La Inmaculada Concepción
Orna la luna su materna planta;
la aurora sus cabellos ilumina;
su cabeza en luceros se reclina
y su trono entre soles se levanta.
Ante aquella visión mística y santa,
el ángel, con amor, la frente inclina
y al dulce son del arpa diamantina
su belleza inmortal celebra y canta.
A la vez,
entre sombras abismado,
reza a la
imagen, de dolor transido,
el hombre en
este valle desterrado.
¡Quién sabe
cuál acento es más oído,
si el del
ángel, que canta enamorado,
o el del
hombre, que llora arrepentido!
Alejandro Nieto (español, 1873- 1930)
Fuente: Pemán, J. M. y Herrero, M (1950) Suma poética. Madrid: BAC. p. 500.
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