Para
todos y para cada uno Él es el modelo, el que habla directamente al corazón y a
la razón y, como una espada de dos filos, penetra hasta lo que ellos tienen de
más oculto. Todo hombre que se vuelva hacia Él se verá, en su imagen, tal como
debiera ser, tal como Dios lo quiere. Y si, aunque no fuese más que una vez en
nuestra vida, tenemos la felicidad de encontrarlo, a Él, que es para nosotros
el más próximo, no encontraremos entonces jamás a nadie que pueda resultarnos
más íntimo. En Él se halla, sin restricción individual de ninguna especie, la
plenitud de la humanidad. Por esta razón nada humano, excepto el pecado, le es
extraño, y todo hombre, cuyo ser propio está fundado en Él, es su prójimo.
El
camino que siguió Cristo es el de la cruz. Un camino de obediencia a la voluntad del Padre; y por esta sumisión el Hijo, en cuanto jefe de toda la raza
humana, que nos recapitula a todos, consuma la victoria de la naturaleza
humana, insuficiente por sí misma y además debilitada por el pecado. Cristo es
la justificación y la renovación del hombre, la víctima y el rescate, lytron, de la raza humana renovada e
inocente. En adelante el renunciamiento a la propia voluntad, en cuanto
participación voluntaria del heroísmo voluntario y eterno de Cristo,
constituirá la esencia de toda vida cristiana profunda y verdadera.
Fuente: Kologrivof, Ivan (1953) El Verbo de Vida. Buenos
Aires: Difusión. pp. 101 y 142.
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