1 Por esto yo, Pablo, el prisionero de Cristo
Jesús por amor de vosotros los gentiles., 2 puesto que
habéis oído la dispensación de la gracia de Dios a mí conferida en beneficio
vuestro, 3 cuando por revelación me fue dado a conocer el
misterio que brevemente arriba os dejo expuesto. 4 Por su
lectura podéis conocer mi inteligencia del misterio de Cristo, que
5 no fue dado a conocer a las generaciones pasadas, a los hijos de
los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas
por el Espíritu: 6 Que son los gentiles coherederos y
miembros todos de un mismo cuerpo, copartícipes de las promesas en Cristo
Jesús mediante el Evangelio, 7 cuyo ministro fui hecho yo
por don de la gracia de Dios a mí otorgada por la acción de su poder.
8 A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada esta
gracia de anunciar a los gentiles la incalculable riqueza de Cristo,
9 y darles luz acerca de la dispensación del misterio oculto
desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas, 10
para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por medio de
la Iglesia a los principados y potestades en los cielos, 11
conforme al plan eterno que El ha realizado en Cristo Jesús, nuestro Señor,
12 en quien tenemos la franca seguridad de acercarnos a El
confiadamente por la fe, 13 Por lo cual os pido que no
desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, pues ellas son vuestra
gloria.
La opinión tradicional, y todavía hoy común (Prat, Ricciotti,
Huby, Cerfaux, Schmid, Dodd, Harrison.), es que esta carta y otras (Filipenses, Colosenses, Filemón) fueron escritas
durante la prisión romana de Pablo (años 61-63).
La fortaleza brilla en el alma de San Pablo en medio de las penosas circunstancias que padece, pues tiene los ojos puestos en Cristo y en "las cosas del cielo".
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