miércoles, 27 de enero de 2016

Razón y fe en el Card. Newman (2 de 2)

Charla en el XII Curso de Universitarios (2da. parte)


2. Tres aspectos de su espiritualidad y pensamiento.


Voy a destacar tres aspectos notables, sin pretender restringir toda la riqueza espiritual e intelectual que presenta este gran santo.
1º) La centralidad que ocupa en su vida la fe, concretamente la fe en el misterio del Verbo Encarnado.
Todo lo dicho sobre la vida, obras y conversión, las virtudes y la espiritualidad de John Henry Newman tienen, en definitiva, una sola y única explicación: la fe y el amor arraigados desde la adolescencia en Cristo Verbo Encarnado. Fe que se elaboró y maduró en el contacto asiduo con la Sagrada Escritura, en la oración y meditación de los misterios de la vida de Cristo. Que se fundamentó, profundizó y encontró ejemplo en los Santos Padres, sobre todo en el trato con los escritos originales y la vida de San Atanasio, el campeón del Verbo Encarnado. Amor que se intensificó y se tornó cada vez más ardiente y valeroso, más humilde y entregado a la Voluntad del Padre y a las necesidades de los hermanos. Que se alimentó en la Santa Misa y la adoración Eucarística. Que floreció, en definitiva, en un santo que regala Dios a nuestros tiempos. Escuchémoslo:
¿Por qué comprendemos tan poco el Evangelio de nuestra salvación? ¿Por qué nuestros ojos son tan débiles y nuestros oídos tan duros para entender? ¿Por qué tenemos tan poca fe, tan poco del cielo en los corazones? Por esta única razón, mis hermanos, si se me permite explicarme en una sola palabra: porque meditamos tan poco… ¿Qué es meditar sobre Cristo? Se trata sencillamente de esto: pensar habitual y constantemente sobre Él, sobre su vida y sus sufrimientos. Es tenerlo presente como Uno al que podemos contemplar, adorar y dirigirnos a Él cuando nos levantamos a la mañana, cuando nos acostamos, cuando comemos y cuando bebemos, cuando estamos en casa o en el extranjero, cuando trabajamos, o caminamos, o descansamos; cuando estamos solos, y también cuando estamos en compañía, esto es meditar. Mediante esto, y de ningún otro modo, nuestros corazones llegarán a sentir como debieran. Tenemos corazones de piedra, corazones duros como el pavimento; la historia de Cristo no nos impresiona. Y, con todo, si hemos de ser salvados, hemos de adquirir corazones tiernos, sensibles, vivos; nuestros corazones tienen que resultar rotos, deben ser roturados como la tierra, y cavados, y regados, y arados, y cultivados, hasta que se conviertan en jardines, jardines del Edén, aceptables a los ojos de nuestro Dios, jardines en los que el Dios Altísimo pueda caminar y morar, lleno, no de zarzas y espinas, sino de plantas aromáticas de dulces perfumes, con árboles y flores celestiales. El árido y yermo desierto debe hacer brotar manantiales de agua viva. Si nos hemos de salvar, antes deben cambiar nuestros corazones. En una palabra, hemos de adquirir lo que no tenemos por naturaleza: fe y amor. ¿Y cómo se logrará esto, con la gracia de Dios, si no es mediante la reverente y frecuente meditación a lo largo del día? (Newman, 2011: 196).

2º) La preocupación que tuvo por la evangelización de la cultura, y por consiguiente en la educación.

Newman es un hombre que vive de cara a Dios, que se juega entero por la Verdad, y que entiende que el primer acto de amor a sus semejantes es aproximársela, ofrecerla, hacerla asequible. Cuando se comprende -como él- el valor del Evangelio, lo que significa conocer a Cristo, pertenecer a la Iglesia como miembro vivo de su Cuerpo misterioso pero más real aún que el visible, nacen ansias por transmitir esos tesoros que son fuego encendido en el alma del apóstol.
La conversión de cada hombre, su apertura a los toques de la gracia, su docilidad a la voz de la conciencia, en definitiva: su a la fe y la Voluntad de Dios, es sin duda un proceso supremamente íntimo, que depende del asentimiento personal.
Pero porque somos sociales, se da la importancia del ambiente, del clima espiritual, de la cultura en que se desenvuelve la vida de la persona. Cuando una comunidad -familia, hermandad, asociación, ciudad o nación- ha hecho carne el evangelio, su gente comienza a vivir principalmente conforme a los criterios que éste postula. Se ha evangelizado la cultura, tal como describe la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi:
Para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación. (EN, 19)
El cristiano sabe que “Toda verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo” como enseñó S. Ambrosio (glosa a Cor XII, 3) y cita tantas veces Tomás de Aquino, que supo buscar, encontrar y amar la verdad, así la dijera un pagano, un mahometano o quien fuere. Es que, como afirmó reiteradamente Newman, “la verdad se deja encontrar de quienes la buscan sinceramente”.
Desde sus años del Oriel, las inquietudes de Newman -que son en primer lugar religiosas- se vuelcan por eso mismo a la educación. Le preocupan sus tutorados, luego sus parroquianos, más tarde sus discípulos y amigos reunidos en Littlemore, los Padres del Oratorio, los niños de la catequesis, los futuros alumnos de la Universidad Católica, los católicos ingleses, los hombres todos. Tiene muy claro que todos necesitamos formación.
Ante la ola de conversiones de intelectuales anglicanos, se generó una gran ansiedad en los ambientes católicos. No se trataba solo de fomentarlas, sino de verlas concretadas. Newman no es exitista, y se muestra cauto para alentar entusiasmos que no tengan un fundamento firme. Ve la importancia de que los creyentes tengan la fe bien arraigada, la amen conociéndola y sepan defenderla ante las tentaciones y los ataques exteriores.
(Se trata de) intentar mejorar la situación, el “status” de los católicos, a base de una cuidadosa revisión de las formas de argumentar, de los puntos de contacto con las filosofías y tendencias actuales, proporcionarles puntos de vista más justos, ampliar y hacer menos basta su cabeza, en una palabra, darles Educación […]. De principio a fin, mi objetivo ha sido la Educación en el sentido amplio de la palabra. (Del Diario, 21 de enero de 1863)
Newman advierte la importancia de la formación temprana, porque, dice: “hay un gran peligro de que la escuela científica se aparte de la Iglesia cristiana, y a la larga reniegue de la madre a quien tanto debía. Esta desgracia en cierta medida ya nos ha ocurrido; para que no aumente, hemos de cuidar de aquella educación religiosa temprana que sin ninguna duda deben recibir todas las personas, tanto de las clases elevadas como de las más humildes de la comunidad”(Newman, 1993: 67).
Por eso uno de los proyectos reiteradamente intentados, fue el de crear colegios católicos, reunir  a los jóvenes, formar grupos de intereses afines.
Quería despertar al laicado, movilizarlo intelectualmente, lograr que tuvieran defensas doctrinales frente a los avances del liberalismo, que no sólo irrumpía en las sociedades trastornando las costumbres tradicionales, sino que iba penetrando también en la Iglesia. Él encontró que la mayoría de los católicos, inclusive los obispos, no tenían claro el problema ni lo que era urgente hacer.
El verdadero problema católico inglés era la carencia de educación. Ante la creación de obispados, cuando fue restaurada la jerarquía, Newman decía: “Necesitamos seminarios, más que sedes episcopales”. Él comprendía que lo más importante era formar a los sacerdotes, impulsar colegios propios, aprovechar las campañas contra los católicos para “promover una gran campaña que llegue a los pueblos, se podrían organizar sermones o conferencias,… comenzar un periódico, una revista, etc.” Debía haber conferenciantes laicos y reuniones públicas en las grandes ciudades, que pusieran sobre el tapete los temas importantes de la vida y de la fe. Los católicos jóvenes deberían unirse, como habían hecho en su momento los tractarianos.
Recibe con entusiasmo el proyecto de la Universidad Católica de Irlanda. En sus discursos defiende la unión de la razón y la fe:
Éste, pues, imagino que es el objetivo de la Santa Sede y de la Iglesia Católica al fundar universidades: volver a unir cosas que en el principio estaban unidas por Dios, y que han sido separadas por el hombre. […] Deseo que el intelecto se expanda con la mayor libertad, y que la religión disfrute de igual libertad, pero lo que pongo como condición es que deben encontrarse en uno y el mismo sitio, y ejemplificado en las mismas personas... No me satisfará lo que satisface a tantos, tener dos sistemas independientes, intelectual y religioso, caminando uno al lado del otro al mismo tiempo, por una especie de división del trabajo, y sólo reunidos accidentalmente. No me satisfará si... los jóvenes conversan con la ciencia todo el día y se presentan ante la religión por la noche... La devoción no es una especie de final ofrecido a las ciencias, ni la ciencia es... un ornamento y una bagatela de la devoción. Quiero que los seglares intelectuales sean religiosos, y los eclesiásticos devotos sean intelectuales. (Del Discurso en la iglesia de la Universidad Católica de Irlanda).

Newman muestra constantemente la preocupación por el fin último de cada vida humana. Es evidente, que si la educación ha de servir al hombre, y no a otros intereses contrarios a él y a su felicidad, el fin de la educación debe subordinarse al fin del hombre. Para que esto suceda, debemos primero tomar conciencia de que tenemos un destino y una misión particular, que hemos sido creados con un propósito que es personal para cada ser humano, y que en cumplirlo está nuestra perfección.
Así es, hermanos míos; cada ser que alienta en este mundo, grande o humilde, educado o ignorante, joven o viejo, varón o mujer, tiene una misión, tiene una obra. No hemos sido enviados al mundo para nada; no hemos nacido de casualidad; no estamos aquí para que podamos irnos a dormir por la noche y levantarnos por la mañana, ganarnos el pan con fatiga, comer y beber, reír y jugar, pecar cuando tenemos gana y reformarnos cuando estamos cansados de pecar, fundar una familia y morir. Dios ve a cada uno de nosotros; Él ha creado cada alma, y las infunde en cada cuerpo, una por una, con algún propósito. Él necesita, se digna necesitar, de cada uno de nosotros. Él tiene para cada uno de nosotros un fin; somos iguales ante sus ojos, y estamos colocados en diferentes rangos y posiciones, no para sacar de ellos todo el provecho que podamos para nosotros mismos, sino para trabajar en ellos por Él. Así como Cristo tuvo su obra, nosotros también tenemos la nuestra; y como Él se regocijó en hacer su obra, nosotros también debemos gozarnos en las nuestras. (Newman, 1947: 85)

3º) La lucha que emprendió contra el modernismo o liberalismo como perversión de la religión y entrega al mundo.

Ve anticipadamente la relación que puede darse entre las seducciones del mundo y el error:
Estamos en un tiempo y un país en el que, más que nunca, los hombres disponen de ciertas oportunidades para lo que se llama progresar en el mundo, ascender en la escala social, obtener riquezas; y claro, una vez en posesión de riquezas, todas las demás cosas que siguen: consideración, prestigio, influencia, placeres, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. Así es que desde que los hombres disponen de más oportunidades que en otros tiempos para obtener bienes mundanos, no es de extrañar que crezca la tentación de esforzarse por obtenerlos; ni tampoco nos extraña que efectivamente algunos incrementan su fortuna y así ponen su corazón en los tales bienes.
Y sucederá a menudo que, a partir de la codicia antes de obtenerlos, pasando a su celebración una vez obtenidos, los hombres se ven inducidos a recurrir a medios ilícitos, ora para incrementarlos, ora para no perderlos. […]
Y así como estos bienes inducen a amar al mundo, así también inducen a confiar en el mundo: no sólo nos volvemos mundanos, sino infieles también; se corrompe la voluntad, se oscurece la inteligencia, la verdad produce disgusto y gradualmente aprendemos a sostener y defender el error. (Newman 2011 b: 117 y 121)

Cuando en 1879 recibe su designación cardenalicia, su discurso de agradecimiento contiene la tesis que alimentó la dura lucha librada a lo largo de su vida, que fue contra el liberalismo. Dice así:
Y me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro, espero que no se juzgará fuera de lugar si renuevo la protesta que hecho tan a menudo.
El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseña que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento o gusto; no es un hecho objetivo ni milagroso, y está en el derecho de cada individuo hacerle decir tan sólo lo que impresiona a su fantasía. La devoción no está necesariamente fundada en la fe. (Biglietto Speech)

El Movimiento de Oxford concluye con la conversión de Newman, pero no ha dejado de tener repercusiones. Entre muchas otras, es destacable el llamamiento lanzado por una importante cantidad de miembros del clero anglicano en 1932, documento en el que, rehaciendo las teorías de los Padres de Oxford, se censuraba las ruinas del dogma, de la tradición y de la moral aportadas por el modernismo.
Periódicamente se producen hechos que reavivan aquellas inquietudes espirituales. En 2009 el Papa Benedicto XVI aprobó, mediante la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus (Grupos de Anglicanos), la creación de Ordinariatos destinados a recibir grupalmente tanto al clero como a los fieles anglicanos que habían pedido unirse a la catolicidad. Fueron miles los que se acogieron al beneficio de ser recibidos en la Iglesia Católica.

Concluyo con una oración de entrega y confianza, escrita por el propio Newman:
Señor, Haz de mí lo que Tú quieras. No pretendo regatear, no impongo condición, ni intento ver adónde me llevas. Señor, haz de mí lo que Tú quieras. Seré nada más lo que Tú quieras. Y no digo que te seguiré por todas partes, porque soy débil. Pero me entrego a Ti para que me lleves adonde Tú quieras.

Hna. María Gloria de Jerusalén Ianantuoni
San Rafael, 16/1/2016.
Referencias:
Ker, Ian (2010) John Henry Newman. Una biografía. Madrid: Palabra.
Newman, John Henry (1947) Discursos para auditorios mixtos. Buenos Aires: La colmena.
Newman, John Henry (1993) La fe y la razón. Quince sermones predicados ante la Universidad de Oxford (1826-1843). Madrid: Encuentro.
Newman, John Henry (1996) Cartas y diarios. Selección, traducción y notas de Víctor García Ruiz y José Morales. Madrid: Rialp.
Newman, John Henry (2006) Cuatro sermones sobre el Anticristo. Buenos Aires: Pórtico.
Newman, John Henry (2011) El mundo invisible. Buenos Aires: Vórtice.
Newman, John Henry (2013) Apologia “pro vita sua”. Madrid: BAC.

Web recomendada: www.amigosdenewman.com.ar

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