miércoles, 23 de marzo de 2016

Semana Santa -2-


En el huerto

(Lc 22, 39-46)




No es destino inevitable
sino el combate buscado;
quieres triunfar sobre el Malo
donde estaba atrincherado:
en los terrenos hollados
de las almas en pecado.
Cargas con todas las culpas
y te cubres de inmundicias:
no sólo de las caídas
de nuestra fragilidad;
también de las infamantes
de contumacia y malicia.
Pues dejas que se desate
el poder de las tinieblas,
voluntariamente entras
en un túnel de miserias,
y así ante la faz del Padre
cual maldito te presentas.
Terror, angustia, pavura,
es ese mar de amargura
que va anegando tu alma,
y en tan enorme quebranto,
todo tu cuerpo hecho llanto
comenzará a derramar
la Sangre preciosa y santa
con que pronto has de saldar
la deuda que nos mataba.

¡Ah, si la luna pudiera
cerrar su ojo al espanto
de ver al Grande, aplastado,
y a la Alegría llorando;
todo el infierno al acecho,
mientras malvados se acercan,
y a tus amigos dormidos
entre los viejos olivos…!
Yo pido verte, Señor,
y sentir el gran dolor
de ser causa de tus males;
padecer, Jesús, quebranto,
ante Ti tan quebrantado,
lágrimas, interna pena,
porque tanto padeciste
pagando por mis pecados;
y pido, no ya besarte,
sino ser beso de amor,
por reparar aquel otro
con que el traidor te entregó!

MGdeJ.


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