Flagelado
(Jn 19, 1)
El
contemplarte así atado,
desnudo y
tan doblegado
sobre esa
pilastra baja
que
aseguraba el tormento,
bajo la
cruel andanada
de los
hierros y los cardos
con el sonar
de los látigos;
ante el
penoso espectáculo
de tu Cuerpo
lacerado,
sin que
quede un sitio sano;
con un
reguero de Sangre
encharcando
todo el patio…
El saber que
es el amor
quien te
conduce a sufrir,
que Tú lo
quisiste así,
y que lo
haces por mí,
me anonadan
de tal modo,
que no me
conforma nada
si no es el
dártelo todo.
MGdeJ
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