1. Concepto de historia.
El acontecer y el relato.
2. La historia como
acontecer. Los hechos y sus falsificaciones.
3. La historia como
relato. Variadas formas de alterar el relato.
4. Origen de las
falsificaciones.
5. Los medios de que se
valen.
6. Qué hacer.
Por
MGdeJ Ianantuoni
1. CONCEPTO DE HISTORIA.
Cuando
decimos “historia” podemos pensar básicamente en dos objetos:
a) el acontecer,
la sucesión encadenada de los hechos del obrar humano socialmente trascendente,
sus causas y consecuencias;
b) el relato transmitido sobre esos
acontecimientos.
En ambos casos, la historia es de gran importancia
para el hombre.
En primer
lugar, lo distingue del resto de los seres, pues sólo el hombre es histórico,
sólo él posee historicidad, es decir: conciencia del tiempo, de la propia
finitud y de la trascendencia de su vida. Recibe las realizaciones de las
generaciones anteriores, las elabora y transmite a las generaciones futuras.
Esta transmisión o legado es propiamente la tradición.
En segundo lugar, el relato es de fundamental
importancia, tanto en las vidas personales como en las de los pueblos.
Afirma Romano Guardini: “Sólo desde la aceptación
de sí mismo lleva el camino al auténtico futuro para cada cual, a su propio
futuro” (1962: 29).
Es evidente que para aceptarse, uno debe
conocerse, y que este conocimiento se adquiere primordialmente a partir de la
reflexión sobre el autorrelato y los relatos y comentarios que nos llegan de
los otros significativos: padres, maestros, pares, ambiente.
Los
ocultamientos o las mentiras sobre aspectos fundamentales, como el propio
origen, pueden tener trágicas consecuencias: tal es el caso que presenta Edipo. Y aun cuando no se llegue a tales
extremos, queda la persona como andando entre sombras, desorientada y a
tientas, intuyendo oscuramente que algo esencial le está siendo negado.
A partir de seleccionar sucesos con una secuencia
temporal, constituidos como una unidad de significado, es decir, mediante la
capacidad de narrar y narrarse, se descubre la identidad y se adquiere
experiencia.
Esto vale para las personas y para las sociedades
y los pueblos, por eso se dice que la Historia es “maestra de vida”.
La Historia
es uno de los elementos constitutivos del alma de una nación. Si se la intenta
perder, oscurecer, ese pueblo se hará incapaz de lograr su destino. Tal ha
sido, por ejemplo, el objetivo de la política
de la Historia llevada adelante por quienes construyeron la historiografía
de nuestros pueblos hispanoamericanos. Esa política ha sido efectiva, generando
desconcierto y desorientación. Al respecto afirma Arturo Jauretche (1959: 6)
que la deformación de nuestra historia ha tenido como finalidad impedir que la
historia verdadera contribuya a la formación de una conciencia histórica
nacional.
El relato histórico aporta, pues, elementos para:
1- descubrir la identidad, por la memoria;
2- regir la conducta, por la experiencia; y
3- elaborar la propia cosmovisión, es decir,
poseer claves que permitan una captación complexiva y valoral de la realidad.
De la importancia de la historia, en lo personal,
social y político, deviene el interés por deformarla, alterarla y falsificarla.
2. LA HISTORIA COMO ACONTECER.
Es lo que de
hecho ha pasado. Hemos de considerar que:
- Tuvo un comienzo y tendrá un final: se inicia con la aparición del
hombre sobre la tierra, y terminará un día;
- Tanto su inicio como su final y sentido son misteriosos para
nosotros, pues exceden las posibilidades de nuestro conocimiento;
- Sólo la Teología, a partir de la Fe revelada, da una respuesta a
estas cuestiones del comienzo, el final y el sentido de la Historia. El
comienzo lo explica por la Creación y el final por la Parusía. Muestra que el
sentido es la gloria de Dios y de sus santos. Aporta una explicación sobre la
tensión y lucha que en ella se despliegan, como simboliza San Agustín a través
de su tesis sobre las Dos Ciudades. Por revelación sabemos que en la Historia
intervienen e interactúan las voluntades de los seres libres: Dios, los ángeles
y los hombres.
- Al proceder la Historia de un
entretejido de decisiones libres, sus hechos y las consecuencias que de ellos
devienen, son contingentes, y por ello es impredecible.
Falsificaciones o errores sobre la Historia como acontecer ha habido
siempre, pero hoy priman los siguientes:
- Evolucionismo histórico: con similar inspiración que el Evolucionismo
biológico, ambos hijos del optimismo racionalista. Sostiene que cada época será
inexorablemente mejor que la anterior, por un avance inmanente de la Historia
misma. Todos los evolucionismos, incluso el biológico, son meras hipótesis cada
vez más descalificadas en el mundo científico serio, y en realidad son
sostenidas por motivos ideológicos.
- Materialismo histórico: explica la Historia por un proceso
dialéctico, que consiste en la lucha de clases por motivos económicos o de
poder. Es el marxismo clásico, que para probar su tesis, provoca esa lucha:
proletarios vs capitalistas, imperialismo vs antiimperialismo, mujeres vs
varones, homosexuales vs heterosexuales, retrógrados vs progresistas, etc…
- Historicismo inmanentista: todo queda dentro de la Historia; no hay posibilidad de trascendencia. Es un
inmanentismo absoluto. Comenta el P. Sáenz explicando la ideología de Gramsci:
“Historicismo absoluto significa que no se puede admitir nada eterno, nada
extrahistórico, nada suprahistórico; historicismo absoluto, pues, todo dentro
de la historia” (Sáenz, 1988: 15). No hay más
allá, no hay nada más alto que el mismo hombre, y en este sentido es un humanismo absoluto. La sociedad de
consumo formada por ateos prácticos responde a este esquema.
3. LA HISTORIA COMO RELATO.
El relato
histórico depende de la conservación de las tradiciones, los documentos y los
monumentos; básicamente de la escritura. Es la causa por la cual no todos los
pueblos entran simultáneamente en la historia científica.
En relación
con la existencia de esos elementos de prueba tenemos una primera gran
división: Prehistoria e Historia.
- Hipótesis evolucionista sobre la aparición del hombre en la tierra:
el objetivo es negar la noción de Creación, el origen divino del hombre… para
ello se inventa un llamado “proceso de hominización”, como si al ser de a poco,
lentamente, se facilitara asumir el salto ontológico que se da del animal
irracional al racional. Se fantasea sobre un “eslabón perdido” y hasta sobre
“la vida cotidiana del hombre de las cavernas”. Sobre lo ridículo de esta
hipótesis ironiza con altura Chesterton (1987: 21-63).
- Deformaciones y mentiras en torno a la Historia Sagrada,
especialmente sobre la figura de Cristo. Después de que los racionalistas
negaron su historicidad, y dado que la investigación seria echó por tierra sus
teorías, se dedican a adjudicarle amantes, a decir que no murió en la Cruz sino
en otro lado, que jamás resucitó y que su tumba está a punto de ser hallada…
- Negación implícita de la Antigüedad clásica y las Edades Cristianas:
todo parece comenzar en la Modernidad, sea la ciencia, la educación, el
derecho, la psicología, la tecnología…
- Desprestigio sistemático de la Cultura Cristiana, particularmente de
la Cristiandad tal como se concretó entre los siglos V y XV:
·
Llamarla sin nombre propio: “media” no alude a
su esencia teocéntrica ni a sus peculiares características de ordenamiento
jerárquico;
·
Uso despectivo del calificativo “medieval”;
·
Deformación informativa y juicio acientífico,
sin comprensión histórica -por tanto, injusto- de hechos e instituciones, como
las Cruzadas o la Inquisición;
·
Ignorar su grandeza, ocultándola o pasándola por
alto, silenciando a sus personajes y realizaciones, con lo que se hace un
paréntesis de ¡diez siglos! Son prácticamente desconocidos los reyes santos,
los genios que produjo, los avances científicos, humanitarios y tecnológicos.
·
Tampoco se le suele atribuir el mérito de haber
desterrado o reducido la esclavitud, de haber sentado las bases del matrimonio
permanente, del respeto y consideración por la mujer, de la conciencia de la
dignidad de toda persona humana; de haber creado instituciones como las
universidades y los hospitales, de haber humanizado la guerra; de haber salvado
todo lo grande, verdadero, hermoso de la cultura clásica; de que muchas
ciudades se formaron en torno a los monasterios. Consultar: Belloc, Hilaire: La
crisis de nuestra civilización, El estado servil, Europa
y la Fe; Sáenz, A.: La cristiandad y su cosmovisión;
otros historiadores, como Woods, Cohen, Dawson, Walsh, etc.
- Elaboración de diversas leyendas negras, por ejemplo, en nuestra
Historia patria:
·
La leyenda negra de la colonización. Este relato
pretende que la intención de España ante América fue la explotación de sus
recursos humanos y naturales, llegando hasta el genocidio de las tribus
indígenas –los verdaderos dueños de estas tierras- despojadas y exterminadas
por los conquistadores. Es interesante consultar: Iraburu: Hechos de los
apóstoles de América; Sierra, V: Así se hizo América, o El
sentido misional de la conquista de América; Caponetto, A.: Hispanidad
y leyendas negras, otros autores como Ramiro de Maetzú, Cayetano Bruno,
etc.
·
La leyenda negra de la época de la emancipación,
que se sintetiza en la frase sarmientina “civilización o barbarie”. Es la de
los gauchos malditos, los caudillos
federales, los que se oponían al liberalismo, a las ideas de la Revolución
Francesa, a la herejía protestante…
·
La leyenda negra sobre la guerra antisubversiva
y la liberación y batalla de las Malvinas. Es la exaltación de la guerrilla
subversiva y la negación de que hubo una guerra interna con apoyo del exterior,
sosteniendo que nuestras FFAA asesinaron a jóvenes
idealistas, y concluyeron el genocidio
emprendido al llevar a nuestros chicos
a una guerra sin sentido…
- Idealización de las culturas paganas, como si fueran el prototipo del
humanismo, del espíritu de paz, de la ecología…
- Silencio sobre los terribles genocidios practicados sobre pueblos
cristianos: las matanzas en masa de las Revolución Francesa y de la
Bolchevique, de armenios por los turcos, de ucranianos por los rusos…
- Silencio sobre los mártires cristianos del último siglo: los de la
Guerra cristera en Méjico, del régimen comunista en la URSS y en China, de la
guerra civil española, de los campos de concentración de los nazis, de los
perpetrados por los musulmanes…
4. ORIGEN DE LAS FALSIFICACIONES.
En principio
ocurrieron por el odio que los racionalistas y enciclopedistas alentaron contra
la Iglesia. En general, eran masones juramentados. Su política, llamada
liberal, se dedicó a imponer a lo largo del S XIX, las ideas de la Revolución
Francesa y a comenzar esta política de la
historia según el lema de Voltaire: “Mentid, mentid, que algo quedará”.
Destruyeron cuanto pudieron los testimonios de la Historia cristiana. Usaron la
escuela pública y la enseñanza obligatoria como instrumento del cambio de
mentalidad que pretendían. Sustituyeron los símbolos y emblemas, cargándolos de
contenido revolucionario. Alteraron la toponimia poniendo los mismos nombres
hasta el hartazgo, de modo que sólo sus próceres
sean conocidos y honrados. Tenemos un ejemplo en las calles y plazas de las
ciudades y pueblos de nuestra tierra: “Sarmiento, Mitre, Rivadavia, Moreno,
Castelli…”
Hoy asistimos
a la puesta en práctica de las ideas de Gramsci. Se trata de llevar el
inmanentismo hasta las últimas consecuencias. Para lograrlo deben verificarse
dos momentos (Sáenz, A. 1988: 36 y ss):
- el crítico o deconstructivo, de juicio,
penetración cultural, permeación de ideas, destrucción. El objetivo es despojar
a la clase dominante y sus instituciones (Iglesia, ejército, profesores, etc.) de
su prestigio espiritual, desmitificar su cosmovisión mediante la crítica
continua y corrosiva: denuncia, burla, ridículo.
-
el constructivo, que consiste en
sustituir las viejas ideas creando sentido
común, término que no representa ya al sentido interno orientado al
conocimiento, ni a esa especie de sensatez para el gobierno de los actos. Es “lo
que todos piensan”. Es creado artificialmente, a través del lenguaje y las
ideas que se difunden y repiten. Esto es lo que va haciendo, construyendo, el
sentido común gramsciano. Repetir y repetir, como método didáctico y lavaje de
cerebro. Ofrecer metas tangibles, sensibles y terrenales, tal cual ocurre en
nuestras sociedades de consumo.
Los responsables de hacer llegar la
cosmovisión materialista hasta las últimas rendijas del sentir popular son los “trabajadores
de las ideas y de la educación”, es decir, los intelectuales, los docentes, los
artistas y los periodistas.
5. LOS MEDIOS DE QUE SE VALEN.
Las
falsificaciones históricas y los errores señalados constituyen ya parte de una
hegemonía intelectual y doctrinal, universalizada por la globalización, en la
que prácticamente no caben otras voces. El modo de difusión se verifica a través
de:
-
La enseñanza sistemática o escolar general, sus
regulaciones estatales y la mayoría de sus textos;
- La manipulación constante del lenguaje, mediante
la puesta en uso de un nuevo vocabulario, en el que podemos destacar:
§
a) palabras-fetiche, santas, intocables, que no
admiten discusión y transitan de un
campo a otro. Ejemplos: democracia, moderno, autonomía, libertad, derecho,
construir…, todas ellas expresan en el fondo la pretensión de una voluntad que
no admite ningún tipo de límites.
§
b) palabras malditas, que descalifican automáticamente,
como: patriarcal, medieval, burgués, de derecha, cerrado… , siempre que hay
referencia a algún intento de orden, de defensa de una jerarquía o tradición.
-
La literatura de divulgación, orquestada por el
negocio o el emporio editorial; en particular el alza que viene teniendo el
subgénero llamado novela histórica,
de las que también hay muy buenas, aunque no son mayoría.
-
Los MMC, en particular la TV y el cine. Hay
series y miniseries que pintan momentos históricos desfigurándolos; canales didácticos, en rigor pseudoculturales, que a toda hora muestran las
sorprendentes filmaciones acerca de cómo evolucionaron el hombre y los demás
animales, o las aberraciones que ocurrían en el período oscurantista medieval. Otro
rubro lo constituyen las revistas pseudocientíficas que “revelan” cantidad de
misterios de la historia.
6. QUÉ HACER.
Lo primero es
estar alertados sobre esta situación, que infecta no sólo la conciencia histórica
de las personas, sino todos los ámbitos de la cultura. Debemos comprender cuánto
nos afecta y que compromete nuestro futuro como pueblos y como humanidad.
En la medida
de lo posible, hemos de evitar ser consumidores de la Historia-basura en
cualquiera de sus manifestaciones, ya pseudocientíficas, ya de entretenimiento.
Lo mejor y más
importante es estudiar, investigar, profundizar en los temas. Hay que buscar
con ardor, sinceridad, valentía y humildad la verdad, y luego ayudar a
difundirla; porque, como enseña Nuestro Señor Jesucristo, sólo la Verdad nos hará libres (Jn 8, 32).
Referencias:
Guardini, Romano (1962) La
aceptación de sí mismo. Las edades de la vida. Buenos Aires: Lumen.
Jauretche, Arturo (1959) Política
nacional y revisionismo histórico. Buenos Aires: Peña Lillo.
Sáenz, Alfredo (1988) Antonio Gramsci y la Revolución Cultural.
Buenos Aires: Corporación de Abogados Católicos.
Chesterton, G. K. (1987) El hombre eterno. Buenos aires: LEA.
Recomendados, entre muchos
otros, para empezar:
Belloc, Hilaire (2010) Europa y la Fe. Madrid: El buey
mudo. (Existen ediciones múltiples, también argentinas)
Carbia, Rómulo (2000) Historia de la leyenda negra
hispanoamericana. Buenos Aires: Nueva Hispanidad.
Meinvielle, Julio (2016) El comunismo en la Revolución Anticristiana.
Buenos Aires: Theoria.
Messori, Vittorio (2000) Leyendas negras de la Iglesia. Barcelona:
Planeta.
Woods, Thomas (2007) Cómo la Iglesia construyó la civilización
occidental. Madrid: Ciudadela.
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