Diciembre, de madrugada.
El frío cala los huesos;
la oscuridad es cerrada,
mientras bordeas el cerro.
Una aurora apresurada
se te interpone en el paso:
es la Doncella sin mancha
que trae el Sol de lo alto.
Los ojos se te iluminan
sobre la cara cetrina,
y llena de rosas queda
tu pobre tilma raída.
Amor tierno, puro fuego,
en esa tilma florida
pinta el mapa de los cielos
de aquel venturoso día.
También se queda grabada,
como en pacto de por vida,
tu figura arrodillada
en las maternas pupilas.
MGdeJ
Más sobre los prodigios que acompañan esta imagen en: http://www.reinadelcielo.org/el-milagro-de-los-ojos-de-la-virgen-de-guadalupe/
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