jueves, 1 de junio de 2017

La mediación de la mirada de Otro

La tarea de aceptarse a uno mismo es mucho más difícil de lo que se cree. El orgullo, el temor a no ser amado y la convicción de nuestra poca capacidad están firmemente enraizados en nosotros. Basta con constatar lo mal que soportamos nuestras caídas, nuestros errores y nuestras debilidades; cuánto nos pueden desmoralizar y crear en nosotros sentimientos de culpa o preocupación.
Creo que no somos capaces de aceptarnos a nosotros mismos si no es bajo la mirada de Dios. Para amarnos necesitamos una mediación, la mirada de alguien que, como el Señor por boca de Isaías, nos diga: Eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y Yo te amo (Is 43, 4). En este sentido, existe una experiencia humana muy común: la jovencita que, creyéndose fea (algo que, curiosamente, ocurre a muchas mujeres, incluso las que son bonitas), comienza a pensar que no es tan horrorosa el día que un joven se fija en ella y posa sobre su rostro su tierna mirada de enamorado.
Resultado de imagen para miradasPara aceptarnos y amarnos tal como somos, tenemos necesidad de la mediación de la mirada de otro. Esa mirada puede ser la de un padre, un amigo o un director espiritual, pero, por encima de todas ellas, se encuentra la mirada de nuestro Padre Dios: la mirada más pura, más verdadera, más cariñosa, más llena de amor, más repleta de esperanza que existe en el mundo. Creo que el mejor regalo que obtiene quien busca el rostro de Dios mediante la perseverancia en la oración es que, tarde o temprano, se dará cuenta que esa mirada posa sobre él, y ese día se sentirá tan tiernamente amado que recibirá la gracia de aceptarse plenamente a sí mismo.


Fuente:Extractado de Philippe, Jacques (2009) La libertad interior. Buenos Aires: San Pablo. P. 32.

No hay comentarios:

Publicar un comentario