Roniel Aledo, ex analista de la
CIA, expone cómo el marxismo cultural impone "la dictadura del
pensamiento" a quien se atreve a cuestionar los nuevos 'dogmas'. La
Escuela de Frankfurt, inspirada por Gramsci, instituyó conceptos-dogma como lo
'políticamente correcto'.
Por Roniel Aledo*.
El marxismo cultural, obra de la Escuela de
Frankfurt, es la estrategia para debilitar y de hecho exterminar el
cristianismo y la cultura occidental.
A principios del siglo XX muchos radicales
marxistas y anarquistas vieron con rabia cómo las masas no se levantaban en
revolución sangrienta y espontánea por toda Europa. El italiano comunista Antonio Gramsci decía que los obreros no se
levantaban en revolución porque estaban impregnados de la cultura tradicional
occidental en todas sus formas y síntomas:
Los hombres eran hombres y se comportaban como
tales, las mujeres eran mujeres y se comportaban como tales, la gente
creía en Dios, los europeos estaban orgullosos de su historia, los franceses
seguían orgullosos de su imperio, los británicos seguían orgullosos de su
imperio, los españoles seguían orgullosos de haber colonizado un nuevo mundo,
todos daban por seguro que la cristiandad era la verdadera religión y las otras
religiones falsas.
Esto era,
según Gramsci, el freno mayor, el impedimento y barrera que no dejaba avanzar
la revolución en Occidente.
Para contrarrestarlo, Gramsci decía que había que extirpar por
todos los medios la cultura cristiana occidental en un “combate cultural”, al
que él llamaba “camino largo” o “marcha larga”.
Esta “marcha larga” debía dirigirse hacia todas las instituciones: universidades,
escuelas, museos, iglesias, seminarios, periódicos, revistas, hoy día también
televisión, cine, etc. desde donde se propague una anti-cultura que acabe
con los cimientos y las convicciones de la cultura cristiana occidental para
que la gente, una vez debilitada en sus convicciones, se adhiera a los ideales
marxistas que antes habían rechazado de forma natural.
Así pues
nace la teoría (después puesta en práctica con increíble éxito como vemos hoy
día) de que hay que destruir todo (y a todos) lo que defienda o promueva
el cristianismo, la familia tradicional, el rol natural del hombre y la mujer, las
etnias autóctonas europeas, la superioridad de la literatura, arte, y música
europea, la creencia en Dios, el orgullo en la historia europea (especialmente
la conquista y colonización de otros continentes, culturas y religiones), el
hetero-sexualismo, y en fin todo lo que componía la cultura y realidad
occidental cristiana.
Había que debilitar desde dentro la cultura de Occidente, debilitar
la creencia en Dios, en la Ley Natural, en el orden natural de la sociedad y
había que defender todo lo que fuera anti cristiano, anti Europa, anti
Occidente.
Así, en el 1923 nace en Frankfurt (Alemania) el Instituto
para la Investigación Social o, simplemente, la Escuela de Frankfurt dirigida
por el húngaro Georg Lukacs y financiada por Félix Weil para diseminar y llevar
a la práctica la estrategia concebida por Gramsci.
Sobre el
objetivo de esta Escuela, decía su primer director George
Lukacs: “Vi la destrucción revolucionaria de la sociedad como la única
solución para las contradicciones culturales de la época… Tal
volteamiento mundial de valores no puede ocurrir sin la aniquilación de los
antiguos valores y la creación de otros nuevos por los revolucionarios”.
De inmediato la Escuela tuvo muchísimo éxito y tanto en el mundo
académico como en el cultural se empezó a notar la puesta en práctica de la
estrategia, algo muy reflejado
en la decadencia de finales de la década de los años 20, los “locos” años 20.
Sin
embargo, tanto el trabajo como la influencia en la cultura del instituto se
detuvieron bruscamente por la gran Depresión, primero, y por la II Guerra
Mundial, después.
Muchos de los grandes arquitectos de la Escuela de Frankfurt se
instalaron en la Universidad de Columbia de Nueva York y esperaron
tiempos más favorables para impulsar de nuevo su revolución cultural.
Fue en la década de los 60 cuando una nueva generación de
adolescentes y jóvenes que no conocían la Depresión ni la Guerra Mundial tomó
de nuevo el proceso revolucionario de la Escuela de Frankfurt.
Así, la
obra ‘Eros y civilización’ de Marcuse se convirtió en el máximo fundamento
doctrinal del hippismo. También es Marcuse quien reenfoca los esfuerzos del
marxismo cultural poniendo como máximo objetivo el ganarse y adoctrinar (lavar
el cerebro) a los universitarios de clase media y alta.
A la teoría y estrategia de la Escuela de Frankfurt, una vez que salió
del salón de clase y empezó verdaderamente a destruir la cultura cristiana
occidental, se le llamó marxismo
cultural.
Entre las
armas que usa este marxismo cultural, están las leyes de “discriminación
positiva” que favorezcan a todas las “minorías” y una fuerte imposición de
leyes que atenten contra los derechos de todos aquellos que defiendan
la Ley Natural moral, la cultura occidental, el rol natural de los hombres y
las mujeres, la familia tradicional, etc.
En su ensayo ‘Tolerancia Represiva’, Marcuse da nacimiento indirecto a
lo que se convertiría después en el concepto de nuestros días de lo
‘políticamente correcto’, o sea la dictadura del pensamiento que
condena con el martillo del rechazo, la vergüenza e incluso la multa o la
cárcel a todo aquel que se atreve a cuestionar los nuevos ‘dogmas’ impuestos
a golpes y lavado de cerebro por el marxismo cultural.
Decía
Marcuse: “La conclusión obtenida es que la realización del objetivo de
la tolerancia exige intolerancia hacia orientaciones políticas,
actitudes y opiniones dominantes y en cambio, la extensión de la tolerancia a
orientaciones políticas, actitudes y opiniones puestas fuera de la ley o
eliminadas… intolerancia hacia los movimientos de la derecha, y tolerancia de
movimientos de la izquierda” (Tolerancia Represiva, Marcuse).
El propósito del marxismo cultural era destruir todo lo que hasta
entonces había sido la civilización occidental: la cultura, la Ley Natural, el rol masculino y el
femenino en la sociedad, la creencia en Dios, todo lo pro europeo, todo lo pro
cristiano, la historia basada en la superioridad de una civilización e historia
fundamentada en la verdadera religión cristiana.
De esa manera y después de la gran “explosión” del marxismo cultural en
la década de los años 60, EEUU y el resto de Occidente llevan ya casi 50 años
sufriendo bajo esta revolución cultural y social impuesta por los medios de
educación y comunicación.
Durante
los últimos ocho años, Obama impuso a martillazos y de manera radical la
revolución de la Escuela de Frankfurt, y por supuesto, la Europa occidental siguió el ejemplo de su referente
por excelencia (EEUU) intentando copiar en todo a Obama para demostrar lo
‘modernos’ que eran. Como decimos en EEUU, monkey see, monkey do.
Existen
síntomas de que la contrarrevolución ha comenzado. La gente se rebela, la
mayoría silenciada empieza a hablar, y los regímenes y engendros masónicos
volterianos se empiezan a tambalear.
Extractado de: Actuall, 06/12/2016
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