JEAN-MARC DELLAJUTO QUIERE VIVIR
Por Alejandro
Navas, Profesor de Sociología de la Universidad de Navarra
El torneo medieval de Kaltenberg
Desde
1980, el príncipe Leopoldo de Baviera organiza un torneo medieval en su palacio
de Kaltenberg, a 40 km de Múnich. La celebración, iniciada con dieciséis
jinetes ingleses, ha ido creciendo cada año hasta convertirse en el
espectáculo medieval más importante del mundo, con un millar de actores y
más de cien mil espectadores. El torneo sigue siendo el núcleo de la
representación, y en él compiten jinetes y espadachines. El guión cambia cada
año, aunque siempre gira en torno al conflicto clásico entre el bien y el mal.
Además, muestran sus habilidades los típicos artistas medievales: músicos,
bailarines, malabaristas, contadores de historias. Artesanos variados ofrecen
sus productos en el correspondiente mercado. El torneo tiene lugar durante tres
fines de semana de julio y de su organización se encarga una compañía
profesional de acrobacia ecuestre. Desde 2005 lo hace el grupo francés
Cavalcade, dirigido por Mario Luraschi.
El accidente
Los integrantes de Cavalcade son profesionales
bien preparados y con mucha experiencia, tanto en actuaciones en
directo como en el rodaje de películas de acción. Aunque las exhibiciones
entrañan riesgo, en Kaltenberg nunca se habían registrado accidentes. Hasta el
29 de julio de 2017. Jean-Marc Dellajuto llevaba su caballo al galope,
a una velocidad de 50 km/hora. Se incorporó para rodear el pecho y cuello
del caballo y volver a la silla por el otro lado. A tanta velocidad la pista se
encogió de repente, el caballo frenó con brusquedad y Jean-Marc salió despedido
de cabeza contra la pared de una tribuna. Quedó tendido en el suelo,
inmóvil. Dellajuto no perdió la conciencia y enseguida se hizo cargo
de la situación: además de sentir dolor a causa del traumatismo craneal, apenas
respiraba por tener afectado el pulmón. Pero lo más grave era que no podía
mover el cuerpo: había sufrido una fractura de una vértebra del cuello.
Se había quedado tetrapléjico. Con experiencia en primeros auxilios, tuvo la
serenidad de indicar a los que se acercaron a ayudarle que no le movieran hasta
que llegara la ambulancia. Un helicóptero lo trasladó a Múnich, donde fue
operado esa misma noche.
La convalecencia
Fue
muy dura, tanto por la situación objetiva como por las circunstancias del
paciente. No cabía mayor contraste con su vida anterior: con tan solo treinta y
ocho años, repetidas veces campeón francés de judo, kick-boxing y
sambo, trece años en Cavalcade. Hombre de acción, viajero
infatigable por todo el mundo, admirado por el público: “Hacer de jinete
acróbata era mi oficio, mi pasión, mi vida”. La recuperación fue lenta y
costosa. “Sabía que me encontraba entre la vida y la muerte y sentía el
deseo de morir, pero no podía permitírmelo: tengo mujer y una hija”. El
postoperatorio se prolongó cinco semanas en el hospital alemán. Los problemas
de comunicación agravaban aun más la situación. Poco a poco se fueron superando
las dificultades. La mujer de Dellajute, Laura, repartió su tiempo entre la
atención de su marido y el cuidado de su hija Lilou, de ocho años, que se quedó
en el hogar familiar en la Provenza. Jean-Marc y Laura recorrieron diversos
centros de rehabilitación en Alemania y Francia por espacio de diez meses. Ese
régimen resultó costoso y una tía de Dellajuto lanzó una campaña para recaudar
dinero. Muchos franceses y alemanes ofrecieron su ayuda.
El presente
Dellajuto
ya está con los suyos. Ha habido que adecuar la casa a sus
circunstancias: rampas, puertas y demás. Cuenta con una moderna silla de
ruedas, que ha costado 35.000 euros, pagados de su bolsillo. La conduce con la
barbilla, y con ella maneja también el ratón de un ordenador y el teléfono.
Cuando quiere escribir algo, dicta al micrófono. Su mujer y su hija son su
principal apoyo y estímulo para seguir adelante. Laura ha organizado su vida
alrededor de su marido, siempre cerca de él, atenta a sus necesidades. Como no
puede encargarse de todo – sigue trabajando como cosmética -, cada día vienen
dos cuidadoras para ayudar. Con una entereza admirable, sabe ver lo positivo de
la situación: “Mi marido pasó mucho tiempo fuera de casa. Ahora por fin
tenemos una vida de familia normal, los tres juntos”. Pero la prueba ha
sido muy exigente para ella: “He llorado mucho, pero sola, en el cuarto de baño
o fuera de casa, nunca delante de mi hija”. Superada la prevención inicial,
Lilou disfruta de la presencia de su padre: “Antes, papá estaba siempre fuera.
Ahora me ayuda cada día con los deberes”. La niña no se atrevía en un primer
momento a mirar a su padre a los ojos, pero ahora ya ha aceptado su parálisis.
Lo que no sabe es que Jean-Marc se medica a diario para combatir el dolor y que
debe sobreponerse una y otra vez a los ramalazos de abatimiento. Echa
de menos tantas cosas… No tanto su emocionante vida anterior, sino pequeñas
cosas como poder abrazar a su mujer.
Planes para el futuro
Dellajuto
no se ha instalado en la añoranza del pasado. Tiene planes y mira al futuro.
Con ayuda de su hermana se ha propuesto escribir un libro sobre su experiencia
como inválido. También le gustaría rodar una película autobiográfica, para
llamar la atención sobre el olvido en que viven tantos discapacitados. Se ha
ofrecido a los canales franceses de televisión, pero hasta el momento ninguno
lo ha llamado para que muestre su peripecia a la opinión pública. Le gustaría
mucho transmitir un mensaje de coraje, enseñar con su ejemplo que siempre se
puede seguir adelante, pase lo que pase en la vida. Él no se considera una mera
víctima de la parálisis: “Estoy sentado, pero con el ánimo erguido”.
Corolario
Jean-Marc
Dellajuto constituye un caso extremo por el contraste entre sus condiciones de
vida antes y después del accidente. Por ese motivo, ilustra con especial
intensidad cómo una adecuada atención, médica y humana, ayuda a los pacientes
en las situaciones más difíciles a encontrar sentido y a mantener el
deseo de vivir.
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