viernes, 13 de enero de 2017

Para pensar...

Estamos en un tiempo y un país en el que, más que nunca, los hombres disponen de ciertas oportunidades para lo que se llama progresar en el mundo, ascender en la escala social, obtener riquezas; y claro, una vez en posesión de riquezas, todas las demás cosas que siguen: consideración, prestigio, influencia, placeres, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. Así es que desde que los hombres disponen de más oportunidades que en otros tiempos para obtener bienes mundanos, no es de extrañar que crezca la tentación de esforzarse por obtenerlos; ni tampoco nos extraña que efectivamente algunos incrementan su fortuna y así ponen su corazón en los tales bienes.

Y sucederá a menudo que, a partir de la codicia antes de obtenerlos, pasando a su celebración una vez obtenidos, los hombres se ven inducidos a recurrir a medios ilícitos, ora para incrementarlos, ora para no perderlos. […]

Y así como estos bienes inducen a amar al mundo, así también inducen a confiar en el mundo: no sólo nos volvemos mundanos, sino infieles también; se corrompe la voluntad, se oscurece la inteligencia, la verdad produce disgusto y gradualmente aprendemos a sostener y defender el error.



Newman. John Henry (2011) El mundo invisible. Buenos Aires: Vórtice. Pp. 117 y 121.

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