Esas torres monstruosas que ha construido la filosofía
moderna, torres levantadas en realidad contra el cielo, dependen todas de la
ruptura de la tradición filosófica; ruptura que es en el fondo, como la torre
de Babel, un pecado de orgullo. Le dotó al precario intelecto del hombre de los
caracteres del intelecto angélico: se lo hizo intuitivo, innato e independiente de las cosas. Esta
rebelión de la razón humana contra sus propios límites y contra la realidad es
comparable a la rebelión de los ángeles: non
serviam – no serviré. Y la consecuencia fue que no sirvió de veras, en los
dos sentidos: se volvió inservible. Esta rebelión está en el comienzo de la
crisis actual y se llama “racionalismo”;
y es la más grave de las rupturas de la tradición, después de la ruptura de la
tradición religiosa hecha por el Protestantismo. Sus consecuencias fueron
trascendentales. La filosofía llegó a decir que es el intelecto humano el que
hace las cosas, el que crea la realidad. -¡Pero eso es demencia!-. No lo dicen
con estas palabras. Sí, esa demencia es la que dementa al mundo actual.
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