viernes, 3 de marzo de 2017

EL DERECHO DE HUELGA y LA HUELGA DOCENTE


1. EL DERECHO DE HUELGA

¿Qué es una huelga?
En primer lugar hemos de definir la huelga como el abandono del trabajo que, en forma colectiva, realizan ciertos grupos como modo de presionar sobre otro grupo, a fin de obtener por parte de este último el otorgamiento de ciertas ventajas o el reconocimiento de ciertos derechos.
Entre otras distinciones, pueden ser laborales o políticas, según se persiga la reivindicación de derechos socio-económicos frente al sector empresario o al propio Estado.
Cabe diferenciar entre la huelga propiamente tal y la llamada por los marxistas “huelga revolucionaria”. Esta última -cuyo principal propagandista y estudioso fue Lenin- no se identifica sin más con la huelga política, aun cuando pueda coincidir en algunos aspectos. La “revolucionaria” tiene una finalidad directamente subversiva y tiende como objetivo propio a obtener la caída de un gobierno o a sembrar un caos social de tal envergadura, que la conducción política se vuelva muy difícil si no imposible. En este sentido la huelga revolucionaria es un “arma de guerra” predilecta de las organizaciones comunistas.

¿Cuándo es legítima una huelga?
Existe un derecho de huelga, hoy reconocido en casi todas las naciones, pero como todo derecho, está sometido a exigencias de orden moral que fundamentan su aplicación concreta.
Las condiciones esenciales que legitiman la medida de fuerza son:
1) padecer una injusticia actual o inminente, por ej.: salarios bajos, condiciones insalubres, jornadas excesivas, malos tratos, etc.;
2) es un recurso extremo que no ha de aplicarse sino después de agotados todos los otros medios pacíficos;
3) los medios empleados han de ser lícitos moralmente y adecuados al fin perseguido. Ni las amenazas, ni el sabotaje, ni la extorsión, etc., pueden ser adoptados como tales; y
4) su empleo debe ser moderado en lo posible, definiendo su carácter, su alcance y duración, etc., para no causar mayores males que los acarreados por la injusticia que la provoca.
Las huelgas de mejora son lícitas a condición de exigir medidas muy fundadas en su esencia y según las circunstancias concretas, tanto para el sector productivo como para la economía nacional. La huelga política es lícita solo cuando se trata de obtener del Estado la rectificación de una política o leyes que comprometen gravemente el futuro de la sociedad o cuando se asiste a un verdadero abuso de poder y siempre en casos de excepcional gravedad.

Textos extraídos de: Sacheri, Carlos (1980) El orden natural. Buenos Aires: Ed. del Cruzamante. pp. 116 a 118.



2. LA HUELGA DOCENTE

El motivo principal de las huelgas docentes en Argentina ha sido el sueldo de los maestros, situación de difícil discernimiento, pues si bien es cierto que suele estar entre los menores rangos, sobre todo al inicio, también es cierto que la obligación de asistencia es de cinco días a la semana, con un horario acotado dentro de las cuatro horas, y con vacaciones más extensas que en otras tareas.
Frente a estos datos también se debe tener en cuenta que a los maestros se les exige haber concluido una carrera terciaria y mantener una constante actualización. Además quienes actúan con profesionalidad, planifican, preparan siempre sus clases y materiales, corrigen tareas, lo que implica amplia dedicación fuera del horario presencial.  Pero sobre todo hay que considerar que se trata de un oficio delicado, con gran resonancia social, que implica una grave responsabilidad por parte de quienes lo ejercen. En gran medida, el futuro de la sociedad está en sus manos.

Ahora bien, para decidir si la medida de fuerza que implica la huelga es legítima, como hemos visto en el artículo de Sacheri, es elemental considerar los perjuicios personales y sociales que ocasionará. En este caso se trata de:
-    Los días de clase que pierden los alumnos. Es muy grave, porque el tiempo perdido no se recupera. Y más porque se trata de tiempo en edades cruciales para la formación.
-  Se lesiona el derecho de los alumnos a ser enseñados y a aprender, derecho reconocido también por la Constitución Nacional (art. 14).
-    El conflicto y trastorno para los padres que cuentan con el horario de escuela mientras trabajan.
-    Los peligros a que se expone a muchos niños que quedarán sin guarda, a veces en sus casas, pero también en la calle.
 La extorsión que representa la medida cuando se trata de no comenzar el ciclo lectivo, con las ansiedades que esto provoca en unos y otros.
-    La proletarización de la profesión docente, su pérdida de jerarquía y respeto social, triste situación que día a día se hace más patente y que desanima muchas veces la vocación de los mejores.
-  El sospechoso olor político que rodea la situación, desperdiciando fuerzas que deberían dedicarse a construir lazos sociales, concordia en definitiva, y se aplican al caos y la discordia.
- El peligroso hecho de que su reiteración y fijación en la memoria de los niños esté orientada a promover un ejercicio revolucionario, es decir, de guerra social, desestabilizadora y destructora.
-   El penoso ejemplo de una escala de valores que comienza por lo económico. Llama la atención que el reclamo sea insistentemente en torno al salario, y nunca sobre la libertad de enseñanza o de conciencia, por elevar el nivel de la enseñanza, por exigir más alta capacitación, por cuestionar intromisiones ideológicas en la escuela, etc.
-  El más triste de la injusticia que se comete al perjudicar a terceros inocentes: los alumnos y sus familias, para presionar al empleador, en este caso, al Estado.

Convengamos que el docente no sólo enseña con lo que dice, sino fundamentalmente con lo que hace y lo que es.
En la sociedad de consumo es muy difícil que un sueldo standard se considere satisfactorio, pues son tantas y tales las necesidades que permanentemente se crean, que resulta imposible cubrirlas, salvo que la persona se imponga una austeridad hoy fuera de lo común, pero para la que también debemos educar.

Es cierto que la profesión docente debe ser mejor valorada. Para ello es imprescindible una jerarquización que comience por una excelente y rigurosa formación, por una selección estricta del personal, por su capacitación permanente, por hacer que los gremios busquen también la excelencia y no se presten a la politiquería sindical, que sus representantes posean la jerarquía intelectual y moral que los haga admirables por la sociedad, que la escuela se aboque a sus funciones, enseñando principalmente a leer comprendiendo y a escribir con corrección, y  teniendo como fin el perfeccionamiento de las personas.
                                                                                Prof. M.G. de J. Ianantuoni

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