La sabiduría de la claridad,
el arraigo y la ingenuidad
Escrito por Joseph Pearce
Publicado: 04 Julio 2017
C.S. Lewis es realmente la claridad personificada; Tolkien es el arraigo
en el auténtico terreno y alma de la realidad; y Chesterton es la ingenuidad en
sabiduría, inocencia y asombro.
Una de las preguntas más interesantes y naturalmente sugerentes que me
han planteado en una entrevista me la hizo un estudiante del Montreat
College de Carolina del Norte. Este joven, quien me entrevistaba antes
de un par de charlas sobre los Inklings en su instituto, me
pidió que describiese a Tolkien, Lewis y Chesterton con
una sola palabra para cada uno. Tras un momento de vacilación, decidí abordar
la cuestión como un juego de asociación de palabras, replicando con la primera
palabra que me vino a la mente para cada escritor. Para Lewis, dije “claridad”;
para Tolkien, “arraigo”; y para Chesterton, “ingenuidad”. A posteriori he
estado meditando por qué escogí esas tres etiquetas como características
definitorias de cada escritor.

Lewis nos enseña con una habilidad tan natural y modesta que casi no nos
damos cuenta de que estamos siendo instruidos. Él hace que la verdad parezca
tan obvia e inexorable que sentimos que ya sabemos lo que él nos enseña, y que
siempre lo hemos sabido, al menos subconscientemente. Nos da la impresión de
que Lewis simplemente nos está recordando lo que ya sabíamos, aun si, cuando
reflexionamos sobre ello con honestidad, sabemos que en el pasado hemos sido
demasiado ciegos para ver la verdad obvia que ahora resplandece ante nosotros.
En suma, el gran fruto de la claridad de Lewis es que muestra a sus lectores
que las grandes verdades son cognoscibles aplicando el sentido común puro y
simple. ¡Las verdades de la fe y de la razón tienen sentido porque son
decididamente sensatas!
“En verdad soy cristiano, es más, católico”, escribió Tolkien, “así que
no espero de la ‘Historia’ otra cosa que una ‘larga derrota’, aunque contenga…
algunas muestras o destellos de la victoria final”. La ‘larga derrota’ es la
presencia permanente de la oscuridad del pecado en los vaivenes de esa historia
humana a la que llamamos Historia; las muestras y destellos de la victoria
final son los ejemplos de santidad −de ese sacrificio heroico que es la auténtica
“materia” de la santidad− brillando como candelas de luz divina en el tiempo
cargado de pecados, hasta que el Escritor de la Historia la conduzca hasta un
“final para siempre feliz” que concluye con Su propia Victoria Final.
Tras reflexionar sobre mi forma espontánea de etiquetar a mis héroes con
la primera palabra que entró en mi cabeza, estoy feliz de las elecciones
improvisadas que hice. C.S. Lewis es realmente la claridad personificada;
Tolkien es el arraigo en el auténtico terreno y alma de la realidad; y
Chesterton es la ingenuidad en sabiduría, inocencia y asombro. Juntos, Lewis,
Tolkien y Chesterton tal vez no sean una santísima Trinidad, pero ciertamente
son un santo triunvirato que nos prepara para ver el mundo con arraigada
claridad e ingenua sabiduría.
Josep
Pearce
Artículo publicado originariamente en The Imaginative
Conservative.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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