Por Alfredo Martella
Alfredo Martella |
Aristocracia de la conducta
Un nuevo año lectivo
comienza y yo con el deseo de inculcar en mis alumnos cierta dirección en la
aristocracia de la conducta. La enseñanza de las Letras, desde la Gramática y
las palabras hasta la comunicación, me significa un gran privilegio. Y espero
poder estar a la altura.
Habrá unas
conferencias, algo así como unas jornadas de enseñanza de la filosofía. Pensé
en escribir algo y pulir aquellas palabras que alguna vez me dijiste acerca de
"mi eros pedagógico". Creo que sin esa vitalidad, me sería imposible
transmitir algo.
Altos apetitos
Suelo encontrarme en medio de mis meditaciones con dos apetitos. El
primero tiene que ver con la materia y con cierta gana de conocimiento. Este
apetito casi como un "daimon" socrático pero sin tanta presunción
moral me lleva a querer conocer: practico latín y griego, estudio historia del
arte, gramática y retórica. Intento desde aquí ampliar mi criterio y poder
discernir cuál arte es bueno, cuál hace una línea continua con la tradición
cultural. El segundo apetito en cambio siempre es una voz que me conmueve y
agita en mí una mirada de miseria, de mentira, de vulgaridad y de fallas, este
último tiene que ver con la vocación de dar un mensaje, de fortificar espíritus
(el mío, el de mis alumnos, el de mi novia) el de indicar una dirección que no
es sino el poder reflexionar acerca de la idea de unidad, la jerarquía y la
creación, los evangelios.
Día docente
He afianzado una
rutina que intento respetar: me levanto hacia las 5 y media. Disfruto del
silencio de esta ciudad, unos cuarenta minutos. Suelo leer algún versículo, o
alguna poesía. La calma hace que todo lo que comienza en breve tome energía e
impulso. Llego al colegio y formo con mis alumnos; canto "Aurora" y
siento que hay cuerdas que riman con la patria todavía. El momento del aula es
el mejor. Siento que enseñar me hace ser mejor persona. Siento que hay
bibliotecas de calidad que no pueden pasar desapercibido: para explicar
narración tomo parábolas (sobre todo de Lucas), para explicar diálogo enseño
los mejores pasajes de Platón, para hablar de textos explicativo-expositivos
hablo de Aristóteles. Les digo que la sintaxis es el orden, y que el orden es
la unidad. Intento reirme con ellos y trato de criar y cultivar mi paciencia
todo el tiempo.
En la Universidad
Doy un seminario en la
facultad. La poética clásica el tema. Trato a Aristóteles, a Horacio y a
Boileau. Les digo ahí, a mis alumnos universitarios, que la Historia no son etapas,
sino la expresión del espíritu. Hay semillas que deben ser esparcidas, y a
veces me entusiasma poder comunicarlas.
Mi necesidad de
síntesis radica permanentemente en el catolicismo, el milagro griego, la
retórica romana. Mis apetitos de erudición y de cultivo están a flor de piel y
me animan a diario. En medio de los desiertos cotidianos (la política nacional
actual, la política mundial, la tendencia al materialismo despechado)
quiero ser quien pueda dar otra voz, otro aliento, un soplo distinto a la
quietud hipócrita del hombre actual.
Fuente: Textos extraídos de mails recibidos en distintas
oportunidades. Los subtítulos son agregados. MGdeJ.
Yésica Piastrellini
ResponderEliminar11:17 (hace 4 horas)
Qué maravilloso ejemplo, muchas gracias por compartirlo. La vocación cumplida es lo único que puede hacernos felices, la docencia es un don muy preciado, no hay que enterrarlo.