Ellos sí creen que la Verdad, o sea, Cristo, nos hace libres. Por eso
quieren deshacerse de Él, otra vez. Y tantas veces cuantas perciban un aliento
de vida en sus seguidores. Un solo cristiano es una semilla de libertad y debe
morir.
Por Francisco Segarra
Por Francisco Segarra
Es un fenómeno a considerar: la Iglesia Católica es, en lo mundano,
apenas una ciudad pequeña, con una administración notablemente más reducida
que la de cualquier Estado moderno, una organización jerárquica que permite el
disenso –cuando no la oposición interna más feroz- y que tarda decenios en
tomar medidas para, por ejemplo, apartar de sus puestos a los díscolos.
La Iglesia no depura como hacen los comunistas y, si aparta de sus funciones
o corrige a ciertos teólogos, lo hace solo después de años de advertencias y de
permitirles la libre exposición “ad intra” de sus ideas. Teniendo en cuenta que
tampoco obliga a “militar” en el Catolicismo a punta de pistola, como sí hacían
los viejos comunistas, ni a golpe de sable, como sí hacen ahora los musulmanes
del ISIS, no se entiende la inquina y las campañas en su contra que genera la
Iglesia Católica.
Y, sin embargo, el odio que se desencadena contra la Iglesia
Católica es feroz, constante, desde todos los frentes, por cualquier motivo. Es
un odio muchas veces irracional, desmesurado; y, siempre, infinitamente mayor
que la pequeñez y mansedumbre del agredido.
Los que atacan a la Iglesia no dejan en pie ni su historia: oscura,
macabra, retrógrada. No se dan cuenta de que ahí están Gaudí, Miguel Ángel,
Cervantes o Lemaitre –el cura del Big Bang– para rebatir en
silencio todos sus argumentos. No se dan cuentan de que ahí está Don Quijote o
la catedral de Burgos o el canto gregoriano o el champagne y la noble cerveza
de los monjes. No se dan cuenta de que ahí están los misioneros
muriendo como perros en tierras lejanas y hostiles. Como no se dan
cuenta de que en la América que fue española, los indios no fueron exterminados
y los anglosajones cometieron un genocidio indígena.
No se dan cuenta de que Evo Morales es un indio entre millones y millones
en ese continente. Busquen indios en New York, por ejemplo. La realidad siempre vence a la
propaganda para la gente de bien. La propaganda, la mentira, se impone gracias
a la complicidad y la inspiración de aquel que es el padre de la mentira, entre
todos aquellos a los que Cristo denunció como hijos del diablo. Naturalmente,
me dirán, se refería a los fariseos.
La clave es la pregunta de Pilatos a Cristo: ¿Qué es la verdad?
Y no hay respuesta. Hay silencio. Espacio. Un espacio inmenso que Aquel que
se dice Todo (Dios) abre cuando calla. Un espacio total donde caben todas las
preguntas.
La Verdad no responde y, al mismo tiempo, Aquel que ahora calla ha dicho
que la Verdad existe y es Él en persona. También se ha definido como Amor. Luego no basta el
lenguaje para conocer la verdad, ni para expresarla, ni basta SOLO la razón.
Tampoco la verdad se opone a nada: calla. Por lo tanto, la verdad que propone
Cristo es la apertura de un espacio infinito, que solo puede llenar otro
infinito que es Él mismo.
El espacio es lo que propicia la libertad y la expresión. Incluso
físicamente: si la boca está amordazada no puede moverse y no puede emitir
sonidos. Y el hombre no puede hablar. Si la planta no ocupa un espacio, no
puede crecer.
¿Qué hace Podemos como partido neomarxista?
Eliminar todo espacio que no se rinda ante sus dogmas. Siguiendo a
Gramsci, el espacio cultural es el primero que hay que eliminar, por conquista:
vaciarlo de libertad para llenarlo de consignas. El sistema liberal moderno
hace lo propio al llenar el espacio de un relativismo que ahoga la libertad.
Por lo tanto, Podemos tiene que enfrentar su fe en el comunismo
marxista no a cualquier otra fe, sino solo a aquella que facilita y
potencia el ejercicio práctico de la libertad real. La simpatía islam-izquierda
no es “contra natura” sino muy coherente: ambos necesitan ahogar el espacio de
la libertad que ha abierto el Cristianismo.
Y por eso Podemos tiene que hacer teología. Porque tiene que ahogar
toda manifestación de libertad. Sea una Procesión de Semana Santa o el rezo
del Padrenuestro: la sátira es un método muy agresivo de opresión intelectual.
Ellos sí creen que la Verdad, o sea, Cristo, nos hace libres. Por eso
quieren deshacerse de Él, otra vez. Y tantas veces cuantas perciban un aliento de vida en sus
seguidores. Un solo cristiano es una semilla de libertad y debe morir.
Podemos hace teología y el neocapitalismo también. Porque, si quieren que les diga la
verdad, nada elimina tanto el espacio de la libertad como el ídolo del dinero.
Hollywood lo sabe. Y por eso, mientras unos quieren crucificar la Semana
Santa, otros crucifican a la Iglesia desde el cine. Son, éstos últimos,
literalmente, los mismos que lo hicieron hace dos mil años. Ya me entienden.
Fuente: Actuall, 4/3/2016 (extractado)
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