustantivo”. “Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo
lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible”, sostiene.
Lo mismo
sucede con el reciente uso de la X o el * que muchos utilizan
para referirse a expresiones de género que rebasan la bicategorización,
consiguiendo así que los artículos no denoten género. Ejemplo: lxs o l*s, en
lugar de los o las.
El guión de
todo esto lo dejó escrito un preceptor inglés llamado Lewis Carroll hace
150 años, en Alicia en País de las Maravillas:
“Cuando yo uso una palabra -dijo Humpty Dumpty-, esa palabra
significa exactamente lo que quiero que signifique… ni más ni menos.
-La cuestión es -dijo Alicia– si se puede hacer que las
palabras signifiquen cosas tan distintas.
-La cuestión -replicó Humpty Dumpty– es saber quién manda. Eso es todo”
Fuente: www.actuall, 27/6/2017.
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