domingo, 18 de diciembre de 2016

Una historia de los tiempos de Augusto

La Basílica del Ara Coeli, en Roma


Basílica de Santa María de Ara Coeli, Roma

La denominación de Araceli parte de una leyenda, difundida
en la famosa guía Mirabilia urbis Romae, hacia 1140, atestiguada también en el Sermo III in Nativitate Domini del Papa Inocencio III dei conti di Segni (1198-1216), y se impone definitivamente como título de esta iglesia en 1323.

Se narra que los senadores querían divinizar al Emperador Augusto, quien se resistió algún tiempo, hasta que decidió consultar a la sibila Tiburtina.
Aparición de la Virgen a Augusto y la Sibila. Garofalo, 1544.
Ésta pidió tres días de ayuno para contestar, tras los cuales realizó el siguiente oráculo en este lugar: “Signo del juicio, la tierra se bañará de sudor / del cielo vendrá un rey para los siglo futuros / si bien hecho hombre, para juzgar al mundo”. En ese momento se abrió el cielo, se inundó de un resplandor grandísimo y tuvo una visión de una bellísima Virgen de pie sobre un altar con un Niño en brazos, mientras oía al mismo tiempo una voz de lo alto: “¡Éste es el altar del cielo, éste es el altar del Hijo de Dios!”.
Octavio se prosternó en tierra, contó la aparición a los senadores y mandó erigir allí un altar.

De este relato podemos rastrear dos versiones: una transmitida por fuentes orientales, de los siglos V-VI, y otra de fuentes occidentales, divulgada en el siglo XII. Las orientales hablan de la sibila Pitia o simplemente de una Sibila, a la que hacen exclamar: “Ésta es una joven Virgen que es altar celeste, y el Niño que tiene en brazos es el Rey del Cielo y de la tierra”, mientras que las occidentales lo atribuyen a la Tiburtina y hacen proceder del cielo el siguiente oráculo: “Este altar es del Hijo de Dios”.
Las fuentes a partir de las cuales se elaboró la leyenda son paganas y cristianas. La IV Égloga de Virgilio habla de la vuelta de la Edad de Oro con la llegada de la prole de una virgen. San Agustín, en De civitate Dei XVIII, 23 recoge un oráculo que refiere a Cristo, atribuido a la sibila Eritrea o a la Cumana, del que procede el de la leyenda del Araceli. En cuanto al rechazo de los honores divinos por Augusto, se registra en Suetonio, De vita Caesarum y en Paulo Orosio, Adversus paganos.
De esta leyenda referida al presente lugar se hacen eco en el siglo XIV el famoso Petrarca (Epistula ad Clementem VI y en la Epistula II, enviada a Giovanni Colonna da San Vito, en sus Familiarum rerum) y su contemporáneo Fazio degli Uberti (Dittamondo).
La inscripción del altar mayor termina: “noscas quod Caesar tunc struxit Octavianus hanc aram celi sacra proles cum patet ei”; aunque celi se refiere a proles, “linaje del cielo”, se uniría por proximidad a la palabra anterior ara(m), “altar”. Era común en la tradición oriental aplicar a María el epíteto de ara celeste, comparándola místicamente con el altar de los holocaustos y del incienso.



Extractado de: http://conducenaroma.blogspot.com.ar/2012/08/santa-maria-in-aracoeli-al-campidoglio.html

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