domingo, 6 de marzo de 2016

La izquierda no hace política, hace teología (de España para el mundo)

Ellos sí creen que la Verdad, o sea, Cristo, nos hace libres. Por eso quieren deshacerse de Él, otra vez. Y tantas veces cuantas perciban un aliento de vida en sus seguidores. Un solo cristiano es una semilla de libertad y debe morir.
Por Francisco Segarra

Es un fenómeno a considerar: la Iglesia Católica es, en lo mundano, apenas una ciudad pequeña, con una administración notablemente más reducida que la de cualquier Estado moderno, una organización jerárquica que permite el disenso –cuando no la oposición interna más feroz- y que tarda decenios en tomar medidas para, por ejemplo, apartar de sus puestos a los díscolos.
La Iglesia no depura como hacen los comunistas y, si aparta de sus funciones o corrige a ciertos teólogos, lo hace solo después de años de advertencias y de permitirles la libre exposición “ad intra” de sus ideas. Teniendo en cuenta que tampoco obliga a “militar” en el Catolicismo a punta de pistola, como sí hacían los viejos comunistas, ni a golpe de sable, como sí hacen ahora los musulmanes del ISIS, no se entiende la inquina y las campañas en su contra que genera la Iglesia Católica.

Ni siquiera, como estado, dispone de un ejército y se encuentra perseguida, asediada y martirizada, cruenta o incruentamente, en el 90% de los territorios donde se practica la fe en Cristo, el Hijo del Dios Vivo. Vengo a decir que la Iglesia es algo insignificante desde el punto de vista político, sin elementos de coacción o de fuerza, y cuya influencia real en Occidente es casi nula: ¿quién escucha al Papa? ¿Quién obedece a los curas? ¿Quién no se ríe de lo que dice la Iglesia? ¿Quién no la insulta, displicente, o manipula sus enseñanzas? Enseñanzas que, en cualquier caso, afectan solo a los católicos. Los ateos, agnósticos, intelectuales de salón, relativistas y demás ralea, tendrían que pasar olímpicamente de lo que dice la Iglesia. Es más: no deberían perder ni un minuto en escucharla.
Y, sin embargo, el odio que se desencadena contra la Iglesia Católica es feroz, constante, desde todos los frentes, por cualquier motivo. Es un odio muchas veces irracional, desmesurado; y, siempre, infinitamente mayor que la pequeñez y mansedumbre del agredido.
Los que atacan a la Iglesia no dejan en pie ni su historia: oscura, macabra, retrógrada. No se dan cuenta de que ahí están Gaudí, Miguel Ángel, Cervantes o Lemaitre –el cura del Big Bang– para rebatir en silencio todos sus argumentos. No se dan cuentan de que ahí está Don Quijote o la catedral de Burgos o el canto gregoriano o el champagne y la noble cerveza de los monjes. No se dan cuenta de que ahí están los misioneros muriendo como perros en tierras lejanas y hostiles. Como no se dan cuenta de que en la América que fue española, los indios no fueron exterminados y los anglosajones cometieron un genocidio indígena.
No se dan cuenta de que Evo Morales es un indio entre millones y millones en ese continente. Busquen indios en New York, por ejemplo. La realidad siempre vence a la propaganda para la gente de bien. La propaganda, la mentira, se impone gracias a la complicidad y la inspiración de aquel que es el padre de la mentira, entre todos aquellos a los que Cristo denunció como hijos del diablo. Naturalmente, me dirán, se refería a los fariseos.
La clave es la pregunta de Pilatos a Cristo: ¿Qué es la verdad?
Y no hay respuesta. Hay silencio. Espacio. Un espacio inmenso que Aquel que se dice Todo (Dios) abre cuando calla. Un espacio total donde caben todas las preguntas.
La Verdad no responde y, al mismo tiempo, Aquel que ahora calla ha dicho que la Verdad existe y es Él en persona. También se ha definido como Amor. Luego no basta el lenguaje para conocer la verdad, ni para expresarla, ni basta SOLO la razón. Tampoco la verdad se opone a nada: calla. Por lo tanto, la verdad que propone Cristo es la apertura de un espacio infinito, que solo puede llenar otro infinito que es Él mismo. 
El espacio es lo que propicia la libertad y la expresión. Incluso físicamente: si la boca está amordazada no puede moverse y no puede emitir sonidos. Y el hombre no puede hablar. Si la planta no ocupa un espacio, no puede crecer.
¿Qué hace Podemos como partido neomarxista? Eliminar todo espacio que no se rinda ante sus dogmas. Siguiendo a Gramsci, el espacio cultural es el primero que hay que eliminar, por conquista: vaciarlo de libertad para llenarlo de consignas. El sistema liberal moderno hace lo propio al llenar el espacio de un relativismo que ahoga la libertad. 
Por lo tanto, Podemos tiene que enfrentar su fe en el comunismo marxista no a cualquier otra fe, sino solo a aquella que facilita y potencia el ejercicio práctico de la libertad real. La simpatía islam-izquierda no es “contra natura” sino muy coherente: ambos necesitan ahogar el espacio de la libertad que ha abierto el Cristianismo.
Y por eso Podemos tiene que hacer teología. Porque tiene que ahogar toda manifestación de libertad. Sea una Procesión de Semana Santa o el rezo del Padrenuestro: la sátira es un método muy agresivo de opresión intelectual.
Ellos sí creen que la Verdad, o sea, Cristo, nos hace libres. Por eso quieren deshacerse de Él,  otra vez. Y tantas veces cuantas perciban un aliento de vida en sus seguidores. Un solo cristiano es una semilla de libertad y debe morir.
Podemos hace teología y el neocapitalismo también. Porque, si quieren que les diga la verdad, nada elimina tanto el espacio de la libertad como el ídolo del dinero.

Hollywood lo sabe. Y por eso, mientras unos quieren crucificar la Semana Santa, otros crucifican a la Iglesia desde el cine. Son, éstos últimos, literalmente, los mismos que lo hicieron hace dos mil años. Ya me entienden.
Fuente: Actuall, 4/3/2016 (extractado)

No hay comentarios:

Publicar un comentario