domingo, 1 de enero de 2017

Carta del P. Harriague

¡Feliz Año Nuevo!

San Rafael, 31 de diciembre de 2016.-
 
QUERIDOS HERMANOS:
 
Al finalizar un año y en vísperas de comenzar otro, las cabezas de los hombres y mujeres, especialmente la de los más viejos, empiezan a recorrer los acontecimientos que sucedieron y a considerar las expectativas para lo que se avecina.
 
Todos los días de los hombres están marcados por cosas feas y cosas hermosas; por buenos actos y actos malos. Es la condición humana. El pecado de Adán nos ha marcado totalmente. El pecado de nuestro primer padre no deja de afectarnos. Es que existe una solidaridad tan profunda entre nosotros y él, que los bienes y los males que los hombres realizan siempre nos afectan y de algún modo nos condicionan.
 
Por otro lado tenemos que Dios, nuestro Padre, que creo a Adán, quiere que nosotros podamos gozar de lo que tenía pensado darnos cuando creó al hombre: que compartamos su vida divina. Dios no se ha dejado vencer por el pecado de Adán, ni por los pecados de todos los hombres. Se ha servido de la libertad mal usada de Adán para mostrar de modo claro su poder y su misericordia. Es que la Providencia divina es superior a cualquier pecado del hombre. La Misericordia de Dios es más grande que cualquier otra cosa.
 
Del mismo modo que el Señor se sirvió del pecado de Adán para obrar la redención de los hombres, que es lo más grande que Dios ha realizado respecto a nosotros; del mismo modo Dios se sirve de las miserias humanas para el bien de los hombres.
 
Los pecados de los hombres sirven, por el poder y la misericordia de Dios, al mismo hombre. Los males lo purifican, los bienes lo alientan para mantenerse en buen camino.
 
Este momento es propicio para agradecer a Dios por distintos motivos: por los bienes que nos ha dado y por los males que ha permitido que nos sucedieran. Con unos y otros Él nos va ayudando a purificarnos y a crecer. Si por el mal sufrido injustamente nos purifica, por el bien nos alienta, debemos agradecerle siempre a Dios. Esto es la Divina providencia.
 
Les deseo un próspero año. Próspero quiere decir también aprovechable, útil. A los cristianos todo nos viene bien: “Todo sucede para el bien de los que aman a Dios” (Romanos 8,28).
 
Que el Señor nos de la capacidad de ver su mano amorosa en los acontecimientos buenos y los no tanto y que nos de su gracia para sacar el provecho de unos y otros.

 

R.P. Raúl Harriague, IVE
 

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