Eurípides nos acerca al fondo de tal alma atribulada y al desenlace de
su furia.
Su marido, su hombre, la ha traicionado, la ha defraudado. La confianza está rota, ha sido violada.
El odio la enceguece y anega su corazón el deseo de venganza. Ella lo descarga sobre lo que él ama, lo prolonga y además se lo representa: sus propios hijos.
Inmersa en la marea del mal que genera una espiral sin fin, en la impotencia frente al ultraje y al fracaso personal, no trepida en destruir lo mejor que le ha quedado: nada menos que la prolongación de su propia vida y amor, su continuidad en el futuro.
Así, contrariando los sentimientos más raigales, hasta el instinto animal de conservación de la especie, asesina a sus hijos.
Ella experimentó la violencia de la traición, y la devuelve redoblada en maldiciones sobre sí y sobre los suyos.
Los inocentes pagarán con su vida los crímenes de ambos progenitores: la lujuria del varón y la venganza loca y perversa de la mujer.
Su marido, su hombre, la ha traicionado, la ha defraudado. La confianza está rota, ha sido violada.
El odio la enceguece y anega su corazón el deseo de venganza. Ella lo descarga sobre lo que él ama, lo prolonga y además se lo representa: sus propios hijos.
Inmersa en la marea del mal que genera una espiral sin fin, en la impotencia frente al ultraje y al fracaso personal, no trepida en destruir lo mejor que le ha quedado: nada menos que la prolongación de su propia vida y amor, su continuidad en el futuro.
Así, contrariando los sentimientos más raigales, hasta el instinto animal de conservación de la especie, asesina a sus hijos.
Ella experimentó la violencia de la traición, y la devuelve redoblada en maldiciones sobre sí y sobre los suyos.
Los inocentes pagarán con su vida los crímenes de ambos progenitores: la lujuria del varón y la venganza loca y perversa de la mujer.
Por miles de años las generaciones se han horrorizado frente al espanto de tales actos, sancionándolos legal y socialmente.
Hoy se plantea que debatamos sobre los derechos de Medea, que justifiquemos sus asesinatos y los tornemos "legales, seguros y gratuitos", obligando a toda la sociedad a pagar por ellos, un pago que no será solo material, sino inmensamente más grande y doloroso.
Y pagaremos, sin duda, si dejamos que el síndrome de Medea se enquiste en nuestros corazones y leyes.
Hoy se plantea que debatamos sobre los derechos de Medea, que justifiquemos sus asesinatos y los tornemos "legales, seguros y gratuitos", obligando a toda la sociedad a pagar por ellos, un pago que no será solo material, sino inmensamente más grande y doloroso.
Y pagaremos, sin duda, si dejamos que el síndrome de Medea se enquiste en nuestros corazones y leyes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario