Hoy: Bto. John Henry Newman (1801- 1890)
Así es, hermanos míos; cada ser que alienta en este mundo, grande o
humilde, educado o ignorante, joven o viejo, varón o mujer, tiene una misión,
tiene una obra. No hemos sido enviados al mundo para nada; no hemos nacido de
casualidad; no estamos aquí para que podamos irnos a dormir por la noche y
levantarnos por la mañana, ganarnos el pan con fatiga, comer y beber, reír y
jugar, pecar cuando tenemos gana y reformarnos cuando estamos cansados de pecar,
fundar una familia y morir. Dios ve a cada uno de nosotros; Él ha creado cada
alma, y las infunde en cada cuerpo, una por una, con algún propósito. Él
necesita, se digna necesitar, de cada uno de nosotros. Él tiene para cada uno
de nosotros un fin; somos iguales ante sus ojos, y estamos colocados en
diferentes rangos y posiciones, no para sacar de ellos todo el provecho que
podamos para nosotros mismos, sino para trabajar en ellos por Él. Así como
Cristo tuvo su obra, nosotros también tenemos la nuestra; y como Él se regocijó
en hacer su obra, nosotros también debemos gozarnos en las nuestras.
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