lunes, 9 de mayo de 2016

Conocimiento y pecado: el pecado de Adán



"El primer hombre pecó principalmente apeteciendo la semejanza de Dios en cuanto a la ciencia del bien y del mal, como le sugirió la serpiente: a saber, que por virtud de la propia naturaleza determinara por sí qué fuera bueno y qué fuera malo." Apeteció por tanto, una "suficiencia y autonomía" propia de Dios, quien, con su ley eterna, fija a las criaturas sus límites y, en cambio, no permite que éstas fijen sus propios límites. Estaba implicado en el pecado de Adán la constitución del orden de la moralidad y de la felicidad. El hombre sería la regla para el hombre. El orden sobrenatural dependería entonces del hombre mismo. Aquí estaban implicados la herejía pelagiana, el naturalismo y el humanismo de la edad moderna. El hombre, arrogándose atributos divinos de legislador supremo. Por esto, el pecado de Adán fue de soberbia. Y la soberbia se opone a la humildad y la obediencia de Cristo que se humilla hasta las bajezas de la cruz. (Fil 2, 8)
El pecado de Adán fue un pecado de gnosis, de conocimiento. Querer conocer desordenadamente lo que sólo puede conocer Dios. El pecado radicó dentro de la voluntad, pero con respecto a un acto de conocimiento. Y este conocimiento era un acto privativo de Dios. El hombre quería gozar de una prerrogativa divina en el conocer, o sea, la de constituir el orden de la moralidad y de la ley. Tal acto de gnosis, al adjudicar al hombre un atributo divino, hacía del hombre, Dios. El hombre rechazaba toda trascendencia y se mantenía en la más absoluta inmanencia de lo humano.


Fuente: Meinvielle, Julio (2013) De la cábala al progresismo. Segni: EDIVI. p. 55.



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