miércoles, 1 de agosto de 2018

Pedagogía, Didáctica y Psicología educacional según los Ejercicios Espirituales Ignacianos (2 de 2)


Pedagogía, Didáctica y Psicología educacional según los Ejercicios Espirituales Ignacianos
1. Aclarando términos.
2. Pedagogía de los EE.
2.1. Lo primero: tener claro el fin.
2.2. Trabajar sobre todas las potencias, ordenándolas.
2. 3. Salvar siempre la libertad personal.
3. Didáctica de los EE.
3.1. Los momentos de todo aprendizaje.
3.2. La tarea de formar hábitos.
4. Psicología educacional de los EE.



3. Didáctica de los EE.

3.1. Los momentos de todo aprendizaje.
¿Por qué ocurre que los alumnos pasan años y años en la escuela y en muchos casos no logran tener aprendidos, o sea, poseídos, ciertos conocimientos, habilidades o procedimientos básicos, como el de la lectura comprensiva, la correcta escritura, un orden elemental en el pensamiento, o un mínimo sentido crítico?
Si es verdad que el aprendizaje consiste en una apropiación, en un aprehender, “hacer carne” determinados contenidos, es claro que se debe conocer, pero la mera noticia no basta, porque, para decir que se sabe, es imprescindible contextualizar, encontrar relaciones, causas y consecuencias. Por eso, además de conocer, es necesario comprender. Pero no basta conocer y comprender si no se retiene lo fundamental, porque implicaría comenzar de cero cada vez. Y aun conociendo, comprendiendo y reteniendo, si no se posee la capacidad de aplicar, de llevar a la vida ese saber, el contenido queda estéril.
Se hace imprescindible, por tanto, trabajar como momentos específicos: conocer o tener noticia, comprender o haber reflexionado, retener o memorizar lo necesario y finalmente ser capaz de poder aplicar, sea ya al ámbito teórico, ya al práctico del hacer o del obrar. Recién cuando el discípulo es capaz de llevar a la vida real lo que se le ha enseñado, hacerlo con facilidad, y –por qué no- con gozo, podemos decir que lo ha aprehendido.
Es interesante confrontar este planteo con las investigaciones de los cognitivistas contemporáneos, por ejemplo, David Perkins (1997) en “La escuela inteligente”, coincide a tal punto que se diría conoce cómo se trabaja en los EE, salvo el hecho de que su propuesta apunta principalmente a revertir el problema económico político que se presenta a una nación cuando su gente no ha aprendido a pensar.
Pero volvamos a los EE: quienes los hayan hecho, recordarán que se aplica y respeta siempre el siguiente esquema didáctico:
1.    una presentación teórica del objeto, tema o cuestión, explicación tan breve como sea posible, pero al mismo tiempo medular, incisiva, “porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar las cosas internamente” [2]: CONOCER.
2.    un tiempo importante dedicado a discurrir sobre lo presentado, a la meditación, a la reflexión personal rumiando el asunto, al análisis exhaustivo, al encuentro de relaciones, a la extracción de conclusiones, a la contemplación de una verdad; pues “así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la misma manera… (éstos) se llaman ejercicios espirituales” [1]: COMPRENDER.
3.     la repetición, al cierto tiempo, de las anteriores verdades y reflexiones: “repetir el primero y segundo ejercicio, notando y haciendo pausa…” [62]; “resumiendo, porque el entendimiento sin divagar discurra asiduamente por la reminiscencia…” [64]; “este ejercicio se hará dos veces al día…” [99], “…se harán dos repeticiones…” [204]: RETENER.
4.    finalmente, las aplicaciones, las decisiones concretas, que significan llevar a la vida todo lo pensado [23], [53], [61], [63], [98],…: APLICAR.
Se trata, en todos estos pasos, de poner en acto el principio de actividad del sujeto, quien es el verdadero motor del propio aprendizaje. Los demás agentes y mediadores prestan ayuda para que el propio sujeto pueda efectuar todas las actividades necesarias para hacer suyo el contenido, para aprender (Hernández de Lamas, 2008: 392)
¡Tenemos así planteado el esquema de un plan de clase, de unidad y de curso!

3.2. La tarea de formar hábitos.
En todos los casos se trata de formar hábitos intelectuales o morales. En la educción de los hábitos buenos, en forma plena y ordenada, está toda la clave de la educación. Recordemos que los hábitos son cualidades estables del alma, y que, en el caso de los hábitos operativos, habilitan las potencias para obrar con prontitud, facilidad y gozo.
Los hábitos normalmente se forman por la repetición de actos, por lo tanto, se trata de ejercitar reiteradamente esos actos que llevarán a la posesión del hábito, ejercicio que será en un comienzo dificultoso, pero se irá tornando cada vez más fácil hasta hacerse gozoso, fuente de íntima satisfacción y alegría. Esto vale tanto para los hábitos intelectuales, tales el arte, la ciencia, la sabiduría,… como para los morales: prudencia, justicia, fortaleza, templanza, misericordia…
Es fundamental el trabajo mancomunado de docente y discípulo. El docente, como buen mediador, ha de ir mostrando, guiando, conduciendo, alentando, corrigiendo, aconsejando, entusiasmando. Y el discípulo en actitud activa, abierta, receptiva, atenta, ha de ir probando, ejercitando, puliendo, ampliando, profundizando y aplicando esos hábitos que lo habilitan para ejercitar sus aptitudes, para lograr sus metas, para desarrollarse en plenitud y libertad.

4. Psicología educacional de los EE.

En este campo encontramos que los EE contienen avances notables, que presuponen un profundo conocimiento del alma humana y sus movimientos, así como observaciones que se corresponden con los mejores hallazgos de la reciente psicología cognitiva.
San Ignacio prevé cómo debe ser la relación entre el que guía y el discípulo, con anticipos del trato empático persona a persona (Tausch y Tausch,  1981: 215- 221):
1.        Respeto absoluto a la libertad del otro, que lo es a su dignidad de persona: “el que da los ejercicios, no debe mover al que los recibe, más a… ni a…” [15].
2.        Atención a la realidad del discípulo, a sus posibilidades: “si la persona que hace los ejercicios es viejo o débil, o aunque fuerte…” [129]; “Según la edad, disposición y temperamento…” [205].
3.        Atención a sus sentimientos y operaciones, procurando comprender al otro y alentarlo siempre: “el que da los ejercicios, cuando siente que al que se ejercita no le vienen algunas mociones espirituales… mucho le debe interrogar acerca de los ejercicios, si los hace, a sus tiempos destinados, y cómo…” [6]; “si ve al que los recibe, que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelante…”  [7].
4.        Respeto a los tiempos de cada uno: “Porque como unos son más tardos para hallar lo que buscan,… asimismo unos sean más diligentes que otros,… requiérese algunas veces acortar… y otras alargar…” [4].
5.        Proveer condiciones externas que favorezcan los objetivos, dejando a un lado todo lo que puede resultar distractivo: “…tanto más se aprovechará cuanto más se apartare…” [20].
6.        Establecer la relación sobre la base de la buena voluntad de ambos: “Para que así el que da los ejercicios… como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen, se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto en salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, pregunte cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor, y si no basta, busque todos los medios para que, bien entendiéndola, se salve” [22].
7.        Importancia de la docilidad, estudiosidad y magnanimidad del discípulo: “al que recibe los ejercicios, mucho aprovecha entrar en ellos con grande ánimo y liberalidad…” [5].
Dedica gran atención al trabajo sobre el autoconocimiento, clave de bóveda del edificio de la sabiduría.
Para ello comienza por detectar y tener delante de los ojos lo que debe ser corregido, enderezado: “…haga el primer examen demandando cuenta a su alma de aquella cosa propuesta y particular de la que se quiere corregir y enmendar…” [25]; recomienda trabajar la autoobservación mediante el examen particular diario, comparando de semana en semana si se ha mejorado [27] a [31]. Describe los estados anímicos de consolación y desolación [316] y [317]. Brinda reglas para distinguir las agitaciones en el propio interior y aprender a dominarlas con el ejercicio de la razón y de la voluntad [318] a [336].
Pone el acento en involucrar a la persona entera: lo corporal, lo afectivo y lo espiritual han de acompañarse solidaria y armónicamente: mirar, ver, contemplar;  oír, escuchar, gustar, tocar, imaginar; traer a la memoria y experimentar sentimientos de pena, vergüenza, así como de dignidad, honor, generosidad, gratitud;  considerar, razonar, reflexionar, discernir sobre consolaciones y desolaciones, deliberar, elegir, desear, querer, determinar [47], [48],...
Muestra la efectividad de recordar lo que se desea antes del sueño. “acostado ya,… pensar a la hora que me tengo que levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo que hacer” [73] y las reiteraciones a lo largo del día, en momentos clave y fijos.
Apela a la nobleza que presupone en cada uno, y la búsqueda de grandes y heroicas decisiones “considerar qué deben responder los buenos súbditos a un rey tan liberal y tan humano” [94]; “considerar que todos los que tuvieren juicio y razón, ofrecerán todas sus personas al trabajo” [96];  “los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y Señor universal, no solamente ofrecerán sus personas al trabajo, mas aun haciendo contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y mundano, harán oblaciones de mayor estima y mayor momento, diciendo” [97]:
“Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación con vuestro favor y ayuda, …, que yo quiero y deseo, y es mi determinación deliberada, sólo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, queriéndome vuestra santísima majestad recibir en tal vida y estado.” [98].
He subrayado las palabras que expresan rotundamente la magnanimidad, la voluntad de entrega heroica, total, absoluta. Que esto no ha quedado en las palabras, o en las buenas intenciones, lo demuestran las vidas de hombres formados en esta escuela: un San Pedro Claver, que pidió ir a Cartagena de Indias para evangelizar a los negros esclavos. Los recibía como verdadero hermano, ya que arribaban en condiciones deplorables, tanto físicas como psíquicas y espirituales; los ayudaba cuanto podía, y llegó a bautizar ¡a 300 mil de ellos!; o un San Isaac Jogues, torturado y mutilado por los indios del Canadá, quien tras un rescate y haber vuelto a Francia, pidió con insistencia regresar a esa misión, donde completó su martirio.
Enseña cómo tomar decisiones nobles y libres.
Destaca siempre lo positivo, el bien que hay en cada existencia, los bienes recibidos y la gratitud que ha de corresponder, así como la esencia del amor: la “Contemplación para alcanzar amor” nos conduce desde la consideración de los múltiples bienes recibidos en forma particular a lo largo de la vida, hasta anegar la mirada en un deslumbramiento impregnado de alegre gratitud, sobre la miríada de bienes que desciende constantemente sobre todo el universo [234] a [237].
Que los EE concluyan con esta contemplación, es imagen de lo que ha de suceder en toda vida humana realizada, en el encuentro de la persona con la sabiduría, con la verdad, el bien y la belleza que colman todas las expectativas, todos los deseos, que configuran un principio y gozoso anticipo de lo que ha de ser la felicidad eterna.

REFERENCIAS:
Frankl, Viktor (2004) El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.
Guardini, Romano (1994) La aceptación de sí mismo. Las edades de la vida. Buenos Aires: Lumen.
Hernández de Lamas, Graciela (2008) Retórica y educación. El discurso pedagógico desde la Retórica de Aristóteles. Buenos Aires: Instituto de Estudios Filosóficos “Santo Tomás de Aquino”.
Hernández de Lamas, Graciela (2010) Dios y la educación ¿Personalizar o divinizar? Conferencia en Universidad Federal de Río Grande, Río Grande do Sul, Brasil, Septiembre de 2010.
Newman, John Henry (1994) La misión de San Benito, en Historical Sketches. En Revista Newmaniana, año IV, Nº 11, Mayo 1994 y Nº 12, Septiembre de 1994.
Perkins, David (1997) La escuela inteligente. Barcelona: Gedisa.
Ruiz Sánchez, Francisco (2003) Fundamentos y fines de la educación. San Rafael (Mendoza): Ediciones del Verbo Encarnado.
San Ignacio de Loyola (2010) Libro de los Ejercicios Espirituales. San Rafael (Mendoza): Ediciones del Verbo Encarnado.
Tausch, Reinhard y Tausch, Anne-Marie (1981) Psicología de la educación. Barcelona: Herder.

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