Más alumnos matriculados, pero menos aprendizajes
Recientemente, en un artículo aparecido en la
edición internacional de The New York Times, cuyo autor es Eduardo Portes, se
analiza una cuestión educativa muy actual: la relación entre el aumento en la
cantidad de alumnos matriculados en países de varios continentes y el nivel de
calidad de los aprendizajes adquiridos.
Hay datos elocuentes al respecto. Hace un cuarto de
siglo, en los países subsaharianos de África sólo el 50 por ciento de los niños
en edad de cursar el nivel primario estaban inscriptos en las escuelas. En
2012, la matrícula comprendía el 75%. En el mismo lapso, la inscripción en las
escuelas primarias del sur de Asia se acercaba al 94%. Esos datos son
reveladores de una realidad de los tiempos actuales: la conducción política de
los países que dieron ese salto a favor de la educación popular había
comprendido que la enseñanza primaria universal debía convertirse en el primer
objetivo por lograr en este milenio. En otros términos, había crecido la
conciencia de que solamente por el camino de la educación los países pobres
podrían desarrollarse y alcanzar la deseada prosperidad.
Ahora bien, a medida que se analizó el tema más
rigurosamente -es decir, más allá del simple dato estadístico lo que se pudo
apreciar es que la cantidad de niños inscriptos no se compatibilizaba con el
nivel de calidad esperado. Eric Hanushek, experto en educación de la
Universidad de Stanford, California, lo afirmó de un modo categórico al decir
que si bien el número de alumnos había crecido, los aprendizajes habían sido
nulos. Una negación tan tajante abrió dudas que movieron a educadores y a
diplomáticos a proponer otros objetivos de desarrollo sostenible que
sustituyesen a los anteriormente enunciados.
Asimismo, se consideró necesario dotar de docentes
capaces a los países escasos de ese personal y promover una estrategia de
desarrollo que canalizara coherentemente la ayuda en los próximos lustros. Se
espera que en septiembre próximo la ONU apruebe el plan aludido.
Un informe reciente de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que conduce la aplicación de las
pruebas PISA en 75 países, ha dado a conocer una estimación desalentadora sobre
el estado de la educación en el mundo pues, aun en países con suficiente nivel
de recursos, los estudiantes no logran desarrollar las habilidades básicas.
Así ha ocurrido en México, donde a pesar de contar
con una educación primaria casi universal y una matriculación en el secundario
que alcanza al 70%, más de la mitad de los estudiantes no accedió al nivel
básico de aptitud, que la OCDE considera indispensable para participar
productivamente en la economía contemporánea. En ese nivel y aún menor están
los estudiantes brasileños y los indonesios.
En un momento se pensó que los sistemas educativos
de algunos países se habían sobrecargado por el aumento de la inscripción, de
manera que se reducían por esa causa los beneficios que se esperaban del
aprendizaje.
Un reciente trabajo del Banco Mundial, dedicado a
medir la calidad de la enseñanza en países africanos, confirmó una de las
causas de los resultados negativos. Es el caso de Uganda, por ejemplo, en donde
sólo uno de cada cinco maestros cumple con los estándares de calidad
requeridos.
La OCDE prevé que se ha de acceder a una educación
de nivel secundario universal en el año 2030. En ese tiempo se podrá garantizar
el nivel básico de habilidades que exploran las pruebas PISA de evaluación de
la calidad.
El esfuerzo
requerido para alcanzar ese objetivo se compensaría con los beneficios que
dispensaría la expansión educativa. En suma, al margen de los recursos
materiales básicos, una vez más se afirma que, para acceder a un nivel de
calidad educativa, se requieren la capacidad del personal que ejerce la
docencia y la consagración del tiempo necesario para aprender y estudiar por
parte de los alumnos, cuyo desempeño y motivación positiva resultan
indispensables.
Fuente: "La Nación", 20 de julio de 2015.
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